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Presupuesto de cultura 2019: Una preocupación para los gestores culturales

Por: Tehani Staiger | Publicado: 20.10.2018
Presupuesto de cultura 2019: Una preocupación para los gestores culturales cultura |
Nos preocupa que instituciones creadas como parte de un plan estratégico con el objetivo de desarrollar políticas públicas de acceso a la cultura o de resguardo patrimonial, no dispongan de un financiamiento basal público, estable y garantizado. Nos preocupa que el financiamiento basal de estas instituciones opere bajo una lógica de mercado.

La semana pasada conocimos el presupuesto de Cultura para el año 2019 que actualmente se encuentra en el congreso para su discusión y promulgación.

Es conocida la declaración que los gobiernos hacen en relación a instalar a la cultura como uno de los ejes principales del desarrollo del país, sin embargo, el presupuesto de cultura en Chile no alcanza a representar el 0,4% del gasto público de la nación. El presupuesto debería ir siempre en aumento año tras año, sin embargo, la tendencia observada es que en general su crecimiento es casi vegetativo, con algunos años diferenciadores, como en 2014 donde se registró un aumento de un 35%.

Para el año 2019 se plantea un crecimiento de un 3%. Este tímido aumento llama la atención en un año particular en que se implementa la nueva Institucionalidad Cultural de Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, con importantes gastos de instalación de las Seremías.

Observando el detalle del presupuesto, con sorpresa nos enteramos de una importante baja en la Subsecretaría de las Culturas y las Artes correspondiente a los recursos destinados a algunas de las instituciones colaboradoras del Ministerio, tales como: Centro Cultural Palacio de la Moneda, Corporación Centro Cultural Gabriela Mistral, Fundación Internacional Teatro a Mil, Corporación Cultural Balmaceda Doce Quince, Corporación Cultural Matucana 100, Museo Violeta Parra y Fundación Larraín Echeñique (Museo Precolombino) y el recién inaugurado Teatro regional del Bío Bío. La disminución presupuestaria destinada a estas organizaciones en algunos casos incluso bordea el 30%.

La Ministra de Cultura argumenta en una entrevista reciente que la decisión responde a lograr una mayor armonía, equilibrio y descentralización en el uso de los recursos del Ministerio, apuntando a la diferencia presupuestaria entre lo que ella denomina “la cultura decantada y la cultura por venir”,  también señala que cada institución que ha visto disminuido su aporte tendrá que repensar su modelo de gestión con tal de optimizarlo y buscar recursos privados.

Como antecedente es bueno recordar que los aportes por glosa que el Estado hace a las llamadas Instituciones Colaboradoras, provienen de la idea de crear y  fortalecer a “colaboradores” que desarrollan la política pública de cultura, es decir, son la expresión de la mirada estratégica en cultura sobre la sociedad. En otros países, estas organizaciones son directamente parte del Estado (tal es el caso de la Cinemateca Nacional de México, por nombrar solo un ejemplo). En Chile se ha implementado un modelo mixto en el que el Estado invierte y el privado gestiona. Por eso la importancia de incorporarlos en la Glosa presupuestaria con tal de garantizar: una mirada de Estado por sobre los gobiernos; una gestión a largo plazo y un presupuesto basal que permita a estas instituciones atender los objetivos de la propia política pública.

Son estas instituciones las que permiten que el Estado cumpla su rol en la política publica de cultura sobre la sociedad.

La Cineteca Nacional, que cumple el rol público de preservar, resguardar y difundir el patrimonio fílmico del país, pertenece a este modelo mixto Teatro a Mil, que cumple un rol público importante en políticas de acceso a la cultura en artes escénicas; Gam, que al mismo tiempo pone a disposición altos estándares de bienes culturales y representa un espacio público donde transitan y habitan ciudadanos y artistas; Matucana 100 que cumple un rol fundamental en el acceso a los espacios culturales, desde su emplazamiento en un barrio en el que no existía oferta cultural; Museo Precolombino, que representa la gran tarea de poner en valor nuestras raíces Precolombinas; Balmaceda Arte Joven, como la primera institución en el país que aborda a una población vulnerable entregándoles herramientas artísticas a niños y jóvenes para producir en ellos importantes cambios sociales; el Museo Violeta Parra, que pone en valor uno de los aportes artísticos mas importantes de nuestra nación a través de la difusión del universo de Violeta Parra, pero sobre todo en su gran labor de cohesión de las redes que tejen las bases de nuestra sociedad; y, finalmente el Teatro regional del Bío Bío que representa la descentralización de la política cultural.

En este contexto y con los antecedentes expuestos, como Gestores Culturales nos preocupan varias cosas sobre el presupuesto de cultura, sin embargo queremos inicialmente, hacer énfasis en lo siguiente:

En primer lugar, nos preocupa la dificultad que puede significar para las instituciones afectadas la disminución presupuestaria, poniendo incluso en riesgo su viabilidad y al mismo tiempo la atención a sus destinatarios finales. Esta baja además se comunica a tres meses de su ejecución, por lo que las instituciones deberán “repensar” un modelo de gestión que podría incluso implicar cerrar sedes o despedir personal, lo que significa sin duda dar varios pasos atrás.

Nos preocupa que instituciones creadas como parte de un plan estratégico con el objetivo de desarrollar políticas públicas de acceso a la cultura o de resguardo patrimonial, no dispongan de un financiamiento basal público, estable y garantizado.

Nos preocupa que el financiamiento basal de estas instituciones opere bajo una lógica de mercado. Muchas de las instituciones colaboradoras mantienen un plan de gestión mixto con recursos públicos y privados, sin embargo no es posible delegar en la gestión privada los pilares estratégicos de estas organizaciones.  A saber, la mayoría de estas organizaciones tiene a lo menos un proyecto con certificación de Donaciones Culturales, sin embargo es conocido que el mundo privado no es particularmente atraído por la inversión en cultura que no represente hitos masivos.

Nos preocupa mucho que se valide la concursabilidad como fuente de financiamiento estructural. Los concursos son también una fuente de financiamiento ya utilizada por estas instituciones, sin embargo la propia naturaleza de este mecanismo no permite  la proyección a mediano plazo ni menos una apuesta estratégica.

AdCultura espera que esta situación sea revertida en la discusión parlamentaria. Confiamos en que los parlamentarios que forman parte de las comisiones de cultura, tanto de la Cámara de Diputados como la del Senado, sabrán poner en valor el sentido sustancial que implica un financiamiento basal público para estas Instituciones que tanto han aportado al desarrollo cultural de nuestro país.

Tehani Staiger