Avisos Legales
Opinión

La disputa de las mujeres en la música popular chilena

Por: Juan Pablo González | Publicado: 09.01.2019
La disputa de las mujeres en la música popular chilena muejres musica |
En un continente donde hay unos veinte cantautores de fama mundial -como Atahualpa Yupanqui, Chico Buarque o Silvio Rodríguez–, hay una sola mujer de esa talla: Violeta Parra. Si bien las cantautoras chilenas se han beneficiado directamente de este formidable legado, Violeta Parra también pudo haber sido una influencia paralizante, por la dificultad de absorber tamaña influencia. Esto se empezará a resolver recién a comienzos del siglo XXI de la mano de la nueva presencia de la mujer en la sociedad contemporánea, con la aparición de sus nietas artísticas.

Junto al  complejo escenario político que vivíamos al final de la dictadura en Chile, la década de 1990 marcaba la culminación del exitoso modelo productivo impuesto por la industria discográfica desde los años veinte, organizada en torno a un puñado de grandes compañías trasnacionales. Estas compañías, llamadas Majors, instalaron un enorme mercado del disco en el mundo, que potenció el desarrollo de una música masiva, mediatizada y modernizante que ha inundado casi la totalidad de nuestras vidas y que también jugó un papel en la transición post-dictadura.

Dentro del amplio y variopinto campo musical de los años noventa, en que estas Majors hicieron importantes apuestas en el país, hay géneros y repertorios donde no sólo imperó el valor comercial impuesto por la industria, sino que el valor estético propuesto por los propios músicos. Estos repertorios, que podemos denominar autorales, han formado parte de las narrativas de identidad de los chilenos tanto durante como después de su aparición. Se trata de canciones agrupadas por la industria en géneros de vasta presencia internacional, según el espíritu cosmopolita de la música popular. Si bien estos géneros han surgido y se han desarrollado en otras latitudes, también fueron “criados” en Santiago, Valparaíso o Concepción en los años noventa, adquiriendo la categoría de chilenos. Me refiero al pop/rock, al hiphop, al punk, a la fusión, a la nueva canción y a la cantautoría, los seis géneros que sustentan una música popular chilena de carácter autoral de fines del siglo veinte.

Lo que llama la atención es que dentro de los más de cuarenta músicos y bandas autorales activas en el país en la década de 1990, solamente aparezcan ocho mujeres, un 20%. Esto manifiesta la tendencia masculinizante en la música popular de autor que poco a poco se empezaba a revertir a fines del siglo pasado. No sólo la Nueva Canción Chilena había sido un movimiento de características épicas-masculinas, sino que el propio rock, punk y hiphop eran “cosas de hombres” desde su aparición. Sólo el pop inclinaba su balanza hacia la mujer y acogía la aparición LGBT en la canción de masas.

Cuatro de estas ocho mujeres son de la familia Parra –Isabel, Colombina, Javiera y Tita–; una, como las Parra, proviene de una familia de artistas: Magdalena Matthey; y otras tres son nacidas o criadas en París: Juanita Parra de Los Jaivas, Caroline Chaspoul de Pánico y Anita Tijoux de Makiza. Parece evidente, entonces, que tanto los lazos familiares con Violeta Parra como haberse iniciado en la música en el extranjero –París, en particular– fueron elementos centrales para impulsar a la mujer a ingresar a un campo autoral dominado por hombres en el Chile de los años noventa. El legado de Violeta Parra resultó central, especialmente en la generación de sus nietas sanguíneas, puesto que su hija Isabel aparece como una figura solitaria en el camino autoral, entre la generación de jóvenes chilenas de los años sesenta. Con el inicio del nuevo siglo, aumentará notablemente la presencia ahora de nietas artísticas de Violeta Parra en el campo de la cantautoría nacional, potenciado por el empoderamiento femenino de los últimos años.

En la actualidad, la mujer encuentra menos dificultades que en el pasado para profesionalizarse en la música, aunque los estereotipos que debe enfrentar en el presente siguen dominados por la performance de su sensualidad como primer nivel de contacto con el público, sumado a la corporalidad de su voz. A la performatividad sensual de la mujer, suele anteponérsele una performatividad agresiva, favorecida por el punk y continuada por el  heavy metal, que finalmente absorbe ambas: la sensual y la agresiva. Dentro de este estrecho margen de opciones, la mujer ha debido buscar nuevas formas de autorepresentación en escena, ampliando además su accionar con la presencia LGBT en la canción. Temas como este serán abordados en el Tercer Congreso Chileno de Estudios en Música Popular “Género y sexualidades en la música popular: prácticas, articulaciones, disputas”, que se desarrollará en el Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado del 9 al 11 de enero.

Juan Pablo González