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De máquinas, pueblo y progreso: La historia de la Escuela de Artes y Oficios

Por: admingrs | Publicado: 05.03.2015

EAO_Eduardo CastilloEduardo Castillo Espinoza (Santiago, 1974) comenzó la investigación que se cristaliza en su libro EAO. La Escuela de Artes y Oficios, publicado el último enero por la editorial Ocho Libros, a comienzos de 2011. Venía recién incorporándose como académico al Departamento de Diseño de la Universidad de Chile y no podía sacarse de la cabeza la idea a la que fue conducido por las conclusiones de una investigación previa, sobre la Escuela de Artes Aplicadas: cómo el histórico divorcio entre arte y técnica en la enseñanza permite pensar las dificultades y los desafíos para el desarrollo del diseño en Chile.

Durante los primeros meses de su investigación se desataron las movilizaciones sociales por el derecho a la educación que sacudieron al país entero. Castillo se vio de pronto conversando con los estudiantes en las marchas, dialogando a pie por la ciudad sobre sus dificultades para entrar y mantenerse en la universidad, sobre sus estrechas perspectivas de futuro. Así fue, relata, que descubrió la actualidad de un problema que hasta el minuto le parecía condenado a ser tema de conversación con los muertos.

El también autor de Puño y Letra, movimiento social y comunicación gráfica en Chile (Ocho Libros, 2006) emprendió entonces su trabajo con la convicción de que podía ser no sólo una reconstrucción de la historia de la EAO, esa que comienza en 1849 y termina en 1973, sino también un aporte para enriquecer el debate actual sobre el carácter de nuestra educación y el lugar que en ella le cabe a la técnica y al arte.

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Taller de Herrería (Forja). Foto: Máximo Dorlhiac, circa 1901.

 

Partamos por el final. ¿Cuál es el significado de este libro y a qué conclusiones llegaste?

El libro pretende ver a través de la historia del diseño y de la educación técnica algo de la historia del país. Viendo la investigación de la Escuela de Artes Aplicadas y ahora la de la EAO, pienso que las dificultades que ha tenido el diseño en Chile, como educación y práctica social que puede aportar al interés público y la calidad de vida, se debe al desencuentro entre dos tradiciones educativas: la enseñanza artística, que se instala en el mundo universitario gracias a la visión humanista de las bellas artes y su sentido academizante, y la enseñanza según el paradigma del arts et métiers, visión francesa que promueve el cultivo de las artes mecánicas bajo una visión generalista, que piensa que la fabricación y desarrollo de máquinas le puede infundir energía a cualquier ámbito productivo. La EAO se debatió toda su vida entre realizar un aporte productivo al país o educar para algo más. Lo que contribuye a que ese debate se zanje en pro del crecimiento de la Escuela, es el ascenso de una visión republicana en el siglo XX, que le permite dejar de autopercibirse como un correccional y adoptar un compromiso social más fuerte. La disyuntiva del diseño en Chile ha sido el desencuentro entre la educación humanista y la educación técnica. La primera te da un punto de vista, te muestra las coordenadas del mundo, te lleva a preguntas de fondo, y la segunda desarrolla un aporte al país a partir de tu propia gente y tus propios recursos.

¿En que consistió el paradigma que inicialmente inspiró a la EAO? ¿Logró expresar de manera coherente los ideales de los maestros que se importaron para su fundación?

La escuela del modelo francés perseguía la educación de las clases populares y el desarrollo de la industria. Pero no para que se mantuvieran donde estaban, sino para formar una ciudadanía que pudiera tomar decisiones, cumplir un rol activo en la construcción de una república. Pero eso incomodó a la elite chilena del siglo XIX, que desde la Universidad de Chile, la Sofofa y el Parlamento defendió que la escuela debía formar mano de obra más capacitada para la industria, no aspirar a formar ingenieros. Ese debate se mantuvo muchos años, por el miedo y la estrechez de las elites. Además, en la transición del siglo XIX al XX se mantuvo a raya la sintonía de la EAO con la “cuestión social” mediante las oportunidades que brindó a mucha gente. Si hoy tenemos Conicyt o Fondart, en aquellos tiempos la EAO mandó vía becas a muchos alumnos a EEUU y Europa. Entonces la escuela estaba siendo un resorte de movilidad social, pero también generaba muchas expectativas en gente que comprendía que no sólo debía jugar un rol técnico, sino que también podía jugar uno directivo e incidir como tomador de decisiones en su entorno o en la vida nacional. El influjo francés después se encuentra con otros influjos sobre la relación entre tecnología y producción. La visión estadounidense cobra fuerza, alumnos parten para allá, se habla mucho de Frederick Taylor, y en la dictadura de Ibáñez hay un fuerte influjo alemán, un intercambio muy intenso con la Alemania de entreguerras.  

Las huellas de esos influjos se pueden percibir en el desarrollo de disciplinas que le abrieron camino a la Universidad Técnica del Estado (UTE). Por ejemplo, química industrial, electricidad, mecánica y metalurgia, que al alero de la figura nueva del laboratorio o gabinete, instalan una visión más científica del alumno. Ya no es el de overol, que pasa de la clase a la maestranza, sino uno de delantal blanco, para el cual la distancia entre los libros y el laboratorio no es tan larga. Otras menciones, más vinculadas a los oficios o lo artístico ven dificultado ese camino, como el taller de carpintería, que luego deviene en ebanistería, después en mueblería y finalmente llega a ser una ingeniería en ejecución en diseño, que es la única mención que entiende que su sentido estaba en el habitar, en el uso, en el entorno humano, en funciones como trabajar, descansar, comer. Otras menciones funcionaron como prestación de servicios muchos años, como el taller de fundición artística, donde se fundieron gran parte de los monumentos que vemos en el espacio público hoy. Ese avance de algunas menciones hacia lo científico-tecnológico versus el repliegue de lo artístico-humanístico marca el devenir de la escuela. Cuando la UTE se consolida la EAO se debilita. En los ‘50 y ‘60 vuelve a ser muy técnica, muy ceñida al primer grado, reforzándose lo que fue en un primer momento: un internado.

Alumnos de la EAO en uniforme de trabajo, circa 1901. Foto: Museo Histórico Nacional.

Alumnos de la EAO en uniforme de trabajo, circa 1901. Foto: Museo Histórico Nacional.

Señalas que en el siglo XIX la EAO funcionó como un “reformatorio”, con una disciplina casi “paramilitar”. ¿En qué consistía ese funcionamiento y qué lo justificaba?

El registro civil surge en la década de 1880, entonces había muchos problemas en la inscripción (sobre todo con la gente que venía del campo), por lo que convivían estudiantes que iban desde los 13 hasta los 20 años, o sea niños con hombres ya formados, con vicios y mañas. En los primeros años, además, al no tener completa su planta docente, la EAO contrató a muchos obreros de fuera, que hacían más yunta con los estudiantes que con los demás docentes, lo que producía problemas para los directivos. Producto de eso los castigos que se infringían por problemas de conducta eran muy severos: encierros, golpes, ración de pan y agua, estar castigados varios meses sin poder salir los fines de semana. Por ahí un ex alumno, que sacó un libro homenaje a la escuela, contaba que sus propios alumnos la llamaban la Escuela de Hambre y Sacrificios. Pero hubo hechos que cambiaron esa percepción. La Guerra del Pacífico mostró el compromiso cívico de los estudiantes, la Escuela participó produciendo material bélico y muchos ex alumnos y estudiantes se enrolaron. De alguna forma, en el XIX, la EAO demostró ser un lugar a tener en cuenta en tiempos de crisis. En la guerra civil de 1891 fue enclave militar. La elite conservadora, que ejercía una tutela muy fuerte de la escuela entre fines del XIX y comienzos del XX a través de la Junta de Vigilancia, se creía “padrino” de esta juventud en riesgo de desordenarse, volverse crítica, darse cuenta del rol que le cabía jugar en el país.

En el XX avanza la idea de que la educación debía tener una función inclusiva y productora de igualdad social ¿Cómo se relacionaron esas aspiraciones con lo que pasaba dentro, sobre todo siendo tutelada por intereses conservadores?

El espíritu igualitario avanza por distintas vías. Es importante lo que realizan las sociedades de ex alumnos que van conformando los propios egresados. Son importantes también los cursos dominicales, los famosos cursos Crisol, en los que los estudiantes destinaban su tiempo de descanso a educar a los obreros. También en tiempos beligerantes en la región, como en la Guerra del Chaco, la EAO tuvo expresiones concretas de solidaridad latinoamericana pro paz, en razón de que habían muchos estudiantes de los países en conflicto. El teatro de la escuela fue escenario de acercamiento de muchos intelectuales a la juventud, como el escritor Mariano Latorre o después Violeta Parra. Esta visión cobra fuerza en la EAO en la época posterior al Centenario, cuando se consolida el grado técnico, va abriendo sus puertas a las clases medias y conforma una voz distinta a las de las universidades de Chile y Católica. Otra instancia importante para la toma de posición de los estudiantes sobre el papel de la educación en la sociedad fue la Fiesta de la Primavera, cuando la FECH invita a los estudiantes de la EAO y éstos siendo alumnos de un internado se enfrentan a la calle, a la multitud, al reconocimiento, algo que jamás habían tenido, dándose así una visión más amplia de la educación.

¿Qué papel desempeñó la acción estudiantil en la transformación de la EAO y la fundación de la UTE?

Uno muy importante. Los estudiantes tuvieron presencia en muchos actos públicos, llevaron el debate a la prensa, a la radio y sobre todo discutieron muy fuerte con la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, que no veía con buenos ojos que una universidad técnica abordara niveles de la educación que a su juicio les correspondía formar a ellos. El siglo XX ve abrirse a la Chile y la UTE como proyectos de universidad nacional, entonces se temía una duplicidad de funciones, una rivalidad educativa que en realidad no venía al caso. La UTE fue posible gracias a la acción estudiantil de la EAO, que agrupó en su federación a todos los estudiantes de la enseñanza industrial y minera, pero encabezándola ellos desde Santiago, en la calle, en la prensa, liderando.

Delegación atlética de la EAO en las olimpiadas estudiantiles, circa 1935. Foto: Colección Archivo de Documentación Gráfica y Audiovisual USACH.

Delegación atlética de la EAO en las olimpiadas estudiantiles, circa 1935. Foto: Colección Archivo de Documentación Gráfica y Audiovisual USACH.

Después de las crisis de 1929 viene el proceso de industrialización, o su intento ¿Cuál fue el aporte que hizo la EAO a ese impulso?

Aportó a numerosos ámbitos en dos niveles. A nivel de recursos humanos y recursos técnicos, no tanto de bienes manufacturados, sino de elaboración y mantención de maquinaria. La EAO tuvo una presencia destacada a través de sus estudiantes en Endesa, Ferrocarriles, en la Compañía de Teléfonos, Chilectra, muchos egresados eran los encargados de centrales eléctricas en todo Chile. Y en empresas privadas, trabajaron mucho en Mademsa, en la industria textil, en el carbón, en las madereras, principalmente aportando al desarrollo de maquinaria o a la mantención de tecnología ya existente. 

En el libro hablas del impacto que esa opción por la producción de bienes de producción antes que de consumo tuvo un impacto en la relación de la EAO con la vida cotidiana del país. ¿Cuál fue?

La EAO resolvió el desafío industrial en cuanto a la formación de su gente y su inserción en la producción de bienes de capital, pero descuidó la manufactura. A lo largo de su toda vida se cuestionó mucho la posible transformación de la EAO en un politécnico. Pero al no comprometerse tanto con la cultura material, se desaprovechó esa dimensión simbólica que habría sido muy importante para su validación social. La valoración nacional existió, porque su comunidad de egresados fue numerosa y su aporte indiscutible, pero se sacrificó su visibilidad en el habitar cotidiano, algo que pudo serle muy favorable. En la vereda artística, por ejemplo, la Escuela de Artes Aplicadas sí tuvo un impacto simbólico importante al intentar aunar una visión universal del arte con el rescate de lo popular local, pero sacrificó su vinculación a la industria. El aporte de la EAO al desarrollo técnico y cultural de Chile fue indiscutible, pero si la presencia de los artistas hubiese sido mayor, esa dimensión estética se habría incrementado y su producción habría tenido más impacto.

¿En qué circunstancias y por qué se cerró la EAO?

La escuela se cierra en la segunda mitad de los ‘70, antes de la creación de la USACH, que no fue otra cosa que poner término a la red nacional de la UTE en el marco de la Ley de Educación de la dictadura, la misma que sacó Diseño de la Universidad de Chile. El argumento de la dictadura fue que las carreras tecnológicas no se enraizaban en la gran tradición científico-humanista de la universidad y en el caso de la UTE, la EAO dado su entronque con el mundo de los trabajadores, fue vista con sospecha como una institución muy “política”. Conversando con algunos de sus egresados, me pude dar cuenta que habían muchas posiciones contrapuestas, pero a la vez una sólida convivencia democrática. El último ingreso de alumnos a la EAO fue el ‘73. Y ya cuando se crea la USACH y se divide la red nacional de la UTE, la EAO desaparece.

 

La locomotora Águila siendo reparada en la EAO en 1897. Foto: Colección Archivo Documentación Gráfica y Audiovisual USACH.

La locomotora Águila siendo reparada en la EAO en 1897. Foto: Colección Archivo Documentación Gráfica y Audiovisual USACH.

Tu libro está cruzado por la reflexión sobre cómo ese divorcio entre arte y técnica dificultó el desarrollo del diseño y tal vez lo explica todavía.

Sí, ha sido muy fuerte en Chile esa visión que entiende el arte divorciado de la vida y de lo práctico, como también la de entender la técnica como ser receptores de lo que los grandes centros productivos nos dan sin pensar los aportes que uno puede realizar. Estos debates renacen con fuerza hoy. Lo que uno puede sacar en limpio del legado de estos modelos educativos es que una visión más dinámica de la cultura, integrando distintas disciplinas o saberes humanos, no puede sino ser un tremendo aporte al país. Lo veo en la Universidad de Chile, donde a veces cuesta tanto entender al diseño como algo que no puede sino estar enraizado en esta universidad, que busca cultivar al mismo tiempo humanidades, artes, ciencias y tecnología. El diseño no se puede entender sino en un diálogo entre todos esos ámbitos del conocimiento humano. 

¿Cuál es el valor que esta revisión de la historia de la EAO puede tener en la discusión actual sobre una reforma educacional que considere la educación técnico-profesional, por tanto tiempo mirada en menos?

La EAO nos lleva a esa reflexión más profunda, por ejemplo a nivel de la enseñanza secundaria. Los liceos industriales tuvieron mucha vida cuando había algo de industria, mientras que los liceos comerciales eran una promesa incierta. Eso fue cambiando, con el declive de la industria los liceos industriales se despotenciaron y los liceos comerciales crecieron en su proyección a los servicios. Una respuesta a tu pregunta tiene que ver con el rol que el diseño puede jugar en la revisión de esos modelos educativos y sus posibilidades y perspectivas hoy, repensando la formación a esos niveles, sobre todo en la educación tecnológica, que siendo el resabio de asignaturas otrora obligatorias (como artes plásticas o la ecléctica técnico manual) hoy es un campo muy disperso pero a la vez abierto. En el marco de revisión para reformar en que nos encontramos y cuando los ámbitos productivos también deben ser repensados, qué pasa con la industria nacional, con las pymes, con nuestro aporte de lo local a lo global, espero que este trabajo pueda aportar a una visión más profunda y a un entendimiento mayor de cosas que fueron consideradas sinónimos sin serlo; la artesanía con el oficio, el diseño con la labor de los artífices o el arte y el diseño. Una mayor distinción puede aportar a hacer las cosas mejor en el futuro.

Ahora bien, la relación entre enseñanza técnica y enseñanza humanista es distante en Chile desde hace mucho por esta visión fundacional de la educación pública que instalan Andrés Bello, Lastarria y otros, que ve a lo técnico como educación especializada, para el trabajo, mientras la humanista sería la educación para la vida, para tener opinión, para en definitiva ejercer la ciudadanía. Y si uno ve el desarrollo del diseño y la cultura material en sociedades que fueron construyendo su modelo productivo en democracia, el humanismo no estuvo muy lejos de la técnica. Uno lo ve mucho en el medio anglosajón y en Francia, donde hay un modelo intermedio entre arte, industria y artes decorativas. Estamos en un momento para pensar a fondo las cosas e intentar construir de manera polifónica nuevas visiones de país. Espero que este libro sirva para ello.

 

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