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La ópera rock de Dream Theater

Por: Sebastián Flores | Publicado: 05.07.2016
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La banda de metal progresivo más importante del mundo visitó el Teatro Caupolicán para presentar «The Astonishing» (2016). Un show que recrea completa una historia inspirada tanto en Game of Thrones y los cuentos de Isaac Asimov como en los más épicos álbumes conceptuales de Rush y Pink Floyd.

A estas alturas, Dream Theater es un clásico. Como Iron Maiden, Metallica o Guns N’ Roses. Con 30 años de trayectoria y 13 discos editados (sin considerar EPs, bootlegs ni álbumes en vivos), el quinteto neoyorkino goza de un respeto y un prestigio que, para nuestra generación, está a la altura de las más grandes bandas del rock y el metal mundial. Álbumes como «Images & Words» (1992) o «Metropolis Pt. 2: Scenes From a Memory» (1999) ya son parte imprescindible de la historia del metal progresivo, un género que le debe prácticamente su existencia a esta agrupación formada en la prestigiosa Berklee College of Music de New York.

En nuestro país, la banda goza de un arrastre igualado por pocas bandas de otros géneros. La primera vez que vinieron, los chilenos le regalaron a Petrucci y compañía el show más grande de su carrera, con más de 20 mil fanáticos que repletaron la Pista Atlética en la cálida noche del 6 de diciembre del 2005. Luego volvieron el 2008, el 2010 (donde fueron el primer grupo que hizo un concierto tras el terremoto del 27/F y acortaron su show a la mitad por miedo a una réplica en un recinto cerrado), el 2012, el 2014 y finalmente este año, en la gira sudamericana de su más reciente producción: «The Astonishing» (2016), quizás el álbum más ambicioso de toda su carrera (y eso, para una banda como Dream, es mucho decir). Por lo mismo, esta sexta visita representaba todo un desafío en términos tanto de convocatoria como de interpretación.

Para muchos, en los últimos años, la calidad del quinteto ha disminuido en relación a sus épocas gloriosas de los ’90 y los tempranos ’00. Las razones que se esgrimen son varias: la renuncia de Mike Portnoy (baterista, compositor, productor, líder y fundador de la agrupación), la perdida de la magia compositiva y la constante acusación de autoplagio y exceso de pirotecnia instrumental que muchos de sus ex fans y detractores acusan desde el «Systemathic Chaos» (2007). Pero el núcleo duro de la hinchada de Dream Theater es un gran fan club que comparte códigos y formas particulares de entender la música. La devoción que manifiestan por el sonido virtuoso que John Petrucci (guitarra), Jordan Rudess (teclados), John Myung (bajo), James Labrie (voz) y Mike Mangini (batería) ejecutan en cada pieza que firman es a prueba de todo, una demanda inelástica que poco varía si los que están al frente son cinco de los mejores instrumentistas del mundo.

Así, la noche del domingo 3 de julio del 2016 se transformó en otra fecha más que los seguidores de Dream atesorarán por siempre en su corazón. Mientras el país seguía por TV la celebración-homenaje en el Estadio Nacional a la selección chilena bicampeona de América, en las afueras del Teatro Caupolicán una larga fila de poleras negras daba vueltas la calle San Diego. Al contrario, por ejemplo, del primer show de la banda en Chile, la mayoría de los presentes esta noche no llevaba el pelo largo: los adolescentes y veinteañeros de hace una década hoy bordean los 30 y la forma de vivir la experiencia en los conciertos también ha cambiado. Justamente por eso, la lógica de la cancha del recinto no sería la anarquía del que llega primero a la reja, sino que contaba con asientos numerados pagados en cifras que superaban los $75 mil.

Estandartes con el logo de la banda -a la usanza de las huestes medievales-, un mapa como el de la Tierra Media desplegado en unas LEDs rectangulares gigantes y el atril de teclado movil de Jordan Rudess adornado como una trinchera-escudo junto al monstruoso set de batería de Mike Mangini. Así recibía el escenario al público que ingresaba al recinto de San Diego, recreando la estética presente en «The Astonishing», el grandilocuente álbum conceptual doble que, a través de dos actos y 34 canciones, relata una historia de ciencia ficción ambientada en un futuro distópico.

Foto: ACEITUNO / Transistor

Foto: ACEITUNO / Transistor

La obra -escrita en su totalidad por John Petrucci- se desarrolla en el año 2258, en una sociedad post-apocalíptica totalitaria donde unos drones llamados Noise Machines (NOMACs) controlan a todos los habitantes del Gran Imperio del Norte. Regidos por un poderoso emperador, los NOMACs definen cada aspecto de la vida de las personas, incluso la música que deben escuchar, la cual es creada artificialmente, pues los humanos tienen prohibido componer o realizar cualquier tipo de creación artística. En ese contexto nace el héroe de la historia, Gabriel, un joven con el don natural de crear música que, de la mano de un ejército clandestino (la Milicia Rebelde Ravenskill), se enfrentarán con la tiranía del norte.

A las 21:15 horas, con un cuarto de hora de retraso, la alineación titular de Dream Theater saltó a la cancha para realizar un concierto que durará casi 3 horas y que únicamente repasará el disco nuevo. Nada de clásicos, nada de canciones del «Awake» (1994) o del «Six Deegres of Inner Turbulence» (2002), la apuesta era presentar teatralmente la historia completa, donde el frontman y cantante James Labrie se encargaría de representar a los 8 personajes -hombres y mujeres- que protagonizan el relato, mientras sus compañeros de la banda se encargarían de realizar la música extradiégetica, el sonido que da vida a este musical.

Ante un Caupolicán a 3/4 de su capacidad, las instrumentales ‘Descents of the NOMACs’ y ‘Dystopian Overture’ abrieron los fuegos para luego darle el paso a ‘The Gift of Music’, el primer single del disco. De ahí en más el álbum doble fue interpretado en su orden original, dividido en dos actos con un descanso de 20 minutos en la mitad. Gráficas de la historia al estilo de videojuegos como Final Fantasy se desplegaron por las pantallas rectangulares, mostrando a los personajes animados en 3D en cada momento de la historia y un poderoso juego de luces completaban la puesta en escena donde el quinteto desplegó todo el talento que se les conoce.

Los mejores momentos de la noche estuvieron, precisamente, en las mejores canciones de este disco. ‘Three Days’ revela el espíritu a lo Broadway de la historia, ‘A New Beginning’ posee el mejor solo de Petrucci en una década, ‘Moment of Betrayal’ es uno de los momentos metaleros más altos del disco y el segundo single, ‘Our New World’,’ es la mezcla perfecta entre una melodía pop y una construcción instrumental con el sello del Dream Theater más clásico. El resto de canciones, la mayoría sostenidas por los arreglos orquestales y los pianos de Jordan Rudess, dejaron ver la capacidad de James Labrie quien, pese a varios cuestionamientos, realizó una performance intachable desde lo vocal.

Dream Theater sufre de constantes críticas hace varios años. Tras la salida de Mike Portnoy y dos discos flojos, parecía que la banda estaba destinada a morir. Pero el quinteto neoyorkino es más que sólo un grupo de rock y hay una inmensa maquinaria detrás de ellos («somos empresarios, no podemos detenernos», dijo alguna vez el mismo Portnoy). Esta obra conceptual, la tercera de su carrera, está a años luz de otras obras del género como «2112» (1976) de Rush o «The Wall» (1979) de Pink Floyd, pero sí es una reinvención importante para una banda con una base de militantes que les perdonará todo. En los tiempos de Spotify y de escuchar canciones sueltas, Dream Theater se arriesga con un álbum de más de dos horas. Está lejos de ser su mejor trabajo, pero dos Caupolicán casi repletos (el segundo show del lunes 4 también contó con una alta asistencia) para presenciar «The Astonishing» en vivo dan cuenta de que a la banda de metal progresivo más importante del mundo aún le queda cuerda para mucho rato más.

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