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«Lemebel» de Soledad Bianchi: Resituar una escritura políticamente densa

Por: Raquel Olea | Publicado: 19.12.2018
«Lemebel» de Soledad Bianchi: Resituar una escritura políticamente densa foto sole | Raquel Olea, Pedro Lemebel, Carmen Berenguer y Sole Bianchi. 2010
Ocho artículos –algunos escritos como presentación de libro en el momento de su publicación– configuran una textualidad que lee sus crónicas con la voluntad de demarcarlas de las políticas editoriales de mercado que construían, entonces, un lector ad hoc, complacido y acrítico, ávido de entretenimiento, después de años de oscurantismo cultural. Soledad Bianchi leyó y escribió sobre Lemebel apostando por una escritura entonces riesgosa, marginal, sin destino previsible, ni menos exitosa.

Ya en vida, Pedro Lemebel pintaba para leyenda. El desparpajo de su escritura y su inclaudicable negatividad frente a las políticas conciliadoras con que se construía la transición a la democracia le hicieron intérprete y protagonista de las posiciones que siempre miraron con desconfianza los festejos del éxito posdictatorial. Lemebel, en su palabra deslenguada y “loca”, no hizo concesiones a su pensamiento de izquierda. Escandaloso e insolente por ahí se escuchaba que había escupido al ministro Cruz Coke, que dejó con la mano estirada a un escritor de derecha, que increpó a Carcuro su indiferencia ante la prisión política de su hermana y, entre otras cosas, sus crónicas desembozaban los blanqueos de quienes apoyaron la dictadura. Su boca y su mano no repararon en decir y escribir ese deseo de desenmascarar lo acomodaticio de una transición bien acomodada con “la medida de lo posible”.

Mientras la derecha avanzaba y la izquierda transaba, Lemebel, valiente y libertario,  construía una narrativa  transicional que desordenaba complacencias oficiales. Índice del efecto de su figura pública, su velorio y su entierro convocó lectores y auditores, escritores –no tantos-, estudiantes, batucadas, travestis, feministas que desfilaron ante su cajón transformado en altar kitsch, donde, entre tacos, flores, fotos e imágenes múltiples se escuchaba su voz en la iglesia de la Recoleta Franciscana. Los curas abrieron sus puertas para velarlo y de paso escenificaron una fiesta pagana que lo acompañó en una despedida alegre, combativa e irreverente, como le hubiera gustado.

A Lemebel no le costó nada transformarse en un espectáculo público. “Animita” santiaguina. A dos años de su muerte han proliferado libros, obras de teatro, proyectos múltiples de películas; y colectivos de jóvenes con su nombre que despliegan  continuidades de políticas, de escrituras y de la performance travesti que él instaló.

En Filsa 2018 se vieron varios libros sobre su obra y/o su figura, tal como en estos días abundan en las ferias Primaveras y Furia del libro con presentaciones y mesas de conversación que preservan su memoria en un espectáculo de alta convocatoria.

Los modos de recepción, las modas y las formas en que se cursa la cultura, los tránsitos de instalación y éxito en los mercados, hacen necesaria una reflexión sobre las transformaciones y deformaciones con que las tecnologías del espectáculo desplazan el cuerpo textual de una producción de sentido y el cuerpo sexual de un posicionamiento político, hacia zonas más blandas de la cultura, limando y suavizando ribetes más indomesticables en las estéticas críticas.

¿Cómo un objeto cultural resistido  transita desde el margen a la masividad? ¿Qué es lo que modifica las formas de recepción? Lemebel tuvo públicos diversos: auditores, lectores y espectadores de su oralidad, su escritura y su performance. Distintos momentos de su producción y distintos escenarios culturales marcan su recorrido; hoy todo parece fundirse en un lugar único que engloba la estridencia unidimensional de una figura despojada de complejidades y matices críticos de mayor densidad. Por ello me parece necesario destacar la lectura de la obra y escritura de Lemebel que escapa a “las modas” y al espectáculo que amenaza su densidad crítica. Soledad Bianchi, en su libro Lemebel, lo devuelve y resitúa en la productividad más políticamente densa de su escritura. Ocho artículos –algunos  escritos como  presentación de libro en el momento de su publicación– configuran  una textualidad que lee sus crónicas con la voluntad de demarcarlas de las políticas editoriales de mercado que construían, entonces, un lector ad hoc, complacido y acrítico, ávido de entretenimiento, después de años de oscurantismo cultural. Bianchi leyó y escribió sobre Lemebel apostando por una escritura entonces riesgosa, marginal, sin destino previsible, ni menos exitosa. Lemebel comenzó escribiendo en periódicos de baja cobertura, leyendo sus crónicas en Radio Tierra, radio feminista de baja audiencia, y publicando en la Editorial Cuarto Propio, entonces desconocida, quizás la primera de las independientes. El conjunto configuraba un circuito de recepción acotado, posicionado políticamente en un lugar crítico a la oficialidad que buscaba  advenimientos a los consensos transicionales.

Soledad Bianchi, amiga cercana del escritor, precede sus textos de un perfil en que cruza su propia posición y biografía con la de Lemebel, como parte ambos de un mismo lugar político. Situándolo en la tradición latinoamericana, del neobarroco que compartiría con S. Sarduy, N. Perlongher, C. Monsivais; Lemebel “neobarrocho”, dice Bianchi, haciendo un retruécano entre barroco y Mapocho, en una alusión topográfica a una de las orillas desde la que Lemebel escribe Santiago, después de los noventa. Cada texto fechado, según la publicación del libro a que refieren, comparte el tiempo de escritura con Lemebel y  produce un dialogo simultáneo y contemporáneo entre ambos, como modo de inscribir una mirada de la sociedad chilena y la recepción de esa mirada. El texto de Bianchi viene a coartar la mitificación o la santificación a que arrastra la producción de espectáculo, al llamar la atención, no solo sobre lo exterior y llamativo de su figura, sino sobre las singularidad de sus políticas de escritura y los procedimientos que marcan sus objetivos en la construcción de una mirada cultural y crítica a un momento histórico que necesita ser narrado desde perspectivas otras que las del facilismo y las mediaciones de intereses que sirven a ciertos poderes en disputa, o disputa de poderes. Tanto Bianchi como Lemebel se sitúan en la relevancia de ciertos principios de la memoria, de la sátira a las mentiras triunfalistas y sobre todo de las transacciones y traiciones a promesas y expectativas  políticas.

Bianchi señala con agudeza cómo Lemebel mira, habla y escribe lo que escribe, cómo su tránsito urbano y escritural demarca cartografías y trayectos políticos que quisieran ocultarse. “Pupila equis” dice Bianchi, para precisar en la mirada de Lemebel una escritura radiográficay exacta. Lemebel escrito por Bianchi no cede solo a las luminarias de los grandes focos, sino que destaca la iluminación de una textualidad crítica, única en la transición chilena.

Lemebel

Soledad Bianchi

Editorial Montacerdos

134 páginas

Precio de referencia $12.000

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