Annabelle y el terror al que nos tienen acostumbrados

Anabelle, dirigida por John R. Leonetti y producida por James Wan, director de El Conjuro, prometía. No tanto por el equipo vinculado a la propuesta, como por la aterradora historia real que inspiró su grabación.

La cinta es heredera de El Conjuro, la película de terror basada en el testimonio de una familia que vive en una granja y es testigo de una serie de extraños sucesos. Ahí es cuando aparece el matrimonio Warren, dos investigadores de hechos paranormales que comienzan a ayudar en el caso y fundaron –en la realidad- la Sociedad de Investigación Psíquica de Inglaterra.

El plus es que ambas historias están basadas en hechos reales. Durante la década de los 70’, los demoniólogos Ed y Lorrain Warren estuvieron involucrados de verdad en los episodios que se ficcionan en El Conjuro y Anabelle.

En el caso de esta última, sin embargo, los realizadores de la película dan un giro rotundo respecto del guión real. Básicamente, la historia se centra en un matrimonio que está esperando la llegada de su primer hijo y el regalo de John Form –uno de los protagonistas- para su mujer Mia: una antigua muñeca de colección.

Durante una noche, el hogar de la pequeña familia es invadido por dos miembros de un culto satánico, quienes atacan violentamente a la pareja. Desde esa sesión incompleta de culto comienza la verdadera historia de la película.

No obstante, la verdadera Annabelle existe, encerrada bajo llave en un museo del matrimonio Warren en Connecticut. Durante los 70’, una madre la compró de regalo para su hija Donna, estudiante de enfermería. Con el paso del tiempo, Donna y su compañera de pieza vivieron escalofriantes episodios en compañía de la muñeca.

Sin explicación alguna, Annabelle comenzó a ser encontradas en diferentes espacios de la casa, junto a mensajes ocultos y gotas de sangre en su pecho. A la vez, el novio de Donna acudió al matrimonio Warren para denunciar otras diabólicas pistas.

“Cuando este joven, que había intentado deshacerse de ella, nos aseguró que la muñeca había intentando estrangularlo y que una vez había despertado con marcas de garras en su cuerpo, con mi marido concluimos que un espíritu demoníaco no humano estaba dentro de la muñeca y buscaba una persona para hospedarse (…) Nosotros pensamos que este espíritu demoníaco aún posee a esta muñeca y es responsable de, al menos, la muerte de una persona (un joven que llegó al museo en compañía de su novia y se burló de la muñeca, golpeando el vidrio, y que falleció inmediatamente después en un accidente en moto, cuando abandonaba el museo)”, relató Lorraine Warren.

Anabelle y el verdadero terror

La verdadera Annabelle, muy diferente en apariencia a la muñeca de la película, está encerrada en una urna de cristal en una de las dependencias de su casa, donde se pueden encontrar toda clase de artículos malignos.

Durante los 90’, de hecho, el programa Informe Especial dedicó un capítulo a la investigación de sucesos paranormales y la periodista Paulina de Allende Salazar bajó al sótano donde descansa la muñeca, bajo llave y la estricta indicación de no tocar. “La muñeca tiene un historial terrible. Si la tocas es como tocar lo opuesto a lo sagrado”, dijo Warren, quien falleció en el año 2006.

La realidad, para variar, supera a la ficción. “Annabelle” cuenta con una buena historia para estremecer hasta a los más duros, pero su llegada al cine es tibio y predecible y no alcanza a proyectar el horror de la mítica muñeca.

La cinta abusa hasta el cansancio del viejo recurso del cine de terror de asustar a los espectadores en base a golpes de audio y otras escenas bruscas que a ratos divierten pero no logran profundizar en una sensación de terror en base a la trama.

El filme sostiene algunos momentos intensos, motivado especialmente por la angustia que produce en el público la fragilidad de la protagonista y su pequeño bebé, expuestos a acciones demoníacas. Además, la presencia y manejo de la misma muñeca aportan una tensión importante que, sin embargo, se va desinflando con el desarrollo de la película hasta llegar a un final de decepción.

El truco del terror de Annabelle se basa en abusar de dicha carga psicológica, con sustos predecibles y una estructura dramática que cualquier seguidor del cine de terror popular podría saberse de memoria.

Durante la cinta, realizadores hacen un guiño interesante al rol de los grupos satánicos de la época, pero no profundizan más allá. La tesis, por ello, es la siguiente: lo verdaderamente escalofriante de la historia de Annabelle se presenta desde la realidad, fuera del filme y lejos de la ficción. Tal como confirmó su director, Leonetti, al contar los extraños hechos que ocurrieron durante el rodaje. Además de eso, no es una película insufrible, pero tampoco ofrece nada nuevo bajo el sol.

Para octubre de 2015, en tanto, ya se prepara El Conjuro 2. Esperamos que, en esta ocasión, las posibilidades de la imaginación de sus realizadores logren superar los testimonios verídicos del matrimonio Warren.