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A seis meses del femicidio: Familiares de Concepción Arregui aún esperan justicia y piden «condena ejemplificadora»

Por: El Desconcierto | Publicado: 07.08.2018
A seis meses del femicidio: Familiares de Concepción Arregui aún esperan justicia y piden «condena ejemplificadora» arregui |
Una prima hermana y una sobrina de la mujer de 59 años asesinada por su ex pareja en Mendoza relataron los avances de la investigación, como por ejemplo que Audano «incluso tenía un curso de rescatista que no usó para salvar vidas sino para todo lo contrario».

Ya han pasado seis meses desde que se conoció del femicidio de Concepción Arregui, la mujer chilena que fue asesinada por su esposo, Roberto Audano, junto a quien se había ido a vivir a la ciudad de Mendoza.

El caso aún se encuentra en tramitación, y en medio del proceso, dos de sus familiares, María Luisa Moraga y Javiera Briones (prima hermana y sobrina respectivamente), dieron una entrevista al medio argentino El Otro Diario, en la que revelaron detalles sobre la historia y los avances de la investigación, y aseguraron que esperan una condena ejemplificadora y prisión efectiva en cárcel común para Audano.

“La Conchy tenía 59 años. Cuando fallecieron su padre y su madre, ella, soltera sin hijos y sin hermanos, se conoce con Roberto Audano en uno de los viajes de él hacia Chile. Concepción se enamora profundamente y a fines de 2011 comienzan una relación”, relató Luisa, quien explicó que «en 2014 ella vende todos sus enseres en Chile, vende su auto, su departamento, renuncia a su trabajo y se viene a Mendoza».

Concepción y Roberto se casaron en 2016 por el civil en una ceremonia íntima en que solo estuvieron ellos y los testigos, hasta que en diciembre de 2017 «él le pide que se separen (…) Le dijo que nunca la quiso, que nunca la amó, que nunca la quiso como mujer”.

Luego del quiebre, ella formó un grupo de WhatsApp, con sus amigas más cercanas y algunas primas, al que le pone como nombre ‘Mujeres al rescate’, en el que les iba contando a sus cercanos todo lo que iba sucediendo, como que tenía problemas económicos, estaba arrepentida de haber gastado todo su dinero allá y sus planes eran vender todo y devolverse a Chile.

«Nunca hubo ningún indicio que pudiese preanunciar un desenlace violento. Al contrario, le pedíamos que volviera a Chile porque teníamos temor por el hecho de que estaba lejos de nosotras, por una cuestión solidaria de género, pero ella nos tranquilizaba, nos decía que no pasaría nada. Él nunca había mostrado una actitud violenta. ‘Este hombre es tranquilo, tenemos una buena conversación, estamos todos muy bien, a mí nunca me va a pasar nada, él me respeta’, nos decía”, agregan.

El jueves 8 de febrero, en la mañana temprano, una de las primas preguntó en el grupo de WhatsApp si alguien sabía de la «Conchy», y rastreando sus redes sociales, se dieron cuenta que no registraba actividad en varios días, lo que encendió las alarmas, y contactaron a Audano, quien les aseguró que «la llevó el martes a la mañana a tomar un bus a la terminal, que la dejó afuera y que no sabía si ella se iba a Chile, a Córdoba o a España. Nos dijo que había decidido tomarse un tiempo para pensar y que se había llevado todos sus documentos, pasaporte, sus teléfonos, su iPad y todas las pertenencias con las que solía viajar”.

Ante las sospechas, fue el relato de una vecina el que se convirtió en crucial, luego de que comentara que el lunes había visto la camioneta de Audano en una posición distinta a la de todos los días, de frente y no marcha atrás, y que la dejó toda la noche con las puertas y la cajuela abiertas.

De acuerdo a los avances de la investigación, además se ha podido establecer que el femicidio fue un acto que Audano planeó en una serie de detalles. como que «llevaba en la camioneta unas llantas (cámaras) de vehículo, que había comprado unos días antes y las llena de aire en una gomería camino a Potrerillos. Espera a que oscurezca y a que termine un control policial que, según había escuchado por la radio, estaba en la ruta”.

“Cuando llega al dique, baja el cuerpo con una cuerda por un precipicio importante. Abajo monta como una suerte de balsa con las llantas infladas, más unos baldes vacíos. A ella le ata una cadena con un candado unido a unos baldes que había preparado con cemento y piedras. Él llevaba un chaleco salvavidas profesional. Deja una linterna encendida en la orilla, para saber cómo volver, y se interna nadando en el lago unos 200 metros, donde tira el cuerpo para que se hunda”.

“Planificó todo en detalle. Incluso supimos después que él tenía un curso de rescatista que no usó para salvar vidas sino para todo lo contrario. Tenía –tiene- 70 años, pero su estado atlético era increíble”.

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