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Inti Castro, graffitero: “Rayar nunca estuvo permitido”

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 04.08.2014

  INTI_02Inti Castro comenzó sus graffitis a los 14 años en las calles de Valparaíso, una de las ciudades con mayor cantidad de rayados en muros, postes, micros y escaleras. En el puerto, los dibujos callejeros son variados y de múltiples inspiraciones, pero las quejas de los vecinos y la molestia de las autoridades ha crecido en los últimos años, extendiéndose también a otras regiones.

En el mismo lugar, por estos días, los parlamentarios se preparan para presentar un nuevo proyecto legislativo que agrupe las numerosas ordenanzas municipales que persiguen a los graffiteros en todo el país. Además, se buscará aumentar las sanciones y extender las multas a los padres de los menores de edad que sean sorprendidos rayando el espacio público o privado.

Según el diputado DC Gabriel Silber, el graffiti constituye un atentado contra la propiedad. En entrevista con La Tercera TV, Silber señaló que “imponemos la pena de multa, pero entendiendo que también se puede conmutar por trabajo de carácter voluntario”.

La legislación no hace diferencia entre rayados, tags, murales o alguna otra de sus expresiones. Para los graffiteros, el aumento en las penas y la fiscalización no solucionará el problema que enfrenta a la libre expresión de la calle con el resguardo de la propiedad.

Además, sostienen que podrán seguir ejerciendo su arte de manera clandestina, tal como tradicionalmente se ha hecho.

“Rayar nunca estuvo permitido”, puntualizó el muralista porteño, célebre por sus obras repartidas alrededor del mundo. “Para quienes han desarrollado su trabajo de forma clandestina no parece haber un gran cambio, seguirán en su clandestinidad.Y para quien desarrolla su trabajo de forma legal, si necesitara un certificado oficial para realizar su trabajo, sería un ley que burocratiza y dificulta el desarrollo artístico en las calles”.

 

43460460La naturaleza ilegal

El graffiti ha sido desde hace años un dolor de cabeza para las autoridades. En los municipios, las denuncias de los vecinos se acumulan y, pese a que han aumentado las fiscalizaciones, aún es difícil poder emprender acciones legales significativas contra los autores de los rayados.

En Chile y otros países del mundo, se ha optado por ceder ciertas murallas para los graffiteros autorizados. Sin embargo, es sabido que esto no significa una solución real para el problema, pues el arte ejerce su autonomía en las calles siguiendo el camino de la clandestinidad, desde donde nace y se desarrolla. En este escenario, muchos apuntan a la falta de creatividad de la clase política.

Al respecto, Inti Castro señala entender que las instituciones gubernamentales quieran hacerse cargo “de lo que ellos, y algunos ciudadanos, puedan considerar un problema. Lo que no entiendo es lo poco creativa que puede ser la clase política al momento de solucionar un ‘problema’».

De cara al problema, otros aseguran que mientras el gobierno financia proyectos de graffiteros autorizados, los mismos autores tienen sus propios tags rayados en las calles a unas cuadras de distancia.

“Es parte del movimiento. Hay municipios que buscan autorizar ciertos espacios para mantener a los graffiteros más a raya, más tranquilos”, describe Pablo Castillo, quien se dedica al oficio del carte callejero desde hace años.

inti-castroHoy, muchos se remiten a una vieja discusión al interior del mundo del graffiti, que pretende despejar la duda sobre la calidad artística de los rayados. En este debate no hay consensos, pues aunque algunos quieran calificar como arte sólo a los murales de mayor calidad artística, otros apuestan por valorar como parte del movimiento a todo tipo de expresión gráfica en los muros.

Para Castillo, el malestar de los ciudadanos que critican al graffiti es comprensible, pero debe ser ponderado. “Acá nadie dice nada cuando los políticos llenan las calles con sus carteles o porque hay publicidades de McDonald’s en cada cuadra”, recuerda. Y apunta que disfruta de ir por la ciudad y dedicarse a observar los distintos tipos de rayados, estudiar caga tag y practicar el ojo. “Es algo que se da aquí y se ve en todas las ciudades de Latinoamérica”.

 

De la expresión a un problema

En Chile, el graffiti se posiciona durante los 90. El mural en tanto, nació con fuerza durante la década del 60’, con un estrecho vínculo con los sectores de izquierda, que lo utilizaron de diversas maneras para impulsar su propaganda. Durante la candidatura de Salvador Allende, por ejemplo, el muralismo alcanzó amplios niveles de propagación por las poblaciones y comenzó a desarrollar una firme identidad propia.

graffitis-chilenos-14730El mensaje socialista se dio a conocer a través de manos, banderas, estrellas y mensajes que apelaron a los sentimientos de trabajadores, estudiantes, pobladores y otros actores sociales. La Brigada Ramona Parra, en el seno del Partido Comunista, se levantó como uno de los referentes más potentes.

Al irrumpir la dictadura, el muralismo sufre también la represión y se refugia en la clandestinidad, desde donde se organiza para levantar la resistencia y denunciar los problemas sociales. Años más tarde, tras la llegada de la democracia, el graffiti cobra fuerza y desarrolla sus propios contenidos, con nuevas identidades. 

En el último tiempo, sin embargo, los locatarios de espacios ubicados en la Alameda, en el centro de la capital, han asegurado que desembolsan enormes cantidades de dinero para lograr pintar sus propiedades y eliminar los graffitis de las fachadas.

Los comerciantes dicen ser los principales afectados por el arte callejero que se expresa con mayor potencia desde la realización constante de las manifestaciones de los movimientos sociales. De esta molestia nació un registro de la Corporación Calle Dieciocho, que asegura que, entre 200 comerciantes ubicados en el sector –desde Estación Central hasta Plaza Italia- tuvieron que gastar más de 94 millones de pesos para limpiar sus muros.

dsc_3432El valor del patrimonio, en tanto, también estaría siendo afectado por los graffitis. Por ello, mientras la discusión de las autoridades se centra en el endurecimiento de las penas, parece ser necesaria mayor interés y voluntad política para entablar un debate sobre el arte callejero, las valoraciones de la ciudadanía y la disposición de sus protagonistas.

Al respecto, Inti Castro señala que el problema del graffiti es una de esas cosas “con las que no debemos luchar, sino aprender a convivir y encontrar el punto de diálogo. Luego sacar lo mejor de ello”. Desde su perspectiva, el trabajo en las calle debe cumplir con el objetivo de provocar una reacción positiva o negativa, un momento de diálogo o simplemente dejarnos preguntar sin responder. “Existiendo cualquier tipo de diálogo entre la obra y los habitantes, la meta está cumplida”, sentenció.

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