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En cuatro comunas de Santiago se hacen más de 100 bingos al mes para cubrir necesidades de Salud

Por: Richard Sandoval | Publicado: 11.02.2019
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En cuatro comunas de la Región Metropolitana se realizaron al menos 105 bingos en el mes de noviembre de 2018 con el objetivo de cubrir, en un 95% de los casos, necesidades de salud que no están garantizadas por el Estado; ya sea por ausencia de cobertura Auge o por la insuficiencia de su capacidad. Altos costos de medicamentos ajenos a una canasta, exámenes u operaciones, además de extensas listas de espera tanto para atención, exámenes o intervenciones quirúrgicas -que obligan a una solución privada-, son otros factores que llevan a las familias a una actividad de beneficencia.

¿Cómo la realización de bingos se ha convertido en una institución social para cubrir costos de salud que no están garantizados por el Estado -una institución respaldada por el sistema político y cultural-? La presente investigación ha logrado establecer relevantes cifras respecto a la cantidad de actos benéficos realizados, los patrones de ineficiencia del Estado que llevan a las familias -con Fonasa o Isapre- a sobre endeudarse en el sistema privado, y el rol cumplido por los representantes políticos -y las lógicas del clientelismo- para la realización. Con bingo hay esperanza de sobre vida y tratamiento; sin bingo hay esperas eternas y proximidad de muerte. Es la paradoja de la salud en Chile, que obliga a salir a flote gracias a bailes, completos y tómbolas; quieras o no.

En cuatro comunas de la Región Metropolitana se realizaron al menos 105 bingos en el mes de noviembre de 2018 -según logró establecer una investigación de El Desconcierto– con el objetivo de cubrir, en un 95% de los casos, necesidades de salud que no están garantizadas por el Estado; ya sea por ausencia de cobertura Auge o por la insuficiencia de su capacidad. Altos costos de medicamentos ajenos a una canasta, exámenes u operaciones, además de extensas listas de espera tanto para atención, exámenes o intervenciones quirúrgicas -que obligan a una solución privada-, son otros factores que llevan a las familias a una actividad de beneficencia.

Las comunas pesquisadas son La Pintana, El Bosque, Recoleta y San Bernardo, las que fueron seleccionadas por estar entre las 20 con peor calidad de vida del país, según el último estudio «Índice de Calidad de Vida Urbana Comunas y Ciudades de Chile» de la Universidad Católica y la Cámara Chilena de la Construcción.

El eje de esta investigación se basa en la información recopilada a través de la experiencia de los concejales con la realización de bingos. Los concejales son las autoridades públicas con mayor vinculación directa con las comunidades y son quienes reciben las invitaciones que los vecinos entregan en las municipalidades. Se estableció como criterio entrevistar a dos concejales por comuna, cada uno representante de los dos sectores políticos más representativos. Los concejales han entregado archivos de solicitudes de realización de bingos, que sumados a los casos visitados de realización de bingos, y entrevistas con encargados de asistencia social, permiten comprender la fórmula que lleva a la realización de un bingo para costear necesidades de salud.

Entre los hallazgos más relevantes del estudio se ha podido establecer que entre las cuatro comunas -El Bosque, La Pintana, Recoleta y San Bernardo- se realizaron al menos 105 bingos, en su conjunto, en el mes de noviembre de 2018. Esto, solo considerando las invitaciones que sirven como forma de informar al municipio, en el marco de la Ley 20.851 que regula la “realización de bingos, loterías u otros sorteos similares con fines de beneficios o solidaridad”. Esta norma, aprobada luego de que se desatara una polémica ante el rechazo de Contraloría a la autorización del municipio de El Quisco a un bingo, obliga a informar al municipio correspondiente la realización de una actividad, mediante la oficina de partes. Sin embargo, la observación territorial constató que no siempre se cumple con este requisito; muchas veces los vecinos u organizaciones acuden directamente a un concejal en específico, mientras que otros eventos menores ni siquiera pasan por la municipalidad para solicitar ayuda en premios o equipos de amplificación.

A continuación, el detalle de los bingos registrados por las oficinas de los ocho concejales consultados, y fuentes de estos hallazgos:

Bingos

Concejal A

Concejal B

Origen de dato

Recoleta

25

25 (Cristián Weibel, PC)

25 (Alejandra Muñoz, UDI)

Invitaciones ingresadas en sus oficinas

San Bernardo

30

30 (Roberto Soto, PS)

20 (Jovanka Collao, UDI)

Invitaciones ingresadas en sus oficinas

El Bosque

30

30 (Lorena Downey, PS)

30 (Patricia Arriagada, UDI)

Invitaciones ingresadas en sus oficinas

La Pintana

20

20 (Scarlet Rohten, PS)

14 (Abigail Acosta, UDI)

Invitaciones ingresadas en sus oficinas

Según todos los concejales consultados, el 95% de los bingos tiene como objetivo cubrir costos producidos por el endeudamiento con el sistema privado de salud, ante la ineficiencia del sistema público.

En cuanto a los casos particulares de los afectados por temas de salud, se logran identificar patrones que llevan a la realización de un bingo. Por un lado está la tardanza en el sistema público para lograr una hora con un médico, una operación o un examen urgente (biopsia para diagnosticar un cáncer), lo que lleva a acudir al sistema privado, en el que la firma de pagarés asegura una deuda que será necesario paliar. Es el caso del bingo organizado por Catalina Ramírez, en beneficio de su cuñada Lorena (26 años), en la población La Chimba, en Recoleta. Ante la sospecha de un cáncer de tiroides, debió firmar un pagaré por $350 mil en una clínica privada para un análisis de biopsia; esto, debido a que en el sistema público debía esperar dos meses para el examen, tiempo que podría volver crítico el avance de un cáncer. El bingo se realizó tras la recepción de una carta por parte de la clínica que advertía del inicio de una cobranza judicial.

En un segundo caso de bingo realizado esa misma noche, en Recoleta, una niña sufrió un accidente que tuvo como consecuencia la pérdida de una pieza dental. Ante el «peloteo» que acusa la madre que le dan a la niña entre el consultorio y el hospital Roberto del Río, respecto de quien debe realizar las primeras acciones del tratamiento, la madre decidió acudir al sistema privado, donde las cotizaciones para la instalación de un nuevo diente están entre los 400 y 500 mil pesos. Al día siguiente del bingo, la niña tendría ya su primera atención privada.

En ambos casos, los afectados denuncian que además de la cobertura de salud insuficiente, los bingos también se realizan para costear mantención, transporte y cuidados del enfermo, ya que muchas veces las parejas o hijos de los afectados piden días en el trabajo, jornadas que son descontadas y que tienen un alto impacto en la calidad de vida, debido al bajo nivel de sueldos que predomina en el país. Incluso hay quienes deben dejar sus trabajo o hasta son despedidos por las ausencias reiteradas.

Respecto al operativo de realización del bingo, resulta importante mencionar las dimensiones de los dos casos. En el primero, se privilegió un bingo más acotado a la familia. Los premios y los productos para vender -completos, cervezas, bebidas y «combinados»- se recaudaron por aportes familiares. Sólo uno de los premios se recibió por parte de un concejal. Según Catalina, organizadora y cuñada de la beneficiada, cuando los bingos aspiran a recaudar un cifra no tan alta se acude directamente al concejal con que más se relaciona la junta de vecino o la organización involucrada. Catalina participa hace quince años en la Sede de la Juventud John Lennon, recurrentemente organiza bingos, y señala que es común también que las organizaciones juveniles se vinculen con las de adultos mayores y juntas de vecinos; y en conjunto desarrollan un vinculo de trabajo con autoridades específicas. Posteriormente, esa relación suele repercutir en un respaldo para una elección. Este esquema de funcionamiento -organizaciones vinculadas, respaldo para bingos y respaldo para elecciones- sería un patrón que se repetiría en el trabajo territorial de los concejales en las diferentes comunas.

En el segundo caso se trata de un bingo que aspiraba a una recaudación mayor, por lo que se buscó el respaldo de todo el municipio. Cinco premios fueron donados por concejales diferentes, además del alcalde que también aportó con un premio. Un concejal incluso compró diez entradas, que daban derecho a participar por el sorteo de un refrigerador. El escenario utilizado en este bingo, que se tomó una calle principal de la población, fue prestado por la Sede John Lennon, la misma a la que pertenece Catalina, organizadora del primer bingo, realizado de forma paralela.

En el primer bingo, los premios sumaban cerca de cien mil pesos, y la recaudación se estimaba en 300 mil. En el segundo caso, los premios sumaban cerca de 400 mil pesos, y la recaudación se estimaba en cerca de medio millón.

El descrédito

Por otro lado, aparece de inmediato, como patrón, el descrédito del sistema público por experiencias recientes, lo que lleva como primera opción de la familia a la firma de una deuda que puede llegar hasta los 60 millones. Es el emblemático caso de la familia de Isaac Tapia, un joven de veinte años que murió luego de luchar más de un año contra un cáncer a los huesos. Un joven cuya familia debió organizar seis bingos para costear un tratamiento en la Clínica de la Universidad Católica por 64 millones de pesos. Dos meses de tardanza para la realización de un scanner en el sistema público, más nuevos meses de espera para la realización y entrega de resultados de la biopsia en el Traumatológico, movieron con desesperación al núcleo familiar de la población Angela Davis a firmar una cuponera de veinte letras por 337 mil 600 pesos.

Fabiola Delgadillo recuerda luego de la muerte de su hijo, una muerte que se hizo más probable luego del traslado de Isaac de la clínica -al no poder seguir sustentando el alto costo- a un hospital público donde la tardanza en la aplicación de las drogas fue determinante, que “si no haces bingos, fiestas y lo que sea, no vas a lograr ir a pagar ningún examen, no vas a lograr que tu hijo sea bien atendido, en un sistema privado, y a tiempo. Termina siendo súper dramático depender de los bingos, pero también termina llenándote de energía, porque tú ves que los mismos pares tuyos, los vecinos, son los que te ayudan. Los 64 millones de pesos que logramos fue gracias a esta misma población. No vino ningún rico de Vitacura o La Dehesa a decir mira aquí lo tenís, que demás que lo pueden tener y que se lo gastan en unas vacaciones de un fin de semana, ninguno. Y la gente de aquí llegó con sus alcancías. Gente que estaba juntando sus monedas de diez, de quinientos, a regalártela. Es decir, la misma pobreza que hay entre nosotros mismos es la que te da el apoyo, es la que sabe cómo estás, la que entiende cómo te sientes y te apaña. Si no hubiera sido por toda esta población y la gente de Recoleta, no alcanzamos a juntar ni la octava parte de lo que juntamos”.

Hoy el nombre de Isaac Tapia, quien al no haber camas en el sistema público tuvo que esperar un tratamiento desde un 5 de diciembre a un 23 de marzo, da vida a un Centro Cultural y Deportivo que presta a otros vecinos enfermos los sistemas de parlantes y un escenario construido por el padre para que los pobres que no tienen cómo pagar por la salud privada sigan haciendo bingos que intenten salvar las vidas que la ineficiencia del Estado mata.

María Mena

En San Bernardo, el 24 de noviembre, se realizó el primer bingo a beneficio de María Mena, una mujer que bordea los cuarenta años diagnosticada con cáncer de mama en agosto de 2018.

Pamela Mena, cuñada de la beneficiaria, comenta que por la experiencia del cáncer a la médula de su padre -atendido en el hospital El Pino, “donde lo citaban a las ocho de la mañana y lo atendían a las doce del día”- decidieron en la familia que “este cáncer va a ser distinto, porque mi padre falleció del cáncer. Ella si bien trabaja en el Banco de Chile y tiene un seguro de salud asociado, postuló al GES, pero en el GES le perdieron los papeles, pasó más de un mes y le dijeron que no le habían encontrado los papeles que ella había ingresado. Cuando pasó eso nosotros ya empezamos a investigar y vimos su plan de Salud en la Católica, pero ese plan para esta enfermedad es pésimo, no le cubre casi nada, con la isapre Cruz Blanca. En la Católica se hicieron todos los movimientos rápidos. Fuimos un día y a la otra semana ya estaban todas las horas para todo lo que se necesitaba, incluida la quimio. Se movieron muy rápido. Decidimos irnos a la Católica por una confianza en el sistema privado. Al tiempo llamaron de la isapre Cruz Blanca diciendo que el GES había sido aprobado, pero nosotros ya habíamos iniciado el tratamiento en la Católica. En base a eso decidimos hacer el bingo, porque si bien el sistema de salud cubre una parte, hay mucho que no cubre, como el examen para acceder a la Ley Ricarte Soto. En términos de plata, la quimio, cada una de las 4 que se debe hacer cada 21 días le sale un millón 540 mil. Después de eso viene otra droga que son doce quimios más, una vez a la semana, y después viene la droga de la Ley Ricarte Soto. Después de eso la deben operar, ver qué deben extirpar y ver que no se haya ramificado. Hay una plata que sí o sí debemos pagar. Vamos a pagar cerca de seiscientos mil pesos por cada quimio. A eso debes sumar que ella está con licencia. Si ganaba 500 mil pesos ahora recibe 300 mil pesos”.

Pamela añade que “hay mucha plata que se va a deber, por eso necesitamos ahora hacer un colchoncito de plata mediante el bingo. Porque aquí se firman pagarés. Tú tiene que sumar a todo el desgaste de ella como persona, el desgaste de nosotros como familia. El miedo, porque a ti te dicen cáncer y tú lo asocias con muerte. El daño es físico y sicológico. Si nosotros no hiciéramos bingo sería más difícil. Aquí es la familia la que ayuda, los amigos, los compañeros. En el Municipio de diez concejales nos ayudaron tres. El Municipio aporta con las entradas y los afiches. Y para hacer un bingo, antes se hace una completada, para poder comprar lo que no llega por donaciones. La gente entiende tu dolor, pero no le puedes estar pidiendo ayuda siempre. En compras gastamos unos 400 mil pesos y con suerte vamos a llegar a un millón y medio. Llevo una semana trabajando en el bingo, lo que dice que es un trabajo muy desgastante. Ahora, no es lo único que se debe hacer, ya estamos pensando en una rifa solidaria. Este país no garantiza cobertura a gente que tiene cáncer. El sistema no es bueno, porque con GES no todas las isapres te dejan elegir donde te puedes atender. Y en el sistema público tú puedes llegar a la hora, te pueden decir el médico no la va a atender y tiene que volver a tomar una hora, y te la van a dar para un mes más, y una persona con cáncer no puede esperar un mes más, porque al otro día una célula se puede ir a otro sector desarrollando metástasis, y así en tres meses se te puede ir la vida. Hay gente que después de un mes desde la biopsia ya tiene todo el cáncer ramificado, y te mandan para la casa a morir con morfina. Por eso, a partir de todo lo que pasamos con mi papá muerto, decidimos hacer todo esta vez por el sistema privado, con bingos. Porque con mi papá quedó la duda ¿realmente no se podía hacer más?”.

La experiencia de la familia de Pamela con su padre -afiliado a Fonasa- y su cuñada -a una isapre- es compartida por miles, según reconocen las propias cifras oficiales del Ministerio de Salud, que avalan el problema de la tardanza en la atención como una clave para definir vidas o muertes. De acuerdo a un informe de la secretaría de Estado a noviembre pasado había 255.202 afiliados a Fonasa registrados a la espera de una cirugía, de los cuales 107.343 llevan más de 13 meses aguardando. “Para la mayoría es una espera dolorosa, excesiva y muchas veces invalidante”, apuntaba una publicación de La Tercera. Muchos de esos miles cimientan su camino a la muerte a través de esa espera.

En tanto, los hospitales relacionados con las comunas estudiadas en este reportaje muestran abultadas listas de espera  para operaciones quirúrgicas no GES. A diciembre, según las cifras disponibles en el sitio web en el Sótero del Río hay 6.915 operaciones pendientes, en el Barros Luco 6646, en el San José 6347, en el Traumatológico 3746, y en El Pino 1009.

Son las cifras que expulsan a miles de necesitados de pabellón al sector privado, y su consiguiente deuda pactada.

Premios y clientelismo

Respecto a los premios que conforman la torta a repartir en la realización de un bingo, en la mayoría de los casos se busca mediante invitación a las autoridades, el premio de uno o más concejales. Los concejales que hacen el trabajo de bingos, invierten mensualmente entre 50 a 100 mil pesos en premios, montos que sacan de su propio dieta de $729 mil, al no contar con un ítem de dieta para ello.

A continuación, el detalle de las inversiones aproximadas de los concejales consultados:

Concejal A

Concejal B

Recoleta

100 mil (Cristián Weibel, PC)

80 mil (Alejandra Muñoz, UDI)

San Bernardo

50 mil (Roberto Soto, PS)

50 mil (Jovanka Collao, UDI)

El Bosque

100 mil (Lorena Downey, PS)

80 mil (Patricia Arriagada, UDI)

La Pintana

60 mil (Scarlet Rohten, PS)

No da monto, pero dice que aportó con premio en noviembre en 12 bingos (Abigail Acosta, UDI)

Como otro elemento novedoso aparece el equipamiento con que cuentan concejales para apoyar la realización de Bingos. En El Bosque, la concejala Lorena Downey cuenta con diez equipos de bingueras, además de prestar servicio de confección de afiches para garantizar el éxito de los eventos. Lo mismo ocurre con Patricia Arriagada y Scarlet Rohten, quienes también cuentan con estos aparatos para respaldar los bingos.

Desde los municipios hay diferentes formas de apoyos institucionalizados. En Recoleta, por ejemplo, Dideco cuenta con un presupuesto anual para la compra de premios que se entregan a los solicitantes. Este último año, por ejemplo, un documento da cuenta de una compra por 24 batidoras y 17 hervidores, por 492 mil pesos. Una segunda compra en curso, en tanto, considera 40 batidoras, 20 hervidores, 20 tostadores y 20 sandwicheras por un millón y medio de pesos. Ambas compras están consideradas en el ítem de acción social. «Es un ítem de subsidios y ayudas económicas donde podemos comprar para apoyar los bingos. Las solicitudes se evalúan con asistente social y luego se apoya la petición según se acredite la veracidad de los antecedentes que se entregan», cuenta Fares Jadue, encargado de la Dideco en Recoleta.

En San Bernardo, en lugar de premios, el departamento de Comunicaciones entrega el servicio de diseño de afiches y entradas, además de la colaboración con equipos técnicos, mesas y sillas, cuenta Dideco.

En La Pintana, según la concejala Scarlet Rohten, el Municipio también aporta premios y además cuenta con un animador contratado que va a hacerse cargo de los bingos, según el presupuesto aprobado anualmente.

En El Bosque, por su parte, se respalda desde el Municipio con apoyo logístico, según informa secretaría.

Autoridades admiten que este modelo, ineludible debido al carácter de emergencia en que se realizan los bingos, potencia lógicas de clientelismo político. Las propias organizaciones que realizan las actividades señalan que la mayoría de las veces se «trabaja» con los mismos concejales con los que se tiene una relación política más intensa. Fabiola Delgadillo, madre de Isaac Tapia, cuenta que “teníamos vínculo directo con los concejales de Recoleta que nos ayudaban. Sabíamos quienes ayudaban y con ellos construimos una relación directa”. En cada uno de los bingos se recaudó 2 millones de pesos como mínimo.

De todas formas, en bingos de un carácter más amplio, las invitaciones son generales y hay ocasiones en que se logra contar con premios de la mitad del concejo municipal, entre los que hay quienes buscarán dejar claro el respaldo. Hay registro de bingos en que las bingueras vienen con la foto del concejal de turno y una frase publicitaria: «Orfelina Bustos, su concejala en terreno». El concejal Cristián Weibel apunta que la dinámica detrás de los bingos se convierte en un problema de clientelismo, ya que muchas veces en momentos de campaña ciertas comunidades señalan que no “darán el voto”  a quienes no apoyaron actividades de bingo. Por esto destaca que cuando se presta apoyo, por una política comunal establecida en conjunto con el alcalde Daniel Jadue, se explica que «se debe superar esta forma precaria de cubrir lo que debieran ser derechos sociales garantizados, y que para ello se trabaja en políticas públicas como la farmacia y la óptica popular, para reducir el costo de tratamientos médicos».

El concejal Weibel apunta que muchos de los bingos están destinados a cubrir operaciones, porque “la gente, que sabe que en el servicio público tendrá fecha de operación para meses después, acude directamente a clínicas privadas, donde se hace imposible pagar con recursos propios”.

En San Bernardo, por su parte, el concejal Roberto Soto señala que las invitaciones llegan con fuerza en las quincenas y fines de mes. “La gran mayoría  son para cubrir costos de temas de salud, cáncer, medicamentos y deudas por operaciones. Muchas personas tienen enfermedades que no cubre el Auge, o que las cubre pero de todas maneras hay que gastar extra en medicamentos. Muchos son adultos mayores empobrecidos que sin actos solidarios no podrían sobrevivir”.

En El Bosque, la concejala UDI Patricia Arriagada reconoce que pese a que no está en las funciones del concejal “es un aporte que se hace de manera absolutamente voluntaria”, y si hay un cuestionamiento en cuanto a clientelismo no hay otra chance, porque “es gente que se está muriendo y que acude a ti y sí o sí tienes que ayudar”.

En la misma comuna, Lorena Downey, dice que los bingos “es una línea de trabajo que las familias lamentablemente se ven obligadas a hacerlo. En esta comuna hay una gran cantidad de bingos y es un tema que trabajo con mucha sensibilidad, porque entendemos perfecto cómo funciona el sistema secundario de salud y la necesidad de las familias no pueden no conmovernos”.

Desde La Pintana, la concejala UDI Abigail Acosta, apunta que “cuando llega una enfermedad, toda la familia está afectada, y cuando tienes cáncer el proceso de los hospitales es muy lento. Primero vas a tu Cesfam, te derivan al hospital y ahí empieza una lentitud impresionante para los exámenes. Las personas se ponen muy nerviosas y acuden al bingo, ahí van al concejo municipal y cada concejal aporta con su granito de arena, ya que cada uno aporta desde sus propios recursos. La gente es tan solidaria que emociona. La necesidad fundamental es apurar los exámenes y la atención”.

Es la realidad latente del derecho a la salud en Chile, un derecho humano tan vulnerado que termina convirtiendo a familias -desde las más pobres hasta las aspiracionales de clase media- en productoras de eventos, y a políticos en benefactores directos de ciudadanos que lo único que buscan es sobrevivir.

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