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Opinión

España: se consolida alternativa política al duopolio neoliberal

Por: Manu García | Publicado: 01.07.2016
España: se consolida alternativa política al duopolio neoliberal podemos hispan tv |
Dos años después de la creación de PODEMOS hay un espacio político consolidado, una franja social que adhiere a un programa de radicalidad democrática, derechos sociales y soberanía (pluri)nacional que, en su expresión electoral, administra las principales ciudades españolas y se estabiliza en torno a un 20% del electorado o, lo que es lo mismo, 5 millones de votos y alrededor de 70 diputados.

Las elecciones del 20 de diciembre en España dibujaron un nuevo mapa político, que supuso un terremoto respecto al anterior por la irrupción, con 69 diputados, de un magma político encabezado por PODEMOS [en adelante PODEMOS, para simplificar], un instrumento electoral anti-neoliberal que desafiaba a los dos partidos tradicionales, PP y PSOE.

El factor fundamental que provocó este escenario fue el hecho de que una “nueva izquierda” que había tomado nota de las experiencias latinoamericanas consiguió, manejando con habilidad un discurso populista (en su sentido de apelar a la construcción de pueblo frente a las oligarquías), capitalizar el malestar social por las consecuencias de la crisis económica que vivía España, y en 2014 creó PODEMOS como instrumento electoral.

A medida que ha ido avanzando PODEMOS, el espacio político del PSOE (que jugó el rol de contención social en los marcos neoliberales que en Chile jugó la Concertación) se ha ido achicando, y tampoco ha conseguido despegar el “populismo de derecha” de Ciudadanos, ya que PODEMOS le ha comido buena parte de su terreno con una propuesta capaz de apelar no solo a una franja del electorado “culturalmente” de izquierda, sino también al votante despolitizado, mayoritario en España (igual que en Chile y la mayor parte de sociedades occidentales) como consecuencia de décadas de hegemonía neoliberal.

El miedo del PSOE al avance de PODEMOS fue la clave de que tras las elecciones de diciembre no se pudiera formar gobierno, ya que el PSOE no quiso optar por entrar abiertamente en ninguno de los dos bloques: ni en el neoliberal liderado por el PP (sabe que una parte de su electorado vota “contra la derecha” y no le resultaría fácil asumir una «gran coalición» con ella) ni en el de la soberanía popular liderado por PODEMOS (hace tiempo que la mayoría de los dirigentes del PSOE adoptaron el neoliberalismo y para ellos su mayor enemigo no es el PP, sino lo que representa PODEMOS) y decidió tomar una posición intermedia, de alianza con Ciudadanos que no sumaba los parlamentarios suficientes para formar gobierno, pero que le permitía tensionar a PODEMOS acusándole de no favorecer un “gobierno de cambio”.

Ese movimiento del PSOE no dejó otra salida que la repetición de las elecciones, que le han servido para frenar un poco su caída (“sólo” perdió 5 diputados), pero no para revertir la tendencia a quedar en medio de un fuego cruzado entre neoliberalismo y soberanía popular, disputa en la cual, a diferencia de la disputa “derecha”/”izquierda”, no está cómodo y no es un actor protagonista sino uno condenado al desgaste progresivo.

Dos años después de la creación de PODEMOS hay un espacio político consolidado, una franja social que adhiere a un programa de radicalidad democrática, derechos sociales y soberanía (pluri)nacional que, en su expresión electoral, administra las principales ciudades españolas y se estabiliza en torno a un 20% del electorado o, lo que es lo mismo, 5 millones de votos y alrededor de 70 diputados.

Insuficientes por el momento para formar gobierno pero suficientes para desestabilizar y condicionar el escenario político español, marcando la agenda y los ritmos. Un tremendo triunfo en un contexto como el europeo, donde los dueños del poder y la riqueza no se sienten amenazados y en muchos países quienes están capitalizando el descontento social son fuerzas xenófobas.

¿Por qué entonces hay quienes hablan de “fracaso” de PODEMOS en estas elecciones? Porque se había marcado un objetivo muy ambicioso: profundizar ese proceso de polarización superando tanto en votos como en escaños al PSOE, de tal manera que la disputa quedara claramente, de cara a los próximos meses, como PP versus PODEMOS y el PSOE se viera obligado a elegir entre uno u otro.

Ese objetivo, que parecía factible a la luz de las encuestas, no se logró, y eso ha generado cierta desilusión en la base social de PODEMOS. No tanto por el resultado en sí (tras la alianza con el frente político del PC ha obtenido 71 diputados, frente a los 69 de las elecciones de diciembre), sino por las expectativas tan altas que se habían creado, y porque es la primera vez en los dos intensos años de vida del partido que no se alcanzan los objetivos fijados.

Un factor clave para el estancamiento electoral fue la campaña del miedo activada por las clases dominantes, usando su monopolio mediático, para movilizar al electorado contra Unidos Podemos. Ya habían recurrido a ella previamente, pero se agudizó ahora que amenazaba con convertirse en segunda fuerza.

Los caballos de batalla más recurrentes fueron las acusaciones a PODEMOS de pretender la ruptura de España y de estar financiado por Venezuela (cuya crisis política los medios españoles han situado en primer plano durante toda la campaña, por supuesto entregando la versión de la oposición). La campaña contó con el apoyo entusiasta de Ciudadanos y del PSOE, conscientes ambos de que el enemigo a batir era Unidos Podemos, pero fue el PP quien más se benefició de ella, concentrando el “voto útil” conservador (conservador no sólo en el sentido de derechista, sino de temeroso de cambios bruscos). Al mismo tiempo, parte del electorado que en las anteriores elecciones había optado por IU o por PODEMOS esta vez eligió PSOE buscando una salida “moderada” al PP.

El análisis del voto a PODEMOS excedería con mucho el espacio de esta columna, baste señalar que tuvo mayores dificultades para implantarse en las zonas rurales y envejecidas del interior y ganó en Cataluña y el País Vasco, las zonas más industrializadas (y por tanto con una clase trabajadora y unos sectores medios más desarrollados y organizados) y donde fue bien acogido su reconocimiento del carácter plurinacional de España. También, reseñar que la distribución etaria, regional y socioeconómica del voto ha vuelto a mostrar las grandes diferencias que existen en España, en varios ejes: generacionales, nacionales, entre zonas del interior y costeras, entre medio rural y grandes urbes…

El bloque político-social que lidera PODEMOS inició desde la misma noche electoral un proceso de debate público sobre el mejor modo de seguir avanzando ahora que está próximo a cerrarse un intenso ciclo electoral. Un proceso que, dada la riqueza de las experiencias políticas y sociales que lo integran y de la altura de miras de sus cuadros, tendrá efectos positivos y hará posible afrontar en el mejor pie posible los grandes desafíos del nuevo tiempo que se abre, que seguirá estando marcado sin duda alguna por la confrontación entre neoliberalismo y soberanía popular, con las presiones y la crisis de la Unión Europea como marco.

 

Manu García