Avisos Legales
Nacional

Preguntas de Cambio de Folio

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 31.01.2013

Por: Kena Lorenzini y Patricio López- Fotografía: Javier Karmy El año 2012 no dio el fruto que, se pensó, había sido sembrado el 2011. Al día de hoy, muchos se preguntan qué pasó con lo que debían provocar las marchas casi semanales, en que se llegaron a movilizar hasta 200 mil personas, en torno de la exigencia de una educación pública, laica, gratuita y no sexista. Ese año nació un Chile en que los estudiantes se hicieron visibles de norte a sur, poniendo en jaque al sistema. En el año que pasó, en cambio, algunas/os de sus líderes se han visto ansiosas/os por integrarse al sistema político que criticaron en su esencia, sin que nada en él haya cambiado según las antiguas expectativas. Quedan, excepcionalmente, las/os que han leído la realidad de otro modo y se han mantenido en su posición, pero hay que reconocer que no han podido movilizar tantas voluntades como en los doce meses anteriores. ¿Qué pasa con el movimiento sindical? Hubo cambio en la presidencia la CUT. Se le ve con una mayor presencia, sin embargo, su dirigencia deberá hacer frente a un fenómeno que tiene explicaciones sistémicas: las/los trabajadores siguen sin sindicalizarse en un 90 por ciento. Surge entonces la pregunta sobre cómo romper los desincentivos para unirse a las/os compañeras/os y construir una masa crítica, con vocación de erigir un sujeto político, superando lo reivindicativo y sin conformarse con pequeñas “mejoras” que, al final, enraízan el neoliberalismo en vez de debilitarlo. Las mismas preguntas, también, podríamos hacernos respecto a las/os pobladoras/es, que se movilizan esporádicamente en torno a demandas como la vivienda, pero que no logran permear al resto de quienes viven similares situaciones de carencia y maltrato. Unirse en torno a las demandas. Sí, colectivamente. Ése es el punto, porque el 2012 ha estado inundado de territorios en que las/os ciudadanos han expresado su malestar: manifestaciones con barricadas, marchas, cortes de caminos, paros, y huelgas. Así ha sido el año que pasó. Con la sociedad civil enfrentada a un gobierno que no es el quinto de la Concertación, ni tampoco ha hecho más que los anteriores. No nos equivoquemos: durante este periodo se ha profundizado el sistema neoliberal y se ha atrasado al país aún más en materia de derechos humanos (baste preguntarle al Pueblo Mapuche acerca de la creciente militarización de la Araucanía; cómo olvidar a esas/os niñas/os mapuche baleadas/os). Es este gobierno, el mismo que se ha negado a debatir temas trascendentales para un Chile democrático, como el derecho al aborto y al matrimonio igualitario (este debate escondido bajo otro, el del proyecto de Acuerdo de Vida en Común). Podrá La Moneda ufanarse con la aprobación de la Ley Antidiscriminación, pero ésta ni siquiera alcanza los estándares a los que obligan los tratados internacionales firmados por Chile. Una ley desvestida de contenidos de verdad trascendentes para quienes sufren discriminación. Quizás, ya nos hemos acostumbrado a eso del “mal menor”, espíritu que ronda el Parlamento y norma la evacuación de leyes de mala calidad. Así, las/os políticas/os profesionales construyen un Estado famélico y sin convicción, para abrochar el círculo según el cual hay que conformarse con lo que nos dan y quedarnos donde mismo. Pero nada es eterno. Durante el 2012 en muchos lugares de Chile hay personas que despertaron y dijeron basta. En Freirina a Agrosuper, o lo largo del mapa deteniendo proyectos energéticos que no cumplen con el derecho a vivir en un medioambiente libre de contaminación. ¿Quiénes y cuántos se atreverán el 2013 a mantener la convicción y profundizar en el “basta ya”? A decirle que no a un sistema que por un lado reprime, y por el otro lado da la tremenda oportunidad de acceder a un televisor led de 50 pulgadas en infinidad de cuotas. Un sistema que impuso la ética de salvarse solo, en vez de hacerlo colectivamente. Y que por eso promueve el emprendimiento como la antesala de la felicidad y como el camino hacia la movilidad social. Todas estas vertientes hacen torrentoso el cruce de río para quien sea “el” (aunque a juzgar por la CEP parece ser “la”) jefe de Estado que sucederá a Piñera. Tendrá entonces que tomar una decisión: o gobierna para el pueblo o para la élite política, económica y/o religiosa. En cualquiera de los dos casos asumir los costos no será nada de fácil.

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