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Talcahuano: siguen los abusos contra el hincha

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 13.02.2015

10933892_1565962250313250_3324589139562188909_nAnte los hechos ocurridos el fin de semana pasado en Talcahuano y en razón de la cobertura que han hecho los medios tradicionales en los últimos días queremos declarar y aclarar lo siguiente:
Fuimos muchos quienes nos movimos hacia la octava región a ver un nuevo partido de la “U”, esta vez contra Huachipato, en el recinto de su administradora, el flamante y todavía muy nuevo Estadio CAP. Así, el pasado sábado 7 de febrero de 2015 tuvimos una cita con el fútbol y el folklore propio de la fiesta que es seguir al Chuncho.

Claro que fuimos, pero no fuimos inocentemente. Aún no se borra de la retina el desastre de Chillán el 30 de noviembre recién pasado, donde un pésimo manejo de los accesos creó una avalancha de personas que cayeron sobre una valla papal, pudiendo haberse producido una catástrofe de marca mayor. También entonces se vio a funcionarios de Fuerzas Especiales de carabineros apedreando a hinchas, a carabineros revendiendo entradas, en fin, un desastre y un escándalo que quedó impune (y en el desconocimiento de la opinión pública) para los responsables: Ñublense SADP, la Gobernación del Ñuble y Carabineros de Chile.

Desgraciadamente, el espectáculo de este sábado en Talcahuano -bajo la autorización y tutela de la Intendencia del Bío-Bío, y organizado por Huachipato SADP, la Sociedad Anónima que administra al Club acerero- no fue tampoco muy dulce para los hinchas. Analicemos los hechos.
Como ya es costumbre, la manera privilegiada de comprar una entrada fue vía internet, si bien esta vez también hubo venta directa en el estadio, aunque con un recargo de $1.000 sobre los ya elevados $8.000 para conseguir una galería. Quizás un estadio de alta calidad justifique ese precio, quizás un sistema de accesos de primer nivel y la contratación de personal de seguridad altamente calificado tengan ese valor. En cualquier caso, miles de hinchas azules compramos un ticket, lo imprimimos y llegamos a la cita esperando ver a nuestro equipo enmendar el rumbo futbolístico.

Así avanzamos hacia el Sur por el único acceso urbano, la avenida Desiderio García, hasta encontrarnos con el Estadio en su explanada norte, un amplio y abierto espacio que alberga la entrada al sector Norte, Andes y Pacífico del CAP. Pero la hinchada visitante iba al sector más atiborrado, la Galería Sur, y por lo tanto seguimos el recorrido por Iquique, rodeando el estadio por el poniente y subiendo poco a poco al cerro. Ahí, por el lado sur poniente, está el acceso, un cerrito, una rampa asfaltada, una reja, y detrás el camino por el cerro ya en las dependencias del recinto.

10372565_1566849136891228_4412370878088159198_nSin embargo, se hacía difícil progresar en dicho acceso, puesto que a la aglomeración de hinchas azules, que ya tapaba la rampa, se sumaba el agresivo chorro del “guanaco”, dirigido directamente a los rostros de los asistentes. Además, había que contener la respiración, cerrar los ojos y taparse el cuerpo: el aire estaba cargado de las toxinas de las bombas lacrimógenas. Los hinchas mojados estornudaban, los niños gritaban por el ardor en los ojos y lloraban, la gente se impacientaba y se ponía agresiva ante las agresiones de la autoridad. Algunos comenzaron a reaccionar, a lanzar piedras hacia el carro lanza-aguas. Después de varios ida-y-vueltas, los encargados comprendieron que la manera de calmar a la gente y descomprimir la aglomeración era dejarlos pasar, y abrieron en consecuencia la reja que permitía cruzar el cerro. Y claro, como se juntó mucha gente afuera por estar cerrado el acceso, ya no se podía controlar a nadie: no se controló ni la identidad ni las entradas de los asistentes. Resultaría interesante saber cómo se contabiliza la cantidad de asistentes con este sistema de ingreso.

Pero del otro lado de la reja el panorama no era alentador. Había que pasar de a uno, con la presión de cientos detrás, entre el cerro y el carro lanza-agua, esquivando las gotas y empolvándose con el cerro; o por el otro lado, pasando entre el mismo carro y su compañero: el carro lanza-gases, o zorrillo. Así, el ya estrecho camino de polvo que subía al portezuelo se hacía un infierno de tránsito entre el aparataje de Fuerzas Especiales, que digamos, objetivamente, no contribuía a mejorar la situación del acceso. Para los hinchas que entrábamos, era un infierno, y nuestros menores de edad pasaban asustados por el embudo, apretados entre la multitud. Y es que incluso sin ser roseados y agredidos con químicos, incluso si entráramos de a uno cada 10 minutos sin tener que esquivar los vehículos de Carabineros, el camino aquel es impresentable: no está urbanizado. Nada de donde afirmarse, un camino de polvo, en subida, sin escaleras.

Cómo va a entrar ahí un adulto mayor o una mujer embarazada, es una pregunta que Huachipato SADP parece nunca se hizo, y que las autoridades no supieron apuntar. Así con el estadio nuevo, así es la modernidad que nos proponen para nuestro fútbol.

En fin, del otro lado del cerro, rápidamente se juntaban las personas frente a otro escollo: el portón que daba hacia la gradería estaba cerrado. Ahí algunos personeros de carabineros respondían a las preguntas de los hinchas que ellos no tenían información de lo que ocurría del otro lado del portón, y que por lo tanto no lo podían abrir. Así es: carabineros, que cuenta con radios, que tiene personal de un lado y del otro de un portón, no tenía idea de la situación y causaba una nueva aglomeración, sin ninguna reacción, esperando que la presión estallara en una catástrofe.

Al fin, luego de los reclamos airados de los hinchas, se abrieron los portones y logró entrar la multitud, con un hombre con el rostro y su camiseta azul cubierto de sangre por el actuar de carabineros, pidiendo ser grabado y exhibido, y gritando “¡esto es Estadio Seguro!” Del otro lado, personal de seguridad del estadio, en una mezcla de impotencia y prepotencia, recibió a la multitud… ¡a golpes! Así es, nos encontramos con hinchas sangrando por golpes de puño de personas en camisa y corbata que aprovechaban el pasar acelerado de la masa comprimida de espectadores para lanzar puñetazos, muchas veces por la espalda. Recordemos que los guardias de seguridad deben contar con una certificación para ejercer su trabajo, certificación que no parece filtrar a personas incapaces de controlarse a sí mismas –y que consecuentemente difícilmente puedan controlar a una masa ya enrabiada por el agua del guanaco y los gases lacrimógenos. Ante la inusitada agresión, y como era bastante previsible, no tardaron en reaccionar algunos hinchas y se armó una batahola en la que los funcionarios, escudados detrás de una reja, terminaron lanzando piedras de varios kilogramos a la multitud. Impresionante, por decir lo menos. Una vez desatada la violencia, llegó Fuerzas Especiales a “calmar” a los hinchas a punta de lumazos, mientras los guardias agresores eran sacados por algún compañero sensato (porque en efecto, no todos agredieron a hinchas, pero bastaba con que un par lo hiciera para desatar su furia) de la escena. El ánimo estaba caldeadísimo, la tensión se podía cortar con tijeras. En fin, esquivando proyectiles, logramos llegar a la galería. El partido ya se jugaba.

En galería, se multiplicaron los hechos de violencia, entre la misma gente, contra carabineros y contra funcionarios de seguridad. Fuerzas Especiales hizo ingreso con el objetivo de robar lienzos, y algunas personas, ya completamente enajenadas con el trato con la que fueron recibidas, combatían por sus pertenencias.

Por mientras, en el sector de Andes Sur, donde la gran mayoría apoyaba a la “U”, un funcionario de seguridad en particular se preocupó de provocar a la gente. Quienes ahí estaban cantando y apoyando a su equipo poco a poco comenzaron a responder a sus insultos con los propios. Luego de varios minutos de intercambios agresivos en lo oral se llegó a la violencia física, y la provocación del “profesional” de la seguridad terminó por encontrar la respuesta descontrolada de un grupo que lanzó un panel de publicidad en su dirección. Un compañero suyo tuvo la mala suerte de recibir el proyectil en su pie y tuvo que alejarse visiblemente lesionado del lugar, mientras, nuevamente tarde, llegaba personal de carabineros a participar del baile. La misma gente se encargó de apuntar al provocador que, paso a paso, detrás de sus lentes oscuros y como queriendo eclipsarse, se alejó hacia otro sector de la cancha, bajo la mirada impávida de carabineros, la reprobación de alguno de sus compañeros y la ira de los asistentes.

Hacía calor en el CAP. El partido no estuvo exento de sus propias emociones y momentos, y concluyó con un empate, que tuvo una dura sanción dentro de la cancha por un gesto obsceno –a los ojos del árbitro- de un jugador azul.

Y con el match terminado salió la hinchada por el mismo cerro polvoriento, ya sin apretones, y sin apuro. No obstante, alguna colilla encendida, o algún hincha aún con las revoluciones muy altas, o lo que fuera que lo inició, pero ahí a un paso del camino se encendía un pastizal altamente combustible, lo que cubrió el olor a lacrimógena de nuestra piel y ropa con el olor del humo. Y así se terminó el primer viaje de la “U” a Talcahuano en febrero.

Así es, porque esta misma masa humana volverá al mismo estadio, según la calendarización de la ANFP, a alentar a su equipo esta vez frente a la Universidad de Concepción. La pregunta evidente para quienes iremos a pesar de todo a ver a la “U” es si esta vez la organización del evento será mejor que la de Huachipato SADP, responsable legal del triste espectáculo del sábado pasado, si entregará mejores condiciones al ingreso de los hinchas, si la Intendencia del Bío-Bío exigirá condiciones dignas y urbanizadas para el acceso al estadio y controlará la pericia de los guardias de seguridad, y si el Plan Estadio Seguro en conjunto con Carabineros tendrá mayor tino a la hora de controlar el flujo de asistentes para evitar aglomeraciones que le aprietan el pecho a niños y mujeres. Sería una linda sorpresa. Si de verdad queremos que vuelva la familia, sería deseable que no fuese necesario atravesar una nube de gas tóxico, sería ideal no ser concentrados hasta perder la facultad de respirar, sería preferible acceder por lugares que no estén al borde del incendio y cuenten con alguna facilidad para personas con movilidad reducida, sería atinado que los guardias de seguridad no provoquen a los hinchas.

Quizás así se podrían evitar las reacciones descontroladas de parte del público, tan mentadas a la hora de buscar responsables y de criminalizar a los hinchas por parte de los medios tradicionales y autoridades. Sería también deseable que dichos medios informaran acerca de los hechos tal y como sucedieron, en lugar de hacerlo en base a versiones parciales y tendenciosas.

Asociación Hinchas Azules,

¡La “U” es su gente!

Anexo: algunos videos que muestran los hechos

Acceso con carro lanza-agua.
Provocación de carabineros en Galería Sur y de guardias de seguridad en Andes.
Aglomeración segundo control, golpes de guardias de seguridad y de carabineros a quienes ingresan.
Ingreso de hincha ensangrentado por el actuar de carabinero.

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