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Áurea Carolina, diputada brasileña: «Los feminismos serán la alternativa a la izquierda tradicional, que está perdida»

Por: Meritxell Freixas @MeritxellFr | Publicado: 22.10.2018
Áurea Carolina, diputada brasileña: «Los feminismos serán la alternativa a la izquierda tradicional, que está perdida» aurea carolina – brasil | / M. F.
Feminista, afrodescendiente, ex rapera y activista. La recién electa diputada en el Congreso Nacional de Brasil habla con El Desconcierto sobre el el devenir del país suramericano ante la amenaza de la extrema derecha de Jair Bolsonaro. Muy crítica con la izquierda del PT y con la derecha tradicional, siente que aún no está todo perdido y que podrían haber sorpresas en el resultado del próximo domingo.

Parece que el resultado de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil ya está sentenciado. Las últimas encuestas entregan casi un 60% de apoyo al candidato de la extrema derecha Jair Bolsonaro, por el Partido Social Liberal (PSL), frente al 40% que obtendría su rival del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad. Sin embargo, Áurea Carolina es insólitamente optimista y todavía mantiene la esperanza de que hasta el próximo domingo hay tiempo para “voltear votos”.

¿Hay margen para las sorpresas el próximo domingo?
– Estoy absolutamente convencida.

Áurea Carolina (34) fue electa diputada por el estado de Minas Gerais, al sud-este del país, el pasado 8 de octubre, en la elección legislativa que coincidió con la primera vuelta presidencial, por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), una escisión del PT que se situó más a la izquierda que éste. Con más de 162.000 votos se convirtió así en la primera representante del PSOL de Minas Gerais en ser elegida a la Cámara de Diputados.

Tras casi dos años como concejala en la Municipalidad de Belo Horizonte, donde ha compartido equipo y liderazgo con otra concejala de su partido en un mandato colectivo conocido como la «Gabinetona”, dejará la política local para ocupar su escaño en el Congreso Nacional de Brasil, dominado ahora por una mayoría parlamentaria de derecha.

Cientista política, activista y ex cantante de rap, ha visitado Chile para participar en el festival “¡A Toda Marcha!”, organizado por Revolución Democrática, junto con otros 15 líderes de la izquierda mundial. Recibe a El Desconcierto la mañana del sábado en el campus de la Usach, donde acaba de participar en una actividad. Luce una camiseta negra que en letras doradas dice: “minas & manas & monas & trans», que podría traducirse en chileno como «mujeres & colas & trans». Una buena síntesis de sus principales banderas.

aurea carolina

/ Raoní Beltrão do Vale

– ¿Cómo ha llegado Brasil hasta aquí?

– Tenemos un escenario de avance de la extrema derecha fundamentalista, de inclinación fascista, que llega después de una crisis política y económica producida y premeditada por los sectores más dominantes que intentaron desestabilizar el país para sacar los gobiernos progresistas del poder.

Los años de gobierno del PT generaron importantes transformaciones, conquistas de derechos sociales y mejora de las condiciones de vida de la población. Sin embargo, también reprodujo unas prácticas tradicionales apegadas al poder y también algunos escándalos de corrupción. Al mismo tiempo, hemos visto un aumento de la violencia urbana, del desempleo y más vulneración de la mayoría de la población. Los grupos dominantes planearon un golpe que sacó a la presidenta Dilma [Rousseff] del gobierno e impuso una agenda muy austera y antidemocrática de retirada de derechos, como la reforma laboral o una enmienda constitucional que congela las inversiones sociales por 20 años, una cosa sin precedentes en el mundo.

-¿Y a nivel social?

-Intentaron producir un cambio cultural en la actitud de las personas para que la gente también justificara la necesidad de la salida del PT del poder. Se creó un imaginario muy antipetista que tiene que ver, en parte, con los errores de los gobiernos petistas, y con una idea falsa que se impuso de que el PT es el gran culpable de los problemas del país. Yo no soy del PT, tengo muchas críticas al partido, a sus decisiones y métodos, pero hay que reconocer los avances importantes que hubieron como la inclusión de miles de jóvenes, negros y de origen popular en las universidades, que es un hecho inédito y transformador para una sociedad muy racista como la nuestra y que tiene una extrema desigualdad socioeconómica.

-¿Cómo se planea este cambio cultural? 

-El tema de la seguridad es determinante. En Brasil la violencia urbana es una locura: son 30 homicidios por cada 100.000 habitantes. Es una estadística que no tiene comparación con nada. Los noticieros sensacionalistas cada día repiten que los delincuentes tienen que morir, que hacen falta más armas, más represión, más cárceles. En los medios, hay una apología cotidiana de la violencia. Bolsonaro es un tipo que potencia este sentimiento de miedo e inseguridad, que tiene una razón de existir en la población. Otra cuestión es la agenda moral, y ahí los grupos religiosos que están desde hace años en el poder en Brasil, que ya tienen un montón de parlamentarios y gobernantes electos, como los evangélicos más fundamentalistas -no hablo de los evangélicos en general-, están trabajando con una agenda moral de crear pánico con las feministas y los LGBTI. Dicen que estamos imponiendo una conducta que en las escuelas se enseñen valores en contra de la familia tradicional y trabajan con el miedo de la población al cambio de costumbres. Tienen un proyecto que se llama “Escuela sin Partido”, que es una especie de franquicia internacional que existe también en otros países, para que en las escuelas no se pueda debatir más sobre política, ni hacer reflexiones críticas porque dicen que es un adoctrinamiento ideológico de izquierda. También hay el control sobre la sexualidad, la censura de la cultura, de las artes… Es un paquete de cosas. Además, la agenda moral se maneja a través de noticias falsas en base a la ignorancia general, para que la gente no piense demasiado.

-Precisamente, sobre este punto, Bolsonaro ha promovido su campaña a través de las redes sociales, y mucho menos en radios o TV. Incluso hubo empresas que han comprado bases de datos para mandar mensajes masivos a su favor por WhatsApp. Ese uso de las redes sociales se repite en el actuar de la extrema derecha global, en Europa, en otros países de América Latina -como acá en Chile-, o con Donald Trump.

-La extrema derecha global tiene una coincidencia de intereses económicos, unos métodos para utilizar las redes sociales de forma manipuladora. Por ejemplo, el tipo que planificó la campaña de Trump [Steve Bannon] está ligado a la campaña de Bolsonaro. Las redes producen otra subjetividad, otra manera de relacionarnos que a veces es muy individualista, de competencia y apariencia. Son un terreno muy fértil para los prejuicios, la superficialidad y el engaño. En 2014, cuando terminó la segunda vuelta electoral en Brasil, ya decían que Bolsonaro sería el candidato para 2018. Encontraron un nombre al primer día. Hay una premeditación muy grave de este proceso y van a encontrar un Bolsonaro en cada país y lo adaptarán según el contexto. Bolsonaro es un tipo de la vieja política y está en el poder hace mucho tiempo, pero lo presentan como un outsider. No lo es, pero las noticias falsas pueden imprimir la imagen de un nuevo político.

aurea carolina brasil

/ Agencia Uno

«Hace falta volver a los territorios»

-Una importante bolsa de votos de la centroderecha del PSDB, partido del actual presidente Michel Temer, fueron a parar a Bolsonaro. Temer, su partido y sus políticas prepararon el escenario político, económico y social para que la extrema derecha despegara. ¿Han creado su propio monstruo?

-Para Temer esto no es un problema, para nada. Temer es connivente con estos grupos ultraviolentos. Él y una concentración de actores del poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, junto con empresarios y medios, impusieron una agenda muy violenta. Temer no está en el campo de la derecha liberal, Temer es un horror, es otra cosa. Pero hay una derecha más moderada y liberal que quizás no previó la fuerza de la extrema derecha y se les escapó de las manos. Ahora la ola los ahoga. Sin embargo, tampoco se están posicionando con el discurso de que Bolsonaro es una amenaza. Por eso, hay una cierta inclinación neofascista también en esta derecha liberal que considera que si gana Bolsonaro no está tan mal. No sé qué cálculo están haciendo, pero no están provocando ninguna fuerza para detener a Bolsonaro. Hay un empuje de la sociedad hacia un consevadurismo, odio e intolerancia crecientes.

-¿Qué opina de la estrategia que ha seguido el PT de mantener a Lula como candidato prácticamente hasta el final, pese a su enjuiciamiento?

-No lo sé aún. Tendremos que evaluarlo luego. Hay una necesidad de hegemonía. Los partidos siguen compitiendo de una manera muy fea y la estrategia de Lula fue aislar Ciro Gomes, el segundo candidato en votos [Partido Democrático Trabalhista – PDT] dentro del campo democrático y tercero en el resultado general. En eso no estoy de acuerdo. El PT hizo un cálculo muy arriesgado y hasta el último momento Haddad no estuvo visible. Así cuesta muchísimo construir un liderazgo, una imagen para que la gente se apegue. Pasada la segunda vuelta, tendremos que bajar las emociones y hacer un análisis muy responsable. Ahora lo importante es la lucha para voltear votos, sobre todo de las mujeres y la juventud, que aún tienen mucha confusión y dudas. Hay grietas, por eso estamos creando comités democráticos en las calles, espacios públicos conversar de manera acogedora, para intentar quitar votos a Bolsonaro.

-¿Qué autocrítica hace el conjunto de la izquierda brasileña ante este escenario?

-La izquierda en general es muy blanca, muy masculinizada, muy heteronormativa, muy de clase media. La izquierda tiene que ser pueblo. Las luchas democráticas tienen que ser de la población, diversas, no jerárquicas, no de competencia, sino de comprender que hay una interseccionalidad entre las agendas: el feminismo también tiene que ver con la vivienda, las discusiones raciales también son economía… Hace falta volver a los territorios, donde las papas queman -una expresión que aprendí hoy-, enfrentando las injusticias, los poderosos, los rentistas, los que están explotando los cuerpos y la vida de las personas. La ocupación institucional del poder no es un fin en sí, es un medio para estar al servicio de las luchas. Esta es la autocrítica.

-Eso es difícil. Las fuerzas de izquierda emergentes se ven atrapadas a veces por estas lógicas institucionales y burocráticas. Por eso mismo a veces se ha criticado al Frente Amplio en Chile, pero también ha pasado en otros países, como en España con Podemos.

-Sí, es muy difícil. Es que la única vacuna que hay contra eso es el trabajo cotidiano en los territorios, con las personas que sufren directamete las consecuencias más graves de la hiperconcentración de la riqueza. No hay otra manera. Si olvidamos el trabajo cuerpo a cuerpo será inevitable reproducir una idea de poder colonizadora, racista y machista.

-¿Fue esa una de las apuestas de tu gestión colectiva en la Municipalidad de Belo Horizonte?

-Sí, es un laboratorio que tiene como eje principal que esta nueva organización dentro de la institucionalidad esté al servicio de las luchas. Eso significa que todos los recursos y procesos legislativos de incidencia formal miran hacia las demandas que nos llegan desde la ciudadanía. Como proyectos de ley hacemos propuestas que vienen de una escucha, una construcción colaborativa, un aprendizaje junto con las personas que están en las luchas.

-¿Algún ejemplo concreto?

-Los vendedores ambulantes de mi ciudad sufren muchísima persecución policial. El último año, la alcaldía  impuso una operación de expulsión forzada de estos trabajadores del centro de la ciudad. Nosotros no teníamos mucha conexión con ellos, pero ante la crisis empezamos a trabajar con ellos en las calles, haciendo asambleas, oficinas de formación política… No conseguimos detener la operación del alcalde, sin embargo, hoy tenemos una red de trabajadores informales mucho más politizados, unidos, más conscientes y más fuertes para enfrentar la violencia. No es necesariamente una victoria institucional, pero sí una victoria del cotidiano de la lucha. Otro ejemplo, en el rol legislativo creamos los llamados LabPops, que son laboratorios populares de leyes, en los que invitamos a la gente a crear con nosotras lo que vamos a proponer. Es una participación más compleja y más lenta, pero genera un aprendizaje y lo más importante, más allá de aprobar los proyectos, es el proceso de creación de éstos, las relaciones que generan, las conexiones y redes. Hemos elaborado cinco proyectos en estos LabPops que tratan de derechos de pueblos y comunidades tradicionales, de mujeres en situación de violencia… También entregamos parte de nuestros sueldos de concejalas a iniciativas socioculturales.

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/ Facebook

«Los feminismos van a salvar el mundo»

-Como mujer, joven, afrodescendiente, feminista, y pensando en el caso de Marielle Franco, con quien mantiene esas similitudes, ¿es más difícil para las mujeres hoy ejercer la política en Brasil?

-Sí, es muy difícil. Pero también estamos en un momento en que es una necesidad ineludible. En esta elección en que el partido de Bolsonaro creció muchísimo también salí electa yo y otras mujeres negras que salieron del mandato de Marielle en Río. Fuimos varias mujeres negras y feministas que logramos quedar electas. Claro, somos muy pocas comparadas con los demás, pero somos muy calificadas y muy valientes. Los feminismos van a salvar al mundo: los feminismos comunitarios, negros, trans, de las personas con discapacidad… van a contrarrestar no sólo el fascismo, sino también el modelo de las izquierdas tradicionales, que están perdidas. Los feminismos diversos y plurales están construyendo comunidades de cuidados, de conocimiento, de acción práctica en el cotidiano.

-¿El feminismo, entonces, será la alternativa a la izquierda tradicional?

Totalmente. Y sobre todo, los feminismos críticos que cuestionen los privilegios incluso de las mujeres blancas, establecidas, de clase media. Porque será un feminismo más incluyente, que cuente con las voces disonantes. Un feminismo que tiene aprecio por la convivencia.

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