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Elecciones Presidenciales: Corrieron dos, una perdió por menos

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 16.12.2013

VotoEvelyn Matthei alcanzó 1.645.271 votos en primera vuelta a los que logró añadir 465 mil 493 en la segunda. Michelle Bachelet sumó 397 mil 502 a los 3.070.012 de la primera vuelta, para llegar a los 3.467.514 sufragios. Esas cifras hay que situarlas frente a un padrón electoral compuesto por 13.573.143 personas habilitadas para votar, cifra que el mismo Servel ha recomendado ajustar a la baja, aunque eso sigue siendo una cuestión harto difícil, habida cuenta del calamitoso estado del Censo y las demás instituciones que nos cuentan y numeran.

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Dijeron desafección de la política. Seguro hay mucho de eso, pero también hay desafección de esa política, desapego de esas candidaturas, y no en una medida menor. La política no se simplificó, se recortó.

Por lo demás, la tesis de la desafección de la política, al menos del modo en que la usan los especializados “panelistas” de TV, pone mañosamente el problema en la gente y disculpa a las instituciones. Bien mirado, el rotundo triunfo de Bachelet está inscrito en el importante empobrecimiento de la política a que venimos asistiendo desde 1990. La alta abstención está sin dudas sostenida por múltiples razones (hay un no-voto protesta, por cierto, pero también hay desidia, desinterés, despolitización, individualismo y un largo etcétera), pero eso tiene que ver con que quienes han gestionado el neoliberalismo en este país no pueden dejar de padecer los costos políticos que ello les genera. Constituye una importante aporía, que no se resolverá en modo alguno por restablecer el voto obligatorio, pretender una alta movilización de votantes un domingo cada cuatro años, cuando el resto del tiempo se los desmoviliza negándoles la calidad de ciudadanos. Focalización y politización han probado ser antónimos irreconciliables.

Ningún triunfo, por lo demás, debiera oscurecer ese hecho que es sin duda el más importante de la coyuntura.

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Lo anterior se vuelve más complejo si se considera la importante heterogeneidad interna del pacto Nueva Mayoría. Es una importante dificultad no tanto porque la heterogeneidad misma sea un aspecto indeseable para la actividad política –todo lo contrario– sino porque Michelle Bachelet no exhibe capacidad política real para liderar y ordenar su sector. Su liderazgo simbólico no remite a una capacidad política equivalente. El peligro de una feudalización del bacheletismo es real, habida cuenta del modo en que ya hemos visto actuar a su comando, que mientras estaba en campaña se ordenaba detrás del objetivo electoral, pero vencido ello, lo que le espera es un gran dolor de cabeza.

 

No se puede pretender una alta movilización de votantes un domingo cada cuatro años, cuando el resto del tiempo se los desmoviliza negándoles la calidad de ciudadanos. Focalización y politización han probado ser antónimos irreconciliables.

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Hace un tiempo hablábamos de la ampliación (política) del bacheletismo ampliado, cuyo primer gesto fue la conformación de la Nueva Mayoría. Se dirá que es la Concertación maquillada; se dirá que Bachelet es poco más que el salvavidas de una coalición moribunda y sin proyecto; se dirá que no hay realmente un bacheletismo, sino apenas un pegoteo de fuerzas que al reunirse se sostienen y se proyectan… Y es cierto.

Pero así como eso es cierto, también lo es la capacidad que ha desplegado esa alianza para ir construyendo una cierta hegemonía. En ese empeño, ha sido enormemente más eficaz desarmando a sus adversarios que construyendo su propia musculatura. No tiene proyecto. Sabe mejor las artes de la neutralización y el desmontaje que el de la edificación. Pero es eficaz, muy eficaz.

El muy masticado “programa de los cambios” –como le dicen quienes lo defienden–, es apenas un amasijo de imprecisiones, cosas por estudiar, omisiones muy relevantes (el cobre, nada menos) cuestiones que “se considerarán” y, en el mejor de los casos, decisiones claras sobre asuntos vagos. Bachelet y la Nueva Mayoría no han mostrado ninguna capacidad efectiva de construcción de un proyecto que supere el status quo enfrentado desde el 2011 por los movimientos sociales. Su eficacia ha sido alta, pero ha sido casi únicamente electoral.

Y eso es peligroso, enormemente peligroso, porque así como exhibió una importante capacidad para alinear sectores políticos, desde Revolución Democrática hasta la Democracia Cristiana, pasando por el Partido Comunista; en los últimos días de la campaña por la segunda vuelta mostró una considerable capacidad para recabar el apoyo de importantes organizaciones sociales, en una jugada que debilita las posibilidades futuras de los movimientos sociales para ejercer la capacidad de presión que mostraron en años anteriores.

Varios gremios y organizaciones sociales se alinearon. La CUT, el Colegio de Profesores, la CONES, la Federación de Estudiantes de la Universidad de Valparaíso, sectores del feminismo, sectores ambientalistas, sectores de los movimientos regionales, sectores del movimiento por la nueva constitución… y habrá que seguir viendo.

Esa eficacia, que constituye un triunfo político de la Nueva Mayoría que nadie debiera menospreciar, significa por otro lado que dicha alianza tendrá una responsabilidad demasiado alta: los movimientos sociales han sido una formidable fuerza política de refundación democrática, que pusieron en la mesa el agotamiento de la actual institucionalidad política. Al intentar construir la gobernabilidad sobre la base de la desarticulación de la capacidad de presión de esos instrumentos, el bacheletismo queda más a merced de sus sectores más conservadores.

Por eso, además, tiene tanta importancia que sectores dirigentes del movimiento estudiantil hayan reafirmado el mismo día de las elecciones una irrenunciable voluntad de participación.

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Evelyn le habló al país con los ojos llorosos. Se fue con una formidable derrota en la espalda, que es la derrota actual de toda la derecha política.

Pero su caída es también la apertura de una nueva oportunidad. Ahora todo queda en ese sector dispuesto para la forja de la famosa “nueva derecha”, sea lo que vaya a ser ese invento, y la “renovación generacional” de sus partidos. Habrá que estar atentos.

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