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Coquimbo Unido posterga su celebración y sólo empata 0-0 ante Melipilla

Por: El Desconcierto | Publicado: 29.10.2018
Coquimbo Unido posterga su celebración y sólo empata 0-0 ante Melipilla Coquimbo Melipilla |
En un partido parejo, el cuadro pirata mostró una conservadora apuesta y pospuso el ascenso para la próxima fecha, a jugarse en el puerto. Melipilla, con un hombre más por 40 minutos, no pudo aprovechar la superioridad numérica y quedó fuera de la liguilla de ascenso. Ambos equipos terminaron con 10.

Enrique Olivares N°1003, Estadio Bicentenario de la Florida, 27 de octubre, 16:50 horas. A un par de cuadras del Estadio, el paisaje floridano cambiaba su sequedad suburbana por la vivaz rebeldía del puerto pirata: una enorme caravana de buses destartalados anunciaba ambiente de final, los vendedores ambulantes ofrecían casi exclusivamente banderas aurinegras -unas cuantas mufaban a “Coquimbo Campeón”-, y los hinchas nortinos, a paso ansioso, se comían las uñas en la cola eterna del ingreso a la galería sur. La localía de Melipilla, en Santiago, no sería más que una formalidad, pues a los de la cuarta región se les hicieron pocas las 6 mil entradas disponibles. Y no era para menos, un triunfo coronaría a Coquimbo Unido como campeón y le daría el ascenso a la división de honor, tras 11 años resistiendo en las pellejerías de la B. Pero el potro, aún con la esperanza abierta de la liguilla de ascenso, sería un hueso duro de roer.

En el minuto 2, el “Rayo” Fuenzalida supera al lateral derecho, Mario Pardo, y despacha un zurdazo por arriba del travesaño. Melipilla, con actitud enardecida, le avisaba temprano al puntero que tendría que jugar al límite si quería sacar el cotillón en Santiago. En la jugada siguiente, el mismo Pardo, de exquisita pegada, remata desviado por sobre el horizontal. Intensos primeros 15’ en el pasto sintético del Bicentenario, en que los tres delanteros del puntero obligaban a la defensa del Maipo a mantener sus laterales en plenas funciones defensivas.

En el 19´, Sandoval, en un intento por salir jugando por abajo, hace una de más y pierde el balón irresponsablemente a 20 metros del pórtico. El goleador del campeonato, el argentino Rodrigo Holgado, enfila solo al arco, rematando con borde interno, en dirección precisa al segundo palo, tan ajustado que estrella al poste. De milagro no cayó el primero.

Deportes Melipilla insistía principalmente por el sector izquierdo, a través de un activo Fuenzalida, pero no lograba hacer jugar a Guerreño y Pinto, agobiados ante la retaguardia nortina. Por su parte Coquimbo, sin mostrar superioridad en la posesión, lograba acercarse con mayor profundidad: en el 32’ Pardo ejecuta un tiro libre al palo de Fuentes, que rechaza al córner; y en el 36’ Ferreira resuelve en jugada personal un contragolpe, despachando un derechazo de 25 metros que obliga una oportuna volada del portero Melipillano. La cancha se estaba cargando hacia el arco potro, sin embargo, al minuto siguiente, Mathias Pinto aprovecha una desinteligencia en el ataque coquimbano, recupera el balón y queda mano a mano contra el último hombre, Diego González, que opta por derribarlo, ganándose la segunda amarilla. Los piratas se quedaban con diez y empezaban a temer, al menos, en la postergación de las celebraciones.

Los del Maipo, habituados más a resistir que a tomar la iniciativa, no supieron capitalizar el hombre más, ante la conservadora resistencia del DT Graff, que reordenó un timorato 4-4-1 (parecido, a ratos, a un 4-5-0), renunciando a darle una alegría a los 6 mil que llegaron a La Florida. Término del primer tiempo y el candidato a campeón se fue a los camarines desencajado, carente del aguante que su hinchada mostró a destajo.

El inicio del segundo tiempo se mantuvo en esa tónica, en un equilibrio que parecía que favorecería al “local”. Esto hasta el minuto 20’, en que, quizá gracias a las provocaciones de la barra Melipillana –“¡Coquimbo tiene miedo, Coquimbo tiene miedo!”-, el cuadro pirata amaga retomar su dignidad y sale a buscarlo adelantando a sus tres delanteros, aunque con el pie en el freno, cuidando no exponerse más de la cuenta.

Por eso el pisotón de Fuenzalida a Álvaro Delgado, sancionado con roja directa en el 74’, podría haber sido un tanque de oxígeno al alicaído equipo porteño. 10 contra 10 y no habían excusas para no ir a buscarlo. Pero Coquimbo Unido, con notorio pánico escénico, continuó jugando el papel de equipo chico, a diferencia de los jugadores del potro, que expelían amor propio y hacían circular el balón con el gol entre ceja y ceja, sabiendo que sólo la victoria les mantenía en carrera por la liguilla.

En el 80’ Meneses hace una diagonal, a perfil cambiado, y saca un remate que se va pocos centímetros encima del poste. Y en el 85’, la polémica de la tarde: tiro libre del ex UC hacia el área nortina, el arquero sale a interceptar el centro y queda corto, el rebote lo agarra Guerreño, cuyo remate es despejado por el central Silva desde dentro del arco. Increíble el gol que se comieron el árbitro Felipe González y sus asistentes, un error que impidió a Deportes Melipilla alzarse como justo ganador, mantenerse en pelea por la liguilla y ponerle suspenso a la disputa del primer lugar de la Primera B.

Partido finalizado. Coquimbo Unido mira de reojo a Cobreloa, que finalmente gana, y le da la oportunidad de campeonar en el Francisco Sánchez Rumoroso, de locales, en una fiesta esperada por el puerto pirata desde hace 11 años. Deportes Melipilla, tras el campañón del debutante Adomaitis -63% de rendimiento, sólo una derrota en 8 partidos-, queda rumiando la injusticia y la frustración de haber encontrado el equipo demasiado tarde. Le faltó campeonato al potro, que quedó sin ninguna posibilidad de acceder a la liguilla de ascenso después de los resultados de sus rivales directos.

La salida del estadio se producía en medio de la parsimonia habitual, teniendo los hinchas de Melipilla que aguardar a que los de Coquimbo abandonaran el recinto. En esa espera, se produce un fuerte encontrón entre dirigentes: una discusión entre Carlos Encinas y Antonio Riquelme por poco no llega a los golpes, provocándose una batahola que involucró incluso a sus beligerantes acompañantes. Sólo los gritos de la hinchada local, llamando al orden, más la intervención civilizatoria de los cercanos, evitó un bochorno de mayores proporciones.

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