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Opinión

El amor es político: Poliamor y feminismo

Por: Francisca Millán | Publicado: 25.10.2018
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Históricamente las izquierdas han revindicado derechos sexuales y diversidad, sin embargo, siempre ha sido en claves conservadoras, en tanto esperar que sea bajos cánones determinados. Hoy, debemos entender como politizada la idea de que cada quien pueda decidir cómo y con quiénes o cuántos amar, y no caer en hegemonizar una sola forma de hacerlo.

Hoy las parejas o familias se estructuran bajo una idea única de amor. Un amor que se muestra idílico, pero que en la realidad está subordinado a las leyes del mercado y a los valores de la sociedad capitalista, como el consumismo, clasismo, racismo, patrones de belleza, conveniencia, etc. Y anclado a dispositivos de control que nos sitúan en la obligación de la monogamia, heterosexualidad, la abnegación, subordinación y postergación. Todo lo cual provoca la romantización de dichas dinámicas de poder, traducidas en fantasías sobre el príncipe azul, la media naranja, el amor de la vida, el amor que duele, el sacrificio y la exclusividad sexo afectiva como expresión de todo ello.

Ha llegado el momento de reconocer abiertamente que el amor no es solamente un poderoso factor de la naturaleza, que no es únicamente una fuerza biológica, sino también un factor social. Lo cierto es que el amor en sus diferentes formas y aspectos, ha constituido en todos los grados del desenvolvimiento humano una parte indispensable e inseparable de la cultura de cada época. Hasta la hegemonía, que reconoce algunas veces que el amor es “un asunto de orden privado”, sabe en realidad cómo encadenar el amor a sus normas morales para que sirva al logro y afirmación de sus intereses de clase.

Cómo vivimos el amor también tiene mucho que decir respecto de la intelectualidad cultural de cada época y de las relaciones de poder que lo atraviesan. Es decir, la noción de amor que cada sociedad construye y transmite se define desde una ideología. Por eso, el amor es indisociable del ideal a partir del cual se lo valora y concibe.

El amor es un sentimiento social, histórico, por tanto cambiante, cuya valoración moral varía según la ideología y los intereses a partir de los cuales se lo reglamente. Según la normatividad que lo estructure, el amor puede servir para construir relaciones amorosas igualitarias u opresivas. Pero eso no depende de los individuos aislados, sino, de la sociedad en su conjunto.

Actualmente, existe la idea de poliamor derivado de la idea de amor libre: Es habitual que la defensa del poliamor se haga en alusión al amor en libertad, no obstante, no hay principio de solidaridad alguna en mantener estructuras amorosas múltiples con las mismas características de posesión espiritual que el amor romántico y desde la misma posición individualista. Desde una perspectiva de clase, la estructura de aislamiento y de falta de solidaridad se mantiene intacta ya que el amor se mantiene dentro de su faceta egoísta. No se trata de establecer numéricamente más o menos relaciones sexo-afectivas sino de transformar el sentimiento amoroso egoísta (el que lleva a justificar el poliamor porque “nadie te lo va a dar todo” o porque “eres libre de hacer lo que quieras”) en sentimiento solidario. El sentimiento solidario, el sentimiento entre camaradas -Amor de camadería como diría Alexandra Kollontai- que nos lleva a comprender que el amor va más allá del amor sexo-afectivo, más allá del amor fraterno, más allá de la amistad; y a su vez está dentro de todos ellos, creando las redes de apoyo mutuo que serán fundamentales para la construcción de una nueva sociedad.

Es entonces vital, que entendamos el concepto de amor en libertad como aquel que nos ayude a deconstruir las premisas hasta hoy hegemónicas, uno que nos invite a establecer relaciones simétricas, respetuosas y basadas en el conocimiento mutuo, de la cual pueden derivar nuevos pactos sociales que sean producto de decisiones autónomas. De ello, pueden derivar monogamias conscientes o relaciones abiertas, y estas podrán ser sanas en la medida de que se haya construido esa nueva forma de entender el afecto. Uno que libere y jamás oprima, recuperando así la libertad que históricamente se nos ha arrebatado a pretexto de obtener ese sueño que solo resulta castrador pero que socialmente se nos ha dicho que es el que debemos tener.

Por otra parte, si bien el poliamor no es derivado obligatorio del amor libre, es un desafío en las fuerzas progresistas aportar corriendo el cerco en normalizar los distintos esquemas relacionales. Históricamente las izquierdas han revindicado derechos sexuales y diversidad, sin embargo, siempre ha sido en claves conservadoras, en tanto esperar que sea bajos cánones determinados. Hoy, debemos entender como politizada la idea de que cada quien pueda decidir cómo y con quiénes o cuántos amar, y no caer en hegemonizar una sola forma de hacerlo. Pues entender el amor en libertad, revindica también la idea de poder determinar colectivamente la forma en que pretendemos hacerlo.

Es entonces, un desafíos de los feminismos emancipatorios revindicar nuevas formas de amor, pues solo esto podrá liberar a las sujetas históricamente oprimidas -las mujeres- de dicha forma de control, la forma que nos ha hecho mantener la estructura familiar servil a su vez, a una estructura única. Esa, que nos ha hecho creer que nuestro lugar en la sociedad no es político, que sólo nos debemos al afecto y a todas las violencias que de ese esquema derivan. Cuando sepamos amar bajo nuestros términos, entonces empezaremos a ser realmente libres.

Francisca Millán