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«Chavela», el documental que rescata la vida de una de las heroínas lesbianas de la música

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 15.08.2018
«Chavela», el documental que rescata la vida de una de las heroínas lesbianas de la música CHAVELA1-master1050 | Alicia Pérez — Duarte/Music Box Films
La infancia rebelde, su pasión por los tequilas y un intenso amor por las mujeres son solo algunas de las facetas que las realizadoras Catherine Gund y Daresha Kyi exploran en el documental sobre la vida de Chavela Vargas. El registro se impone como el testimonio de una artista apasionada, que supo desafiar los roles de género para escribir su historia propia y resucitar tras más de 15 años de silencio: «Yo he tenido que luchar para ser yo y que se me respete, y llevar ese estigma. Para mí, es un orgullo llevar el nombre de lesbiana», señaló al cumplir los 81.

«Hoy conocí a Chavela Vargas. Extraordinaria, lesbiana, es más, se me antojó eróticamente. No sé si ella sintió lo que yo. Pero creo que es una mujer lo bastante liberal que si me lo pide no dudaría un segundo en desnudarme ante ella. ¿Cuántas veces no se te antoja un acostón y ya? Ella, repito, es erótica. ¿Acaso es un regalo que el cielo me envía?», se preguntaba Frida Kahlo en una carta enviada a su amigo y poeta Carlos Pellicer, luego de conocerla.

El 28 de noviembre de 2009, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, se le rindió homenaje a la artista nacida en Costa Rica, pero que se consideraba a sí misma como una auténtica mexicana («¡los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana!», decía). Ese día se presentó su libro autobiográfico «Las verdades de Chavela» y el coleccionista Carlos Noyola le entregó el manuscrito original de la misiva, a pesar de que algunos cuestionaron su veracidad.

El amor era mutuo: «Fue un deslumbramiento verle la cara. Parecía un ser que no era de este mundo. Sus cejas juntas la hacían lucir como una golondrina», resumía la artista sobre Frida. «Me enseñó muchas cosas y aprendí mucho, y sin presumir de nada, agarré el cielo con las manos, con cada palabra, cada mañana».

Talentosa, intensa y enigmática, la joven Isabel Vargas Lizano no solo era capaz de impresionar a la mismísima Kahlo. El documental dirigido por la australiana Catherine Gund y Daresha Kyi que se estrenó en el Cine Arte Normandie aborda las múltiples historias de amor de Chavela y su pasión por las mujeres, pero también profundiza en las razones que llevaron a la artista a no declarar su lesbianismo públicamente en una época en donde ser visibles aún no era un objetivo común. Por esos días, más importante resultaba la tarea de amar sin límites y de ser fiel a sí misma, algo que la intérprete practicó y defendió siempre.

En «Chavela», la historia de la artista no despliega tantos detalles desconocidos sobre su vida, pero entrega explicaciones, interpretaciones propias que ayudan a entender su universo rudo, solitario y adolorido. El trabajo comenzó en 1991, cuando Gund entrevistó a Vargas en su casa en Morelo, pero nunca publicó el resultado de esas conversaciones. Dos décadas después, se decidió a retomar el trabajo junto a Daresha para revelar el mundo personal de «La Chamana», a seis años de su partida.

La resistencia y el rechazo de los padres a una joven Isabel que no disfrutaba de usar vestidos y que adoraba vestir pantalones fue el primer motor de su rabia. La escondían cuando había visitas en la casa para que no pudieran verla, se avergonzaban de sus actitudes masculinas. Apenas el matrimonio se acabó, con 17 años, decidió irse a vivir con sus tíos y luego viajó a su hogar elegido: México, «la tierra de hombres que me enseñó a ser como soy», como decía, aludiendo al machismo del país azteca.

«Desde los 8 años cantaba en casa y en la escuela. No jugaba con muñecas como las demás. Era una niña triste y soñadora, que provenía de una familia religiosa con demasiados prejuicios. Mi madre era una aristócrata y mi padre se avergonzaba de mí. Me escondían cada vez que había visitas, porque temían mi comportamiento», relata Vargas durante la cinta.

En los inicios de su carrera, Chavela no tuvo miedo de construir su identidad, vistiendo atuendos que contrastaban con los típicos vestidos llenos de flores que usaban las artistas mexicanas. Renunció a la coquetería impuesta a las cantantes de rancheras y no dudó en subir con pantalones al escenario, acompañada de sus reconocidos ponchos y el cabello bien tomado. Por esos años, el solo hecho de vestir pantalones en la calle despertaba insultos.

Hay fotografías que la muestran joven, sonriente y con un maquillaje sutil, incluso innecesario para destacar los rasgos de su hermoso rostro moreno. Todo se acabó el día en que cayó al piso tras presentarse en un show con tacones altos y vestido. Ella resumió su incomodidad en pocas palabras: «Cuando me vestía de mujer parecía travesti». Más tarde, recalca lo orgullosa que estaba de serlo, más allá de los estereotipos asignados: «Qué bonito haber nacido mujer, ¿verdad?», preguntaba sin esperar respuesta. «Cuando eres de verdad, al final te impones», añadía.

La verdad de Chavela

Uno de los tópicos que hilan el documental es la adicción que pesó sobre la mayor parte de la carrera de la artista. El tequila era uno más de sus amores y gracias a él forjó grandes amistades en su vida, así como grandes pesares. En México no es secreto que Chavela fue una de las entrañables amigas de José Alfredo Jiménez, con quien se perdía varios días entre fiestas y bebidas hasta el amanecer, según relató su propio hijo a las realizadoras Gund y Kyi. En noviembre de 1974, el popular cantante y compositor mexicano, con un gran repertorio musical interpretado por Vargas, murió de cirrosis hepática. Chavela se quedó otra vez sola y se hundió en el dolor.

El día de su funeral, llegó junto a un tequila y se instaló frente al ataúd de su compañero de canciones y penas. Terminó cantando desparramada y cuando quisieron detenerla, la propia viuda de Jiménez las apartó: «Déjenla, está sufriendo tanto como yo», les dijo, según detalla el documental.

Sin embargo, la voz de «La Chamana» se apagaría pocos años después, a fines de la década de los setenta. Un severo alcoholismo la mantuvo el silencio por cerca de 15 años, tiempo en que algunos llegaron a pensar que estaba muerta. Nadie esperaba volver a escucharla ni verla sobre un escenario hasta que -gracias al apoyo que le dieron las artistas Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez- la artista emergió de las sombras a comienzos de los noventa. Un día se presentó en un mítico teatro y bar de Coyoacán y un editor español quedó impresionado. Se trataba de Manuel Arroyo, quien la presentó al director Pedro Almodóvar, confeso seguidor de su canto. Juntos, colaborarían en el regreso magistral de Chavela a los escenarios en España.

A esas alturas de su vida, ya había comprendido que tenía que decidir entre el alcohol y el canto y terminó por elegir a su amor más intenso. No volvió a beber en los últimos veinte años, llevando su carrera a lo más alto, como una segunda oportunidad aprovechada en plena vejez y a destajo. Así sumó una serie de presentaciones inolvidables que la mostraron en su mejor momento artístico y cumplió su sueño de cantar en el Palacio Bellas Artes de México, tras una vida de ser marginada como artista -por mujer, lesbiana y buena para las copas- a los bares y a la vida nocturna.

«Descubrí que el alcoholismo es una dependencia del alma. Esta adicción me apartó del público y dejaron de contratarme. Sin dinero y sola caí en el olvido y vivía de la caridad de las amistades, hasta que decidí recuperarme», relató Chavela, quien durante aquella época decidió hacerse chamana, convencida de que las deidades adoradas por los indígenas la ayudaron a vencer su alcoholismo y adicción al cigarrillo: «Me convertí en sacerdotisa de la etnia huichol y del arte puro», explicaba.

Con su regreso, la artista calló los prejuicios y temores que habían crecido en torno a su figura. Se dio el lujo de escribir una segunda parte de su historia, creando un entrañable círculo de amigos y seguidores en España, aportando a la banda sonora de las películas de Almodóvar y ganando aplausos cerrados en todas sus presentaciones. Por fin tenía el respeto que sabía que ameritaba: «Cuando yo canto los que me escuchan sienten. Y lloran porque se dan cuenta de que todavía son capaces de sentir, a pesar de los males del mundo».

Cuando cumplió 81, un año después de saltar en paracaídas, dejó atrás las dudas que mantuvieron su amor por las mujeres como un secreto a voces, por el afán de evitar ser clasificada y discriminada -lo que ya ocurría, en efecto, cuando la describían como una artista «que canta como un hombre»- y se declaró públicamente lesbiana. Ni ella estaba tan convencida de que hiciera falta aclararlo.

«Yo he tenido que luchar para ser yo y que se me respete, y llevar ese estigma. Para mí, es un orgullo  llevar el nombre de lesbiana. No voy presumiendo, no lo voy pregonando, pero no lo niego. He tenido que enfrentarme con la sociedad, con la iglesia, que dice que malditos los homosexuales… es absurdo. Cómo vas a juzgar a un ser que ha nacido así», cuestionó en entrevista con la televisión colombiana. «Yo no estudié para lesbiana, ni me enseñaron a ser así: yo nací así, desde que abrí los ojos al mundo. Yo nunca me he acostado con un señor. Nunca. Fíjate qué pureza, yo no tengo de qué avergonzarme. Mis dioses me hicieron así», añadió.

El documental realizado por Catherine Gund y Daresha Kyi también descubre su última historia amorosa a través del relato de la abogada Alicia Pérez Duarte. Ambas se enamoraron luego de que Duarte la ayudara a salir de un lío legal y la pasión se extendió por varios años, hasta que la joven no pudo lidiar más con el alcoholismo de Chavela, que potenciaba su lado más violento. Sin embargo, el vínculo eterno entre ambas se hace sentir en las palabras cariñosas que aún le dedica la abogada: «Cada una se fue por su lado, pero cada vez que Chavela necesitaba lo que fuera, el peine que se le olvidó en San José, Costa Rica, o los chicles que dejó en Veracruz, lo que fuera iba y le decía: ‘Señora, aquí estoy, ¿qué se le ofrece?'», confesó.

El testimonio de vida, amor y arte de «La Chamana» toma fuerza de la mano de un momento histórico de defensa de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual, que observa con admiración su capacidad pionera de abrirse camino en una sociedad que la rechazaba. A seis años de su partida -en medio de sendos homenajes en México y España- ya nadie discute que su figura mostró a las mujeres otras formas posibles de ser, mostrarse y expresarse en público, más allá de los discursos. A estas alturas, la mujer de pantalones trasciende con la fuerza de una heroína latinoamericana, lesbiana, rebelde y de voz conmovedora que al final zafó del olvido y supo imponerse.

Próximas funciones de «Chavela» en Cine Arte Normandie: Miércoles 15 de agosto (18.50 hrs) y Domingo 26 de agosto a las 16.50 horas. Entrada General: $4.500, Tarjeta Amigos del Cine $2.000, Estudiantes y Tercera Edad $3.000. Miércoles $3.500.

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