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Llueve otra vez la muerte sobre Palestina

Por: admingrs | Publicado: 09.07.2014

Ataque-aereo-Israel-GazaLa última arremetida del Ejército de Israel contra 160 objetivos de la franja de Gaza, en apenas cuatro días, se produce paradójicamente en zonas domiciliarias. La acción ya ha matado a 37 personas, casi todas ellas civiles, en una cifra que lamentablemente estará desactualizada de antemano para cuando estas líneas sean leídas. Junto a ellos deben registrarse los 230 heridos, según fuentes hospitalarias en Gaza. Las cifras de muertos y heridos se acercan peligrosamente a las de la operación Pilar Defensivo, en 2012.

Las imágenes y testimonios de los escombros, cadáveres y heridos han tenido como símbolo que el recrudecimiento de los bombardeos coincidió con la transmisión de la semifinal del Mundial, como para querer esconder los ataques con el a veces llamado “opio del pueblo”. Quizás el único paralelo, a la luz del resultado entre Brasil y Alemania, es la total falta de equiparidad en las fuerzas, al revés de los enfrentamientos entre dos bandos que insinúan los textos de las agencias occidentales. Seis niños han muerto y varias decenas se encuentran en los hacinados hospitales de la zona.

Las bombas caen por doquier en toda la Franja, mientras algunos cohetes palestinos se aventuran a lugares donde nunca habían llegado, según denuncia Israel. La gran pregunta del momento es si las cosas empeorarán, lo cual depende, entre otros aspectos, de cuánto durará la operación y si finalmente se concretará la invasión terrestre, para lo cual Israel ha dispuesto la friolera de 40 mil hombres en la frontera.

Las bombas caen por doquier en toda la Franja, mientras algunos cohetes palestinos se aventuran a lugares donde nunca habían llegado, según denuncia Israel. La gran pregunta del momento es si las cosas empeorarán aún más, lo cual depende, entre otros aspectos, de cuánto durará la operación y si finalmente se concretará la invasión terrestre, para lo cual Israel ha dispuesto la friolera de 40 mil hombres en la frontera.

El agravamiento de la violencia y la decisión del gobierno de Benjamin Netanyahu de traspasar barreras que desde 2012 había evitado ponen a la zona en una situación que desde hace tiempo se teme: la de un nuevo foco de inestabilidad regional donde, por cierto y de antemano, ya están implicadas las potencias del mundo.

Quizás una señal de que las cosas se han agravado es el intento por recurrir a la devaluada capacidad mediadora de Egipto.  Por ello, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbás, pidió a su par egipcio, el general Al Sisi, que lidere los esfuerzos internacionales para evitar la continuidad de la masacre.

Como sea, el apoyo de Egipto tiene sus límites. Porque el Gobierno está sumergido en los propios recovecos internos, pero también porque el presidente debe balancear la dependencia económica y militar que su país tiene de Estados Unidos, especialmente en un momento de fragilidad de su economía.

Los pasos de los actores en los últimos días han sido lentos en relación a la gravedad de la situación. Pero la inestabilidad de la zona, si bien es parte de la historia de Oriente Medio, se ha exacerbado merced a un proceso que ya lleva una década, primero con la llamada “guerra contra el Terrorismo” de Estados Unidos, luego con la sucesión de alzamientos contra gobiernos conocida en Occidente con el impreciso rótulo de “Primavera Árabe”, posteriormente con la guerra civil en Siria a la que permanentemente son arrastrados los países de la región y, por último, con el fulminante avance del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS).

El genio corto de Israel está, además de la unidad palestina, determinado por dos eventos políticos. El primero es el cambio en la escena interna, donde primero fue desplazado el saliente presidente Simon Peres, un centroizquierdista que representaba las posiciones más piadosas de Israel ante la opinión pública internacional.  Lo segundo es una coalición compuesta por el Likud (derecha nacionalista), el partido dirigido por el primer ministro Benjamin Netanyahu, pero también por formaciones religiosas y ultranacionalistas que le exigen una mano todavía más dura. La inercia de la política interna israelí se transforma, muchas veces, en una carrera por extender la colonización y el asedio a Palestina.

El segundo hito es la creciente legitimidad de Palestina, que ahora le tiene como Estado no miembro de la Asamblea de Naciones Unidas. Cada vez que Palestina ha querido utilizar el respaldo internacional para hacer avanzar su causa, Netanyahu ha amenazado con sanciones de todo tipo. La experiencia muestra que las bombas en esto poco pueden: no modificarán el itinerario y la posición palestina irá en la línea contraria del creciente aislamiento de Israel.

Esa tensión fue el anticipo del actual momento agudo, cuyo punto de inflexión fue primero el secuestro y asesinato de tres jóvenes israelíes, y luego un joven palestino quemado vivo. Una corriente de furia se apoderó de la región y manifestaciones espontáneas surgieron por aquí y por allá.

Como sea, los misiles que llueven hoy sobre la Franja de Gaza no son la única tragedia para sus habitantes. Su suerte, si se puede llamar de tal modo, está determinada por el bloqueo que data de 2007, lo cual explica las miserables condiciones de vida de la región, a no ser que se crea en que se trata de un atraso por diferencias culturales comparativas con Israel, según la vergonzante afirmación del excandidato presidencial estadounidense Mitt Romney, durante una visita a la zona en 2012. Por ello, la zona continúa dependiendo económicamente de la siempre insuficiente ayuda humanitaria de Naciones Unidas. Para colmo, el 40 por ciento de los puestos de trabajo se encuentran en Israel, lo que los hace extremadamente sensibles a los permanentes vaivenes políticos. En los últimos años, una incipiente industria agrícola, vinculada con los cítricos, ha alcanzado incluso estatura exportadora, pero por las sequías y las pocas tierras disponibles no ha logrado surtir las necesidades de la población.

La política y el entendimiento fracasan. Las bombas arrasan lo que el bloqueo no arrasó. Llueve otra vez la muerte sobre Palestina.

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