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Después de Filsa: ¿bien común o poder e intereses particulares?

Por: Eduardo Farías | Publicado: 14.11.2018
Después de Filsa: ¿bien común o poder e intereses particulares? Filsa |
Reunir la edición chilena bajo condiciones equitativas tiene que ser el objetivo de una feria como la Filsa; la lógica que evidencia en la actualidad es nociva porque es un negocio privado con dinero público y porque segrega bajo la lógica de mall.

El conflicto en el mundo del libro a propósito de la Feria Internacional del Libro de Santiago y de su competencia, el Festival de Autores (FAS), organizado por la Corporación del Libro y la Lectura, que se realizó en el El Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica y en el GAM, es una oportunidad para disputar la hegemonía de intereses particulares en la organización de Filsa y avivar las llamas del caos que se le avecina a la Cámara Chilena del Libro. No es posible, no puede ser permitido que continúe la perpetuación de un modelo económico neoliberal en un rubro que marca culturalmente una sociedad.

Junto con las bajas ventas de Filsa, la competencia (válida) del Festival de Autores ha puesto en jaque no solo el modelo mismo de Filsa sino también la lógica de la edición de libro en el capitalismo neoliberal. Me explico:

Primero, Filsa es un modelo de feria donde la diferencia entre las editoriales no se basa en la calidad de sus catálogos, sino en la cantidad de metro cuadrado que pueden comprar, así pagan entre tres y quince millones de pesos. El Festival de Autores, feria de la edición de grandes grupos económicos y otros editores locales, funciona con la misma lógica, pese a que sus actividades son gratuitas. Así la pomposidad de la puesta en escena, la exclusividad de participación les posibilita generar ganancia: más de lo mismo. El Festival de Autores no es una alternativa real a Filsa, es simplemente una muestra de la capacidad de grandes grupos económicos de escindirse, organizarse y promover, mediante críticas hipócritas, la destrucción del medio editorial en pos de la concentración editorial. No se engañen con el argumento simplón de que sus actividades son gratuitas como una muestra de santidad comercial, porque a la edición de grandes grupos económicos siempre le fue favorable el formato de Filsa, que ahora tanto desprecian; son ellos los que obtuvieron rentabilidad con un negocio hecho a su medida desde los años ochenta y que llevan adelante en una feria paralela con la misma lógica de exclusión o la búsqueda del éxito de intereses particulares.

El Festival de Autores practica lo mismo que critica públicamente. Para la Corporación del Libro y la Lectura ha sido mejor restarse y jugar en contra de los intereses colectivos, pues ellos necesitan sí o sí el mayor espacio posible para atraer la atención del público y moverlo a ese consumo basado en la realidad del espectáculo. En otras palabras, el Festival de Autores y Filsa funcionan de la misma manera: el comprador no solo elige un libro por su cubierta, por su contenido, por su manufactura; sino que también por la imagen que la editorial le presenta, por su stand, lo que siempre está antes de la experiencia con el libro mismo. Así, es mejor tener un puesto de venta muy grande y muy bien diseñado a una mesa con un mantel. La compra de metro cuadrado y el diseño de stand permiten que el comprador caracterice la calidad de los libros en base a la calidad de los primeros. En consecuencia, esta lógica de concentración de espacio y de marketing visual mantiene y promueve la misma sociedad del espectáculo.

Segundo, todos hemos sido cómplices, aunque hayamos sido críticos, de mantener un modelo de feria basado en la exclusión voluntaria, en la desigualdad económica, en la expresión evidente de lo salvaje del capitalismo, lo que todos veíamos en la diferencia entre los megastands y en los puestos de la carpa. Pues bien, ¿es posible que se construya una Filsa distinta en su modo de exhibición de libros? Sí, sin duda, para eso primero la organización no puede ser exclusividad de una empresa para el financiamiento de la Cámara Chilena del Libro, por lo tanto, no se puede sostener un negocio privado disfrazado de política pública. Para ello, debe ser organizada sin fines de lucro, con acceso liberado; sin embargo, estas dos condiciones por si solas no aseguran que la Filsa no sea lo que hoy es.

La tercera condición es fundamental: abandonar la lógica de mall, esa lógica que implica la concentración de espacio y la exclusión de todas aquellas (micro)editoriales que no pueden solventar la inversión del stand. ¿Para qué? Para que justamente exista una presencia real de todos los actores involucrados, para que pueda ser evidente la bibliodiversidad de este país y no una mera ficción, lo que constituye una política de lectoría real y no un mero negocio de un gremio productivo. Por eso, la lógica de exhibición de Filsa debe promover la equidad de condiciones, pues los libros tienen que competir por sus características y no por la capacidad de compra de espacio de exhibición por parte de una editorial. Esta equidad de condiciones significa simplemente disponer de un mesón con un mantel e iluminación, por ejemplo, a la manera de ferias independientes, tales como la FLIA, la Furia del Libro y, en su última versión, la Primavera del Libro. ¡Muerte al stand y al megastand!

Por último, reunir la edición chilena bajo condiciones equitativas tiene que ser el objetivo de una feria como la Filsa; la lógica que evidencia en la actualidad es nociva porque es un negocio privado con dinero público y porque segrega bajo la lógica de mall. El piso mínimo de discusión entonces es una organización colectiva, sin fines de lucro, que determine la entrada liberada para los asistentes y con condiciones equitativas de exhibición que promueva la presencia de todos los actores involucrados en la creación de la bibliodiversidad que posee este territorio. Sino, seguiremos viendo una Filsa donde hay un Ripley vendiendo libros y estrechos pasillos para las pequeñas tiendas.

Eduardo Farías