Silvia Pérez Cruz, una renovada cantautora hispana

La noche del pasado jueves 21 hacía frío en la antesala del concierto de Silvia Pérez Cruz. Con un teatro a medio llenar era notoria la presencia de numerosos catalanes, entre el público que habían llegado al evento como si se tratase de una muestra de orgullo nacional.

Cuando Silvia apareció en el escenario, la sala estalló en un estruendoso aplauso que la artista recibió de muy buena gana y que de alguna manera representó un aval de lo que sería la noche, con ella interpretando sus creaciones y un auditorio aplaudiendo a rabiar cada una de sus intervenciones incondicionalmente.

Silvia Pérez Cruz es una cantante de dotes excepcionales, su rango vocal, soprano, debe alcanzar por lo menos tres octavas ya que pasa sin problemas de tonos muy bajos a alturas agudas que exigen siempre un esfuerzo que Silvia realiza al parecer sin problema alguno. Por otro lado, su timbre vocal, bellísimo, confirma una tesitura donde su vibrato realiza por momentos pizzicatos orales muy sutiles y prolongados. El órgano vocal de esta artista es impresionante. La única salvedad es que por su misma característica cantoril, Silvia debe usar el micrófono muy cerca de su boca para que su voz pueda llegar a amplios auditorios, ya que siempre que alejó su boca del micrófono el volumen de su canto se difuminaba y perdía llegada.

El trío de cuerdas que la acompañó, violín, cello y contrabajo, está compuesto por músicos muy profesionales y capaces técnicamente, al parecer el director musical del conjunto era el cellista que siempre marcaba las entradas y ataques de las cuerdas. Este músico en todo caso por momentos tocaba con tal vehemencia su instrumento que al golpetear el diapasón se escuchaba un toque seco, sin notas visibles, lo cual si bien agregaba temperamento al repertorio, disminuía un poco la sutileza y la finura que las canciones de Silvia requieren.

La instrumentación elegida de cuerdas estaba dada para que el muestrario de canciones propuesto abundara en baladas y temas suaves y reposados, hubiera sido muy difícil interpretar canciones de mayor síncope rítmico que las exhibidas esa noche, pues en el repertorio hubo baladas, fados portugueses, habaneras, corridos mejicanos y estilos similares y cuando el grupo arremetió con un landó afroperuano se notó cierta forzadura, ya que por más que se pulsen las cuerdas a modo de guitarra, interpretar un ritmo afroperuano sin guitarra suena algo artificial.

Lo que sí cabe distinguir es que Silvia no es una artista que fusione elementos del jazz con aproximaciones al flamenco. Ella es simplemente una artista de canción de autor, una cantautora que ha elegido para su música una veta muy ecléctica y donde sí cabe en algunas de sus piezas una performance vocal que desemboca en el cante jondo donde su calidad vocal alcanza quizás sus mayores luces.

Simpática, lúdica y por momentos coloquial, Silvia Pérez Cruz es una cantautora que propone caminos alternativos para la canción de autor española sin salirse de su nutriente musical originaria (la nova cancó, el flamenco moderno, el folk iberoamericano). Su arte está más cerca del estilo crossover de artistas como la mejicana Lila Downs que de otros referentes más tradicionales. Puede que lo que voy a señalar al cierre de este comentario sea un notorio error, pero creí advertir en la línea melódica de varias de sus canciones una lejana concomitancia melódica, y sólo melódica, con la obra de aquella otra gran artista, hoy injustamente olvidada, que fue María Ostiz en los años setenta. Si esto llega a ser cierto habla bien de la música de esta joven catalana que puede brindar mucho más todavía en las obras suyas que están por venir.