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Opinión

Homenaje a Guillermo Núñez: Contra la Muerte

Por: Alejandra Araya Espinoza | Publicado: 10.10.2018
Homenaje a Guillermo Núñez: Contra la Muerte nunez 1 |
El señor Núñez, que al orden de la gacela pertenece, un año después de ser liberado, pintó en acrílico sobre tela un recado, como los de la Mistral. Un recado que se encuentra hoy en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, porque hoy todos los hilos se unen, y los espejos comienzan a hablar, yo de 45 años usted de 88, un frente a frente de las generaciones dobladas y en retorno especular.

Este año, el calendario llamado juliano y occidental que ordena linealmente sus días y sus años, se mueve más bien en nuestros tiempos pre-colombinos, circulares, y se engrana en una rueda que, al girar 45 años nos une al mismo tiempo con 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos –a cumplirse este 10 de diciembre- y 45 años del 11 de septiembre de 1973 día en que se ejecuta el Golpe de Estado contra el gobierno de la Unidad Popular encabezado por el Presidente Salvador Allende. Se suicidó ese día en algún momento de ese martes, que vuelve a ser martes el día de mañana, antes de las 11 de la mañana al interior de un Palacio de Gobierno, La Moneda, nunca antes bombardeada hasta entonces en tres siglos de historia. El presidente Allende tenía 65 años, Guillermo Núñez 43 y Gonzalo Rojas 57. Un día como hoy, hace cincuenta años, el mismo año en que conmemoramos el gran Movimiento de Reforma Universitaria, se suicidaba el poeta Pablo de Rokha.

Guillermo Núñez tenía 18 años cuando se proclamaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos y al año siguiente entraba a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Y este año se cumplen 65 años desde que el joven Núñez partió a Europa, la de la postguerra y las cenizas de los campos de concentración y el exterminio judío.

Dicen, que los 45 años son aquellos en que todos los hilos se unen. O en sus cercanías, pues a los 44 años Guillermo Núñez a quien saludamos respetuosa y amorosamente, fue detenido en su casa por los servicios de inteligencia de la dictadura militar, siendo arrestado y torturado por ser adepto al gobierno de la Unidad Popular y opositor al nuevo Régimen dictatorial. Hoy está aquí, con nosotros, 44 años después, doblándole la vida a la muerte y diciendo con Gonzalo Rojas

“No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo”.

(Contra la muerte, Gonzalo Rojas)

En 1980 produce una obra que, para mí historiadora y guardiana de un archivo, resulta particularmente conmovedora por ser un gesto radical contra la muerte y contra la ignominia de quienes lo habían apresado y desconocido su dignidad intrínseca y los habían despojado de sus derechos iguales e inalienables como los de todos los miembros de la familia humana. ¿A cuál familia humana pertenecen aquellos que dieron el certificado que un 9 de octubre de 1974 lo “había dejado en libertad” después de apresarlo y torturarlo? Con tinta serigráfica y lápiz de cera sobre papel, Guillemo Núñez intervino la fría razón del certificado escrito a máquina que le diera la Fiscalía de Aviación en Tiempo de Guerra, así dice el timbre en una obra que hoy custodia el Museo de Arte Contemporáneo, el mismo que él dirigiera entre 1971 y 1972. El artista borroneó el timbre de la Fiscalía de Aviación en Tiempo de Guerra con una suerte de cóndor avión que parte en dos nuestra biografía colectiva, para luego insertar una perfecta línea negra, al modo de los documentos censurados de los servicios de inteligencia. Un gran hiato, oscuro de nuestra historia.

En 1975 realizó la exposición Exculpturas-printuras, la que fue clausurada a pocas horas de su inauguración, realizada en el Instituto Chileno Francés de Cultura en Santiago. El artista fue nuevamente encarcelado y torturado, su vuelo nuevamente cercenado.

Una de las imágenes presentes en esa muestra fue la corbata tricolor invertida, la que nos explica el artista con estas palabras: “…Una simple corbata rayada de 3 colores: azul, blanco y rojo, comprada en Nueva York, anudada y colgada al revés sobre una superficie acerada. La D.I.N.A., aparato represivo de la Junta, vio allí la bandera de la Patria como horca, la vio así porque es en eso en lo que ellos la han convertido. ¿Comenzaban a hablar los espejos?” (Catálogo Retrato hablado, una retrospectiva, 1993)

En la intervención de su certificado de “liberación” de octubre de 1974, esa mancha que me parece un cóndor, me evoca lo que Gabriela Mistral dijera en 1925 –el año de nuestra última constitución hecha en libertad- respecto de nuestra historia. En su columna titulada Menos Cóndor y más huemul, delínea una tesis importante sobre el orden de los buitres y la necesaria construcción de un orden más digno y noble, el de las gacelas:

“Los chilenos tenemos en el cóndor y el huemul de nuestro escudo un símbolo expresivo como pocos y que consulta dos aspectos del espíritu: la fuerza y la gracia. Por la misma duplicidad, la norma que nace de él es difícil. Equivale a lo que han sido el sol y la luna en algunas teogonías, o la tierra y el mar, a elementos opuestos, ambos dotados de excelencia y que forman una proposición difícil para el espíritu.

Yo confieso mi escaso amor del cóndor, que, al fin, es solamente un hermoso buitre. Sin embargo, yo le he visto el más limpio vuelo sobre la Cordillera. Me rompe la emoción el acordarme de que su gran parábola no tiene más causa que la carroña tendida en una quebrada. Las mujeres somos así, más realistas de lo que nos imaginan…

Mucho hemos lucido el cóndor en nuestros hechos, y yo estoy por que ahora luzcamos otras cosas que también tenemos, pero en las cuales no hemos hecho hincapié. Bueno es espigar en la historia de Chile los actos de hospitalidad, que son muchos; las acciones fraternas, que llenan páginas olvidadas. La predilección del cóndor sobre el huemul acaso nos haya hecho mucho daño. Costará sobreponer una cosa a la otra, pero eso se irá logrando poco a poco.

Algunos héroes nacionales pertenecen a lo que llamaríamos el orden del cóndor; el huemul tiene, paralelamente, los suyos, y el momento es bueno para destacar éstos”.

En 1975, Guillermo Núñez partió al exilio, a uno de 12 años en Francia. Fue autorizado a regresar al país de los buitres en 1980, año en que está fechada la obra del certificado de los tiempos de guerra, el año en que se promulga una nueva Constitución cuyo hedor a carroña cubre aún nuestro cielo azulado y las brizas de septiembre que nos cruzan también sobre los bordados campos de flores que siguen guardando la respuesta a la dolorosa pregunta de tantos de nuestras familias: ¿y dónde están?

El señor Núñez, que al orden de la gacela pertenece, un año después de ser liberado, pintó en acrílico sobre tela un recado, como los de la Mistral. Un recado que se encuentra hoy en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, porque hoy todos los hilos se unen, y los espejos comienzan a hablar, yo de 45 años usted de 88, un frente a frente de las generaciones dobladas y en retorno especular. Su recado, el de 1976, al que me refiero, nos muestra unos brazos empuñados y enlazados, ensangrentados y rodeados de alambres de púas tratando de alcanzar una estrella en un breve recuadro azulado. Es un breve recado, limpio, solemne, como un mandato para todos los nacidos hace 45 años:

RECADO DE CHILE PONGAMOS NUESTRA ESTRELLA EN SU LUGAR

GRACIAS GUILLERMO ÑÚNEZ

 

Alejandra Araya Espinoza