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España: La marcha de los tristes fue una fiesta

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 06.02.2015

Joan de AlcazarEl presidente Rajoy tiene quien le escribe, pero debería jubilarlo. Esas ideas centrales que lanza en sus escasas intervenciones públicas, las que son cuidadosamente pensadas por los expertos en comunicación del Partido Popular, aquellas que debieran permeabilizar la sociedad y convertirse en lemas indiscutibles beneficiosos para su gobierno, provocan la hilaridad o la irritación de la ciudadanía. No hace mucho dijo que la crisis ya era historia, poco después protagonizó un spot televisivo en el que daba las gracias a los ciudadanos [se supone que por sufrir sin protestar], y ahora ha dicho que la marcha convocada por PODEMOS en Madrid el 31 de enero fue un acto de “unos tristes que quieren pintar una España negra”.
Se equivoca Rajoy y lo sabe, lo que hace más difícil entender porque dice esas tonterías, unas veces patéticas y otras provocadoras. Y es que la Marcha de Madrid fue un éxito, se mire por donde se mire, y así lo reconoce la prensa convencional y la digital si se sabe leer los titulares. No obstante, perdura el desconcierto entre los medios de comunicación y entre los partidos políticos convencionales.
Parece que, -si atendemos a las manifestaciones, los editoriales y los discursos públicos-, hay una resistencia o una incapacidad para entender qué es lo que está pasando. A primera vista, todo parece indicar que continúan las réplicas del seísmo político de las elecciones europeas de hace unos meses. Y casi nadie quiere ver la realidad.
La metáfora del terremoto político referida a la irrupción potente del nuevo partido PODEMOS se utiliza a diario en tertulias y editoriales de los medios de comunicación. Se pueden usar sinónimos, se puede decir temblor, sacudida, corrimiento o fractura, pero se está diciendo lo mismo.
Un invitado al que nadie conocía, del que nadie sabía, llegó justo a la hora del almuerzo, cuando los platos estaban a punto de servirse. Ante el estupor de los comensales, el recién llegado –insolente- sorprendió a los presentes exigiendo no solo un puesto en la mesa sino la presidencia de la misma.
Algo así pasó hace unos meses, cuando las primeras encuestas de distribución del voto confirmaron que el gran éxito en las elecciones europeas no iba a ser flor de un día, sino que el nuevo partido había venido para quedarse, y no como uno más, no como un partido de protesta y poco más, sino como una fuerza política de gobierno, dispuesta a romper el mapa partidario salido de la Transición democrática. La crudeza de los efectos de la crisis, la irritación creciente de millones de personas, la insensibilidad del Gobierno ante el sufrimiento de tantos, la incapacidad de los partidos de oposición de lanzar mensajes creíbles, la generalización de los casos de corrupción que afecta desde la Casa Real a políticos, empresarios y sindicatos, todo, está cristalizando en formas nuevas, con poca consistencia orgánica todavía, pero que están transitando de opción de rechazo y protesta a opción de gobierno.
Desde la izquierda ha surgido PODEMOS, que quiere hacerse con un espacio que hoy ocupan el PSOE, Izquierda Unida y otras organizaciones políticas regionales, más o menos radicales y más o menos adscritas a nacionalismos periféricos. Y desde la derecha ha emergido Ciudadanos, que quiere ocupar buena parte del espacio del PP, el de UPyD y, también, una franja del PSOE. Algo realmente serio está ocurriendo en el mapa político partidario en España.
Como sucede en el fútbol, el Partido Popular juega una competición que no es la de los demás: la suya es la del todo o nada. Allá donde compita electoralmente sabe que no puede contar con nadie: o gana por mayoría absoluta o se verá expulsado a las tinieblas de la oposición, que es lo que verdaderamente desgasta a un partido, como sabemos desde que nos lo explicó Giulio Andreotti. El PP es el partido más autoritario, soberbio y endiosado de la historia de la España reciente; ha ninguneado, ofendido y humillado al resto del arco parlamentario; ha impuesto su mayoría absoluta como una apisonadora inmisericorde; ha regado España de corrupción y ha auspiciado y amparado a facinerosos saqueadores de las arcas públicas; y además, ha legislado compulsivamente atendiendo exclusivamente a sus más reaccionarios principios ideológicos y a sus intereses particulares.
El PP también ha irritado a una parte significativa de su electorado. Su política de cirugía mayor sin anestesia, como dijera C.S. Menem en la Argentina de los 80, ha dejado un balance terrorífico. El desempleo se mantiene en las cotas inasumibles alcanzadas durante la fase más aguda de la crisis, y la capacidad redistributiva y asistencial del Estado ha descendido a sus niveles más bajos. El nivel de hartazgo es tal que resulta imprevisible lo qué va a pasar con el PP en las próximas contiendas electorales. Hasta el punto de que no puede descartarse un hundimiento en toda regla. El liderazgo de Rajoy es de cartón piedra, ya que incluso para muchos de los suyos es un hombre incapaz de navegar con el viento en contra.

«La dirección del PSOE, lejos de concentrarse en sus propuestas y su credibilidad para desarrollarlas, se ha obstinado en pelearse contra la sombra que proyecta PODEMOS».

No está mucho mejor el Partido Socialista, también con un liderazgo en entredicho, por el poco peso político de Pedro Sánchez, dentro y fuera del partido, y por los rumores de bicefalia asimétrica que proceden de Andalucía. Visto el escenario desde el patio de butacas, la incapacidad del PSOE de ofrecer una imagen renovada y creíble resulta lamentable. Porque lo cierto es que el PSOE se pega todos los días un tiro en el pie frente a su público natural, que se hace cruces ante la reyerta interna permanente, la incapacidad para alejarse de la compañía tóxica del PP, y la falta absoluta de credibilidad que proyecta.
La dirección del PSOE, lejos de concentrarse en sus propuestas y su credibilidad para desarrollarlas, se ha obstinado en pelearse contra la sombra que proyecta PODEMOS, y descalifica a esta formación, a sus líderes y a sus previsibles votantes. Parece que nadie se pregunta en el Partido Socialista cómo es posible que haya tanta gente estúpida [muchos de ellos anteriores votantes socialistas] que se ha dejado ilusionar por unos vendedores de humo. Parece que nadie advierte [al menos en público] que en la etapa que vivimos el Partido de los socialistas ni ilusiona ni convence a casi nadie, incluida buena parte de su propia militancia. Desde hace ya mucho tiempo, el PSOE es incapaz de transmitir ilusión y capacidad de reversibilidad de la situación a nadie, lo que objetivamente es un dato que solo beneficia al PP.
Izquierda Unida, sumida en sus característicos enfrentamientos familiares, se debate entre la renovación y el rejuvenecimiento de sus dirigentes y en la sucesión de enfrentamientos internos en los que no deja de practicarse un cierto canibalismo político. Una tradición en la coalición desde hace décadas. IU es quien mejor aglutina[ba] la oposición a las políticas macro de los dos grandes partidos estatales, pero siempre ha tenido una enorme dificultad para ofrecer un discurso consistente a favor de algo: siempre liderando el NO y siempre incapaces del SÍ. Además de practicar un discurso poco coherente, resultante de un tacticismo que casi nadie entiende, y que se materializa, por ejemplo, en el pacto con el PSOE en Andalucia y el apoyo al PP en Extremadura. Eso por no hablar de las salpicaduras de corrupción, que hubieran sido inimaginables tiempo atrás en una organización de su procedencia ideológica.
La singularidad valenciana la aporta Compromís, que tiene un espacio propio, el del valencianismo, en el que no tiene competidor. Eso, unido a un buen cartel electoral y a que también ha conseguido generar ilusión particularmente entre la juventud, puede proporcionarle una representación importante, siempre y cuando la marea de la irrupción de PODEMOS no le afecte en exceso.
marcha podemosComo conclusión provisional puede decirse que, en el marco general, si PSOE e IU siguen por donde van, PODEMOS seguirá engordando el zurrón de votos. La manifestación del día 31 de enero en Madrid ha sido un éxito sin paliativos. Una demostración de fuerza y poder de convocatoria que ningún otro partido puede hacer hoy día en España. Visto lo visto, siete años después del inicio de la crisis, PODEMOS aparece como el único partido [de ámbito estatal] que desde la izquierda es capaz de proponer y [quizá] hacer cosas diferentes. Con un altísimo nivel de inconcreción, pero con una enorme capacidad de dar esperanza a mucha gente. Qué se hará de esa esperanza suscitada es algo que no sabemos, pero es muy de agradecer que un partido político se esfuerce en decirle a tantos que sí, que las cosas se pueden hacer de forma distinta. Que no estamos condenados a vivir en el purgatorio del desempleo, en la ciénaga de la corrupción, y a soportar a un Partido Popular que no hace más que castigar a la mayoría en beneficio de la minoría.
Se les pedía a los jóvenes indignados del 15M que hicieran política, que se organizaran, que lucharan por sus derechos, que dejaran de protestar acampados en las plazas, y que tuvieran representación en los parlamentos, en los ayuntamientos. Pues resulta que parece que lo van a hacer. Y ahora, cuando eso se constata en las calles y en las encuestas, una buena parte de los que los conminaban han entrado en pánico y los descalifican y los acusan de populistas y de engañabobos. Definitivamente, vivimos tiempos de mudanza.
Se anuncian cambios importantes, y no sabemos si finalmente cuajarán. Pero lo que sí se puede afirmar ya es que estamos viviendo una revitalización de la participación democrática y una primavera de ilusión política. Y eso, tras años de un otoño interminable y un invierno muy duro, abre expectativas y esperanzas que los jóvenes no habían conocido y que los no tan jóvenes habíamos olvidado.

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