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Del Piropo al Acoso Sexual Callejero: Reflexiones post-conversatorio con compañeras feministas

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 07.04.2014

Kolectivo Poroto 286Del año 2012 a la fecha, como Kolectivo Poroto – hombres por otros vínculos, hemos tenido la posibilidad de reflexionar en conjunto con nuestras aliadas feministas, sobre el piropo como una práctica de acoso sexual callejero. Dicho tránsito, ha implicado reconocer los privilegios masculinos en las relaciones sociales de género, junto con las alternativas que se podrían desarrollar en este escenario.

En nuestros contextos culturales, la práctica de “piropear” no es solamente una tradición criolla reflejada en galantería, sino es, si miramos con la perspectiva de género, una práctica que remite a una relación estructural de dominio y sometimiento del cuerpo femenino. Como Kolectivo Poroto consideramos pertinente relevarlo en el plano del Acoso Sexual Callejero, en la medida que reconoce una lógica patriarcal, que incluso resulta invisible para muchas y muchos, en el proceso de marcar un territorio simbólico de propiedad masculino-machista. Si bien el piropo es planteado por algunos como un acto cultural propio de la sociedad chilena, y en este marco es muchas veces aceptado e incluso bien recibido por las “piropeadas”, la problemática central radica en la presunción de que, por el hecho de estar presente en la vía pública, el cuerpo femenino puede (y muchas veces debe) ser cosificado por los sujetos masculinos, incurriendo en prácticas de Acoso, potenciadas especialmente cuando los varones nos movilizamos en grupos de hombres, relevándose también una competencia dentro del mismo género masculino por quien demuestra ser “más hombre”, “más choro”, “más lanzado”.

A partir de lo anterior, el Acoso Callejero de varones hacia mujeres, da cuenta de una jerarquía que pronuncia las asimetrías estereotipadas de un activo masculino y una pasiva femenina, que relacionada a los privilegios masculinos (en Modelo Hegemónico de Masculinidad Patriarcal –MHMP), legitima los cuerpos de mujeres como un territorio de dominio y sometimiento recurrente. El contenido sexoide del acoso hipergenitalizado, reduce a las mujeres a simples objetos y cuyas expresiones son, por ejemplo: seguimientos, manoseos en espacios públicos, saludos “cuneteados”, chistes, entre muchas otras. ¿Existe entonces un límite entre el Piropo y el Acoso Sexual Callejero? Como parte de las relaciones de género que se establecen diariamente en las calles de nuestro país, vemos que son, en la gran mayoría de los casos, los varones quienes se establecen como jueces y parte respecto de estos límites, estableciéndolos de acuerdo a cada situación, y generando relaciones asimétricas de poder que siempre colocan al género femenino como dominado ¿O acaso un varón solitario piropeará a un grupo de mujeres? Esta asimetría resulta ser reflejo de que en el espacio público los varones recrean y actualizan la norma patriarcal, que posibilita el acoso como un valor permitido para los hombres. Las expresiones de este dominio refuerzan los mandatos hegemónicos, los que al mismo tiempo pasan a ser una obligación entre semejantes masculinos.

A partir de lo anterior, cabe preguntarse, en tanto hombres, ¿Cómo Podemos poner en cuestión estas prácticas machistas? Ya que claramente no contribuyen al desarrollo de espacios respetuosos entre hombres y mujeres ¿De qué manera podemos movilizarnos con el propósito de generar transformaciones, incluso desde las resistencias, y así, permitirnos un ejercicio cuestionador de los privilegios masculinos y posibilitar prácticas distintas-alternativas al MHMP? ¿Cómo podemos aprehender a valorar la belleza de otras y otros haciéndola un factor de cercanía y gratificación, más que de maltrato?

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