Avisos Legales
Opinión

Tienen el poder y (parece que no) lo van a perder

Por: Edison Ortiz | Publicado: 30.05.2016
Si creen que van a castigar a los actuales actores políticos del duopolio– Chile Vamos y Nueva Mayoría -no yendo a votar en las próximas elecciones, están muy equivocados. Si piensan que con vuestra indiferencia, desprecio y ausentismo electoral escarmentarán a quienes han desprestigiado la política, dándole una especie de bofetada en la cara, puede que su acto épico termine haciendo todo lo contrario y con su ausentismo, se reafirme el poder que administran ya por décadas y al que no tienen ninguna gana de soltar. Si no me creen presten atención al siguiente relato que es real.

Si creen que van a castigar a los actuales actores políticos del duopolio– Chile Vamos y Nueva Mayoría -no yendo a votar en las próximas elecciones, están muy equivocados. Si piensan que con vuestra indiferencia, desprecio y ausentismo electoral escarmentarán a quienes han desprestigiado la política, dándole una especie de bofetada en la cara, puede que su acto épico termine haciendo todo lo contrario y con su ausentismo, se reafirme el poder que administran ya por décadas y al que no tienen ninguna gana de soltar. Si no me creen presten atención al siguiente relato que es real.

Hace unos pocos días, en una reunión de coordinación de los secretarios generales de la Nueva Mayoría el representante del PDC, y uno de los operadores políticos más conocidos de Gutenberg Martínez dijo, sin siquiera ponerse colorado, que la Democracia Cristiana estaba apostando a que en la próxima elección municipal votará menos del 30% del electorado ya que de esa forma podían asegurarse la reelección de casi todos sus alcaldes y concejales. Que  ese universo electoral era manejable pues respondía a la clientela electoral de la Nueva Mayoría y de Chile  Vamos y era una cifra muy manejable y los datos conocidos por todos. Nadie de los presentes chistó, reclamó, ni hubo llamado a la cordura y  prudencia al representante falangista en aquella mesa. Nadie alzó la voz exigiendo que más que ganar por secretaria lo que la NM realmente necesitaba era un acto de constricción, perdón, cambio de giro que les permitiera recuperar la confianza ciudadana.

Al escenario de hundimiento y desprestigio profundo de nuestro sistema político e institucional se le sumaron durante estos últimos días, y como guinda de la torta,  lo  ocurrido en el PPD una derivada casi obvia luego de hacerse público, hace más de un año, las andanzas del dúo Martelli-Peñailillo: de alguna parte del entorno de ese partido se había aprendido la técnica de cómo conseguir financiamiento de la empresa de Ponce Lerou. Es por ello que nadie se espantó, ni se asombró cuando se hizo público el financiamiento de SQM al partido ciudadano que antes te defendía. A lo más, la mayoría solo confirmó lo que ya se sospechaba y que era vox populi en los ásperos pasillos de la política: que ese conglomerado era financiado institucionalmente desde SQM. Luego vino la renuncia de René Saffirio al PDC y las razones que la motivaron: en su partido se había enquistado una red transversal de intervención, clientelización y cooptación del Sename –  de la que  no podía estar ausente, por supuesto, el indispensable Enrique Correa -, un coto de caza que incluso servía como manto de protección de los abusos que se hacían con los niños en distintos centros de menores. Saffirio constató, entonces que más que apoyo, recibió de sus camaradas un balde de agua fría, empezando por la crítica de la familia Walker uno de cuyos hermanos precisamente administra uno de esos centros del horror, y su paso al tribunal de disciplina del PDC. Enseguida se hizo pública la inscripción irregular de militantes que involucró a un sector de Izquierda Ciudadana por registro doloso de adherentes. Y para concluir la escenografía una amiga me cuenta que en diversas comunas de Santiago “se están arreglando los delegados” al próximo congreso del PS, entre los distintos sectores que controlan hoy la colectividad, al margen de toda elección democrática y sin contar que, a  los eventos para elegirlos apenas asiste una mínima fracción de los aporreados militantes de la organización. Ni hablar de Piñera, Longueira y “el gobierno cooptado” del empresario, cuyos ministros no paran de desfilar por tribunales.

Por cierto, podría continuar enumerando hechos (hasta agotar la tinta) para graficar bastante bien lo que nos está pasando y la necesidad de cambiar “esta realidad tan charcha”.

Podría, incluso, en tono positivo, agregar las cifras  y porcentajes que los expertos electorales vaticinan si una posible tercera fuerza se constituyera y que oscila entre un 25-30% del electorado. Es decir, prácticamente, un tercio del universo. Pero la unidad, en la izquierda, siempre parce ser un problema mayor que derrotar a los adversarios y amerita una explicación sociológica.

Que, hasta hoy, la archipielagización y fragmentación de esa izquierda  en probables y múltiples pactos  electorales minimiza su poder de influir por dos motivos: aleja a quienes esperan una respuesta contundente y unitaria frente a la corrupción y el maridaje política-dinero, desincentivándolos a participar del próximo proceso electoral y a la vez, relativiza su impacto  concreto sobre alcaldes y concejales al obtener por separado, una buena votación pero muy fragmentaria que impedirá la obtención de un número significativo de concejales y alcaldes.

Es por ello que creemos que esta tercera fuerza requiere unidad porque debe ser más fuerte que los poderes que enfrenta, más poderosa que el dinero, más honesta que los caídos referentes morales y que sea capaz de superar su histórica tendencia a transformarse en un mero referente ético, un archipiélago, un referente exclusivo para minorías: debe tener vocación de poder.

En definitiva, en la lógica de la NM y Chile Vamos  les haríamos un gran favor si no hacemos uso de un derecho cívico por el que miles de obreros, estudiantes, profesionales y trabajadores ofrendaron su vida y su lucha: la conquista del sufragio universal. Pero tampoco basta con ello. Es necesario convencer a nuestros líderes, partidos y movimientos, para que puedan enfrentar unidos este desafío ¡menudo desafío!: mover políticamente una estructura parecida a la cordillera de los Andes con gente que lleva ya casi 30 años en el poder – los otros más 40’ –  y a la cual no va a ser fácil desplazar solo con buenas razones. Ya hemos visto lo que dijo el operador del Gute.

Estamos viviendo momentos excepcionales. La crisis ha puesto en evidencia el maridaje entre políticos y algunos grandes empresarios haciendo evidente la cooptación de un grueso número de nuestros actores públicos, sino que también ha operado como “locomotora de la historia”  u hoyo negro acelerando el tiempo: no hay día en que no nos enteremos de alguna nueva inmundicia.

Pero así como la revolución francesa terminó en Napoleón y la rusa en Stalin y la nuestra en Pinochet, nadie asegura que la coyuntura actual no pueda terminar en una consolidación del bloque hegemónico en el poder hasta que el modelo reviente y se nos aparezca Farkas.

Como decía Bersuit Vegarabat reversionando a Las Manos de Filippi, en aquel clásico prohibido por el gobierno de Menem de fines de los 90’ que anunció el derrumbe del sistema político argentino: “tienen el poder”, pero en nuestro caso (y por acción u omisión de los principales actores críticos), parece que no lo van a perder.

Edison Ortiz