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Médico que realizaba abortos en los 70: «Yo soy más pro vida que Alvear»

Por: El Desconcierto | Publicado: 12.11.2015
Médico que realizaba abortos en los 70: «Yo soy más pro vida que Alvear» anibal faundez |
«Habiendo desarrollado políticas públicas a lo largo de latinoamérica en temas de derechos sexuales y reproductivos, el doctor chileno Aníbal Faúndes es uno de los principales promotores de la despenalización del aborto en el mundo, postura que se fue fraguando desde sus primeros años, al alero de los castigos a mujeres que abortaban y las muertes de mujeres por abortos clandestinos. Acá muestra, con cifras, cómo ha bajado progresivamente la tasa de abortos en los países en que se ha legalizado y conversamos sobre el debate en Chile. «Yo sé que yo soy más antiaborto que Soledad Alvear, he conseguido proteger más fetos que ella», afirma.»

“Tú vas a ser ginecólogo, a la sala de raspaje”. La orden venía de parte de un jefe de turno en el internado que hacía un joven estudiante de último año de medicina, Aníbal Faúndes, en el hospital Barros Luco. Ahí vio de todo: tortura, muertes y militares armados.

Todo partió precisamente en la sala de raspaje a finales de los 50, donde se escuchaban los gritos y quejas de mujeres que habían abortado por ser tratadas, a propósito, sin anestesia. “¿No te gustó?, ahora aguanta”, decía el personal de salud que, a juicio de Faúndes, eran verdaderos “verdugos” de mujeres. Para el año 66 dos tercios de las muertes maternas en Santiago eran por aborto. Llegaban mujeres infectadas por abortos clandestinos a una UTI que parecía siempre estar llena. “La infección era algo terrible. De repente, muchachitas jóvenes, sin hijos, teníamos que sacarle el útero, los ovarios, las trompas, era una pena. Tanto por quienes no sobrevivían por quienes sí lo hacían. No daba para seguir aguantando sin hacer algo”, cuenta Faúndes.

Con 6 mil abortos por año, empezaron a entrenar personal que trabajara planificación familiar con pacientes, les informara sobre los riesgos del aborto e incluso implementara dispositivos intrauterinos. Se bajó el número de abortos, pero para el año 70 seguía habiendo muertes semanales de mujeres.
En ese tiempo había aborto legal en caso de peligro de salud y vida de la mujer, pero había que hacer una reinterpretación. “Lo discutimos, acuérdese que era la época de Allende y todo el mundo participaba en las discusiones, por lo que decidimos que si una mujer iba a provocarse un aborto, entraría en una comisión que discutía el caso y si se aprobaba se haría la interrupción del embarazo”.

En la comisión participaban personas tanto de derecha como de izquierda. Pero un día no dio para más. Una propia auxiliar de enfermería del hospital fue a pedir el permiso, a lo que se le respondió de forma negativa. Luego de esto se suicidó.

La noticia conmovió a tal punto a los funcionarios/as que decidieron hacer una asamblea, en la que dijeron que ya no habría más comisión, sino que pasaría solo por el área de Procesos Ambulatorios Pelvianos, que Faúndes dirigía en ese momento más una comunicación al Servicio Nacional de Salud . “Seguimos trabajando de esa forma y se nos acabaron las muertes maternas” recuerda quien hoy, a sus 84 años, es asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y representante de la Federación Internacional de Ginecología y Obstreticia (FIGO), consagrado académico, investigador  y consultor internacional en derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

¿Cuántas mujeres empezaron a atender en ese tiempo?
Muchísimas. En teoría la mujer tenía que demostrar que vivía en el área sur, pero llegaban de todas partes. Imagínate, entre tener que correr el riesgo de un aborto inseguro y pagar, a tener uno seguro, en buenas condiciones, con anestesia y gratis. Todo el mundo se conseguía una dirección en San Miguel, La Cisterna y hacíamos 20 por día, de lunes a viernes.

¿Y la comunidad de médicos cómo reaccionó en ese minuto?
En esta actividad participó gente de derecha, izquierda y centro, porque todos estaban viendo lo que pasaba. Claro, en otras áreas del hospital que no trabajaban ahí mismo había resistencia. Recuerdo que después del Golpe, día en el que estuve de turno, me decían: “Mira huevón, ¡tú hacías lo que querías y ahora te va a llegar!”.

LA SEMANA DEL GOLPE

El Golpe pilló al doctor Faúndes en el Hospital Barros Luco, y lo hizo prácticamente vivir ahí durante esa semana. Todos los días ingresaban militares con armamentos, disparando. “No sé para qué, yo creo que les gustaba”, dice. El jueves después del Golpe ya no tenía médicos en el hospital y recibió una nueva visita militar. Sospechó que venían por dos matronas que eran militantes comunistas, por lo que las hizo pasar por una anestesista y una ayudante. Les dijo que se demoraran, que hicieran todo lentamente.

Los militares ingresaron armados de todas formas a la sala de operación.
-¿Que no ven que estoy operando? – dijo Faúndes.
-Te vamos a llevar preso – le respondieron.
-Bueno, pero se darán cuenta de que soy el único médico acá, y miren cómo está la sala de partos…

¿Cedieron?
Discutieron y me dijeron que necesitaban las direcciones de algunos médicos. Yo sabía que cualquiera les mostraría el libro de direcciones así es que daba lo mismo. Mientras lo veían me di cuenta de dónde se paraban y a quiénes estaban identificando. Cuando se fueron llamé por teléfono a todos los que estaban buscando y afortunadamente la mayoría ya no estaba, se habían escondido. A mí no me agarraron porque no estaba en ningún partido político, ya había salido de la jerarquía.

¿Cómo lograste salir de Chile?
Por suerte yo hacía mucha investigación. Ya era conocido como profesor titular de Obstetricia en la Universidad de Chile y tenía una reunión en Miami el sábado de la semana siguiente al Golpe. En esa época se tenía que pedir permiso de salida a Impuestos Internos para definir que uno no estaba en deuda con el fisco. Fui y me explicaron que tenía que pedir permiso al subjefe, un mayor. Le dije que quizás con la situación como estaba no debía ir. “¡Oiga pero si la situación en Chile es normal! Usted va”, me dijo.

No volviste en un buen tiempo (11 años).
Lo que pasa es que después de que yo salí, mi mujer averiguó que yo estaba en una lista que había hecho el Colegio Médico de médicos peligrosos, y todos fueron presos y a parar a la Isla Dawson. Yo me escapé jabonado porque no estaba. Lo que pasó fue que en ese tiempo hubo una huelga médica y el Barros Luco no se sumó para atender a la gente que no tenía acceso a la medicina privada y no tenían dónde ir. Seguimos trabajando y me identificaron como un líder de la resistencia a entrar en huelga. De picados me pusieron en la lista negra de médicos peligrosos.

«Con una o dos excepciones, nuestro análisis muestra que las tasas de aborto tienden a declinar en el tiempo luego de la liberalización de las leyes sobre aborto»(Shah, Ahman, Finlay, Kline y Faúndes, 2015)

POLÍTICAS PÚBLICAS PARA AMÉRICA LATINA
El hecho de aparecer en la lista y las amenazas telefónicas que recibió hicieron ver a Faúndes que no podía volver a Chile, por lo que estuvo deambulando de país en país durante la dictadura. Partió quedándose en Buenos Aires como coordinador del programa Las Tres Naciones de la OMS, organización que a la semana le ofreció irse a trabajar en su Sede en Ginebra. Pero el obstetra y su mujer, Ellen Hardy, estaban en contra de “la fuga de cerebros” desde los países del tercer mundo a los desarrollados. “Mi mujer y yo éramos pobres pero exigentes, no encontramos ninguna justificación para irnos a trabajar a un país desarrollado” nuestro compromiso era trabajar en latinoamérica, explica.

Sin poder irse a trabajar a Uruguay con el doctor Abraham Horwitz de la Organización Panamericana de la Salud debido a que el gobierno chileno negó su contratación por su aparición en la lista de médicos peligrosos, pasó dos años en República Dominicana hasta que encontró finalmente un hogar en la Universidad de Campinas de Brasil, donde a pesar de la colaboración entre la dictadura brasileña y la chilena, el influyente rector se la jugó por que lo dejaran tener la Visa de residencia para ser contratado. Se dedicó en un principio a temas de planificación familiar a nivel país y hoy es profesor emérito de la institución y presidente de su Centro de Investigaciones de Salud Reproductiva.

En Brasil le tocó vivir un proceso luego de que declarara haber hecho abortos a bebés anencéfalos, pero no fue condenado y hoy están aprobados esa clase de abortos en Brasil. En paralelo, le ha tocado ver cómo algunos sacerdotes suben a la web fotos suyas bañado en sangre.

¿En qué año empezaste a instalar el tema de aborto?
Mucho después de llegar. La Universidad de Campinas tenía un convenio con la ONG SOS Mujer que trataba violencia contra la mujer. Cuando una mujer era violada y se embarazaba, la mandaban al hospital universitario para interrumpir legalmente el embarazo. Luego hubo una alcaldesa de Sao Paulo que por ley municipal hizo que los hospitales municipales efectuaran el aborto previsto en la ley.

Llegó una mujer al poder al Municipio de Sao Paulo y cambió la forma de cómo ven los derechos de la mujer.
Claro, ella creó un hospital municipal que atendía a la mujer violada para hacer interrupción del embarazo. Ya en el año 96 convocamos una reunión de profesionales para que instalaran más de estos servicios. Quedó en evidencia que era injusto preocuparnos solo de las mujeres embarazadas y no las violadas. Yo siempre digo, si llega una mujer con embarazo ectópico todo el mundo sabe qué hacer, si llega una preeclampsia todo el mundo sabe qué hacer, si llega una mujer después de una violación nadie sabe qué hacer. Entonces establecimos normas.

¿Un protocolo?
Sí, y el año 98 el ministerio de Salud estableció una norma para la atención de mujeres adolescentes que sufren violencia sexual que incluye hasta los procedimientos para interrumpir el embarazo. El año 2005 cambiaron el sistema, porque las mujeres sufrían mucha violencia en la policía. Entonces decidieron que bastaba con que fueran al hospital con una declaración por escrito firmada en que se responsabilizaban de no faltar a la verdad. Es lo que está funcionando hasta ahora.

También has participado activamente en la discusión en Argentina.
Yo creo que en Argentina se avanzó mucho con esta resolución de la Corte Constitucional, que interpretó la ley, reemplazando la burda restricción que decía -«mujer idiota o demente violada»- a cualquier mujer violada. El ministerio incluso estableció el texto que tenía que firmar la mujer violada para tener acceso al aborto sin tener que acudir a la policía.

Pero aún no existe el aborto libre.
No no. En América latina solo Uruguay, Guyana, Puerto Rico, el Distrito Federal y Cuba.

Una de las tesis que ha planteado es que donde se ha despenalizado el aborto, ha bajado. ¿Cómo pudo cuantificar esto, con el tema de los abortos clandestinos?
Mientras el aborto es clandestino, solo son estimaciones, no son datos confiables. En lo que sí se puede confiar es en las estadísticas cuando el aborto se legaliza, lo que pasa el año siguiente, el subsiguiente, y así en adelante. Mira, estas son las últimas cifras:

Faúndes saca su computador y muestra el siguiente gráfico:

“Con una o dos excepciones, nuestro análisis muestra que las tasas de aborto tienden a declinar en el tiempo luego de la liberalización de las leyes sobre aborto. De forma similar, el uso de los métodos anticonceptivos modernos sube o se mantiene constante con la legalización del aborto”, dice el abstract de “Rise or fall in abortion and contraception following liberalization of abortion laws”, de Shah, Ahman, Finlay, Kline y Faúndes

“Con una o dos excepciones, nuestro análisis muestra que las tasas de aborto tienden a declinar en el tiempo luego de la liberalización de las leyes sobre aborto. De forma similar, el uso de los métodos anticonceptivos modernos sube o se mantiene constante con la legalización del aborto”, dice el abstract de “Rise or fall in abortion and contraception following liberalization of abortion laws”, de Shah, Ahman, Finlay, Kline y Faúndes

Se ve un impacto claro.
En todas las regiones se redujo considerablemente. En Europa Occidental se mantuvo porque ya era muy bajo, aunque yo creo que con los nuevos métodos anticonceptivos, de implantes, de DIUT de cobre, tal vez se consiga bajar incluso más.

EL DEBATE EN CHILE
A inicios de esta semana Aníbal Faúndes iba caminando por Providencia en dirección a una radio. Pasaba por Los Leones cuando vio en la Catedral Castrense un tremendo cartel con una foto de un feto que dice “Ayúdame a salvarme”.

¿Qué te pareció?
¡Que yo estoy con ellos! He estado trabajando en salvar fetos desde hace 60 años. Hay que salvarlos, pero del aborto clandestino, no acordarse solamente de cuando es legal. Creer que prohibiéndolos se van a reducir los abortos es una ingenuidad que ignora las evidencias.

¿Cómo ves el que estos grupos se autoproclamen como pro vida?
Es una buena propaganda pero el resultado final no es el que creen que puede ser. Claro es muy bonito «pro vida», ¿quién se va a oponer? Solo que la mortalidad materna aumenta mucho con esta política «pro vida» y no disminuye la mortalidad fetal. Ahora yo creo que ellos son sinceros y creen sinceramente que con esa política disminuyen los abortos, pero está bueno que comiencen a ver la evidencia de que mantener el aborto ilegal aporta a todo lo contrario.

También hay otros grupos que dicen que hay que buscar alternativas. Soledad Alvear de la Democracia Cristiana habla de incorporar estrategias de acompañamiento. ¿Qué piensas tú al respecto?
No tengo ninguna duda de que a la mujer hay que ofrecerle alternativas, pero tiene que tener el derecho de decidir. Hay que entender que yo no soy partidario del aborto, pero quiero que le demos posibilidades a la mujer para que no lo tenga. La tesis fundamental de mi libro (“El drama del aborto”, junto a José Barzelatto en LOM Ediciones) es que el que haya personas a favor y en contra del aborto es un falso dilema. Todo el mundo está en contra el aborto. Todavía no he encontrado una mujer que le guste abortar. La diferencia está en que algunos creen que la solución es prohibirlo. No hay ningún problema social que se solucione prohibiéndolo.

Pero aún así te han criticado fuertemente.
Sí pero cuando alguien me dice algo yo digo «pero si yo soy contra el aborto, y soy más contra el aborto que tú». Yo tengo clara conciencia que por acciones que yo he conseguido reducir el número de mujeres que sostienen abortos. Pucha yo he salvado miles, si no millones, de fetos. ¿Qué temor puedo tener de que alguien me diga algo? Yo sé que yo soy más antiaborto que Soledad Alvear, he conseguido proteger más fetos que ella.

Los casos sobre los que se está legislando acá en Chile -inviabilidad del feto, riesgo de vida de la madre y en caso de violación- si bien son muy importantes, representan un porcentaje mínimo en cuanto a los abortos que se practican efectivamente, ¿Qué te parece a ti esta discusión?

Yo creo que la discusión en este momento debería ser si el aborto debería ser permitido en todas sus causales como en Uruguay, y no una discusión de apenas unas cuantas.  Yo como estoy trabajando en violencia sexual ya hace 15 años y he estado sentado con  mujeres violadas al frente mío que me dicen: «doctor ayúdeme a sacarme esta mugre que ese hombre me colocó». Una violación es la agresión más terrible que la mujer puede tener. Seguirse oponiendo a eso es verdaderamente absurdo.

La Iglesia Católica se ha opuesto de forma tajante.

Pero la prohibición del aborto no es un dogma dentro de la Iglesia Católica, lo que hace que algunos teólogos puedan tomar una postura diferente a la doctrina del Vaticano. Lo que generalmente no se dice es que dentro del código de derecho canónico está permitido el aborto indirecto. Es decir, cuando la intención no es interrumpir el embarazo, sino que proteger la vida de la mujer. Por eso es que resulta raro, por ejemplo, que alguien se oponga a  sacar la trompa de un embarazo ectópico.

Los médicos se han dividido mucho en este tema. Profesores de la UC y su rector Ignacio Sánchez han dicho que no aplicarían esto en caso de aprobarse.
Yo me remito a las recomendaciones del Comité de Ética de la FIGO (Federación internacional de Ginecología y Obstetricia), y es muy clara en decir que la primera obligación ética del médico es proteger la salud de la mujer, hombre o persona que atiendes. Esa es tu obligación ética. Es antiético no dar la atención que la mujer necesite. Si tú, negándole la atención la obligas a recurrir al aborto clandestino y a todos los riesgos que significa estás cometiendo una grave falta de ética.

Acá hubo una ministra, Helia Molina, que dijo que muchas familias conservadoras hacían abortos en las clínicas cuicas. ¿Lo leíste?

Sí sí lo supe. Lo que dice es la pura verdad. Me contaban de las epidemias de «biopsias de endometrio».

¿Qué te parece la visión del aborto como un tema de clase?
Eso es evidente, el riesgo de morir por un aborto está muy relacionado con los niveles de ingreso. Aunque me acuerdo que en el Barros Luco un día me llegó una joven que era de un colegio de esos particulares elegantes. yo le dije «¿tú sabes que aquí te van a poner una bata que la han usado 20 mil mujeres y que no le salen las manchas de sangre, en una sala con otras 20 y tantas mujeres?». Y me dijo «Yo ya me he hecho abortos y es tan sórdido el ambiente que por muy seguro que sea que yo prefiero atenderme aquí en donde me siento solidaria con todas estas mujeres que están pasando por lo mismo». Yo creo que muchas mujeres pasan por ese ambiente comercial.

¿Cuál es el camino para evitar eso?
Lo que yo siempre digo, si tú quieres reducir los abortos hay por lo menos tres cosas: educación en sexualidad de hombres y mujeres, tanto los niños como las niñas desde temprano; anticoncepción; y protección social de la mujer que es abandonada por su compañero o por su familia y quiere tener un hijo, que aborta porque no tiene protección. Ataca eso y vas a reducir el aborto como se redujo en los países donde es absolutamente legalizado, accesible y tienen tasas muchísimo menores. Eso es lo que he impulsado, nadie me puede criticar de que estoy matando fetos.

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