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Refregar el capital-humano. A propósito de Chan!, de Camila Le-Bert

Por: Andres Pereira Covarrubias | Publicado: 20.05.2016
Todo título, como todo nombre, de alguna forma dice lo intraducible del acontecimiento que llama; Chan! asume esa condición desde el inicio y como puro efecto, pura imagen acústica, alegoriza el patetismo de la problemática social y personal que refiere.

Chan! es una obra sobre algunas consecuencias subjetivas de lo que en este país se ha dado en llamar “Formación de Capital Humano Avanzado”. Quizás pudo titularse así mismo, “Capital Humano Avanzado”, dando un contrapunto algo irónico al hecho teatral que aborda una vivencia posible en el retorno del selecto becariado nacional desde el primer mundo a esta provincia que recuerda a Dogville de von Trier; pero Camila Le-Bert, su autora, la nombró tal como se siente el efecto de un sintetizador de sonidos, hoy apropiado por la más granada chatarra televisiva. Todo título, como todo nombre, de alguna forma dice lo intraducible del acontecimiento que llama; Chan! asume esa condición desde el inicio y como puro efecto, pura imagen acústica, alegoriza el patetismo de la problemática social y personal que refiere.

Lo que a partir de ahí se propone es un operar inteligente, sensible y fugaz como un rayo, como una fuga inexorable de intimidad desde la dramaturgia que muestra su falla productiva al intentar contener y organizar su descentramiento, la verborragia, su exceso de significados y exposición. Una lluvia de chanes-rayo apuntalando y estructurando la escena desbordante de discurso hace así posible la acción dramática y el acontecimiento teatral. De este acontecer, lo que me interesa subrayar es la operación que en última instancia se está llevando a cabo a propósito, pero también desde, la experiencia de devenir un elemento desechable producido, formado por el capital en tanto mediación principal de todo lo humano -subordinado genealógicamente al capitalismo- que se funde en el horizonte incierto de una política pública radicalmente injusta y perversa. Y acá decir injusto y perverso no es un mero juicio de valor sobre lo que a nadie debiese hoy serle indiferente, como es -entre varias otras- la aguda crisis en la producción de conocimiento en este Estado-mercado, sino que es un diagnóstico descriptivo de su patología originaria, desviada incluso respecto de los propios principios liberales que la fundamentan; condición que aquí solo cabe mencionar pero urge discutir e hiperpolitizar. Chan! contribuye a esa tarea.

Fundación Teatro a Mil.

Fundación Teatro a Mil.

Sugerente fue que una nota de El Mercurio se titulara, a propósito de esta obra y de la autora -en línea con su usual construcción fetichista de figuras y consecuente mercantilización-, “Cuando el teatro se vuelve algo muy personal”. Daba así la impresión de que sin querer respondía a una inquietud vuelta insoslayable respecto de este ejercicio teatral, relativa a cómo una práctica artística, pese a su acotado campo de acción, puede entrar efectivamente a discutir asuntos públicos toda vez que lo que hace es afectivamente elaborar uno de estos asuntos. Y un modo posible, como bien lo dice El Mercurio -por supuesto por motivos opuestos-, sucede cuando el teatro se vuelve algo muy personal. Un “muy personal” que nada tiene que ver con la erección de personalidades sino justo con su reverso: con el desmontaje de esa idea de fetiche, sea por “méritos” académicos o genialidad artística, para la exposición entonces de una no selecta intimidad fracturada tras la máscara que significa etimológicamente “persona”. Fractura constitutiva que da forma a esa intimidad y produce efecto de interioridad, cuya aprehensión vuelve posible descubrir cuestiones más relacionadas con el “exterior”, con aquellas fuerzas sociales, políticas, culturales, biográficas, históricas, que están ya en la configuración de eso que se vive y percibe como muy personal.

Así, lo íntimo de esta experiencia de vulnerabilidad, efecto sensible -perceptible como un “¡chan!”- de una lógica del desecho, de destrucción creativa, de producción de vidas chatarra, se expone sin pudor en el acto poético de volverse público, interviniendo con el cuerpo la vacuidad de las ideas, tensionando la racionalidad de la administración política de la vida con el flujo escénico de afectos descalabrados. Terminará ello señalando, desde una modesta puesta en escena, nada menos que la ilegitimidad y pura violencia de la genealogía del sistema social. El actual estado de las cosas, particularmente en relación a CONICYT, a la inversión y gestión de la ciencia y tecnología en este país-experimento, probablemente no responda a una apatía o desorganización institucional subsanable con voluntad política. Correspondería más bien a la consistencia precisa que le es funcional al capital para seguir su sociometabolismo desplegado como relación-humana en múltiples dimensiones, constituyendo a las personalidades como potencial chatarra. La angustiosa verdad que expone Chan! es que, en rigor, hoy todxs somos “chan!”.

Dicho de otro modo, lo que en definitiva se juega acá -y este me parece uno de los aciertos de la obra- no es solo la aguda mirada sobre la situación de beneficiadas y beneficiados por un Estado que les olvida en la intemperie del puro de mercado sino que también efectúa algo que es urgente volver una práctica expansiva. Chan! propone una fórmula en la que esa experiencia subjetiva, la de una vida producida como fetiche y desecho a la vez, puede interpelar, refregar, friccionar y dialectizar la representación ciega, hueca y servil de la política, particularmente de la que hay detrás de “formación de capital humano avanzado”, y tal vez de toda la política que se instituye. Esto no por medio de la articulación de un discurso limpio, claro y coherente, crítico del problema sino producto del abismo inconmensurable que se abre por medio de la forma y lugar corporal de una interrogación sin respuesta. Se muestra entonces un locus posible para hacer política y desbordar inasiblemente sus intentos de captura: el de las intensidades imaginativas en permanente sabotaje.

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FICHA TÉCNICA

Dramaturgia y dirección: Camila Le-Bert

Elenco: Catalina Osorio Cerón, Pablo López Leal, Juan Pablo Troncoso Chandía

Diseño integral: Los Contadores Auditores

Diseño de vestuario: Tamara Poblete

Música: Nicolás Aguirre

Coreografía: Daniela Le-Bert

 

Hasta el 1 de junio 2016

Diálogo post función | 1 de junio

Martes, miércoles y jueves 20 hrs.

70 min

$6.000 general, $4.500 tercera edad, $4.000 estudiantes

Teatro del Puente | Parque Forestal sin número, entre puentes Pio Nono y Purísima. Metro estación Baquedano. Teléfono 56-2-27324883

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