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Valentina Olivares, militante de Nueva Democracia: «El 2017 será importante para un Frente Amplio antineoliberal»

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 22.08.2016
Valentina Olivares, militante de Nueva Democracia: «El 2017 será importante para un Frente Amplio antineoliberal» V Olivares 3 |
Para el próximo 3 y 4 de septiembre está agendado el primer gran hito importante para Nueva Democracia, donde esperan construir las resoluciones políticas generales, una orgánica mínima que les permita acompañar el proceso de construcción de una referencia política nacional y la definición de la política de alianzas. Allí desembocarán los encuentros territoriales que han venido desarrollándose desde Arica a Puerto Montt, y que se nutren de reflexiones como las aquí expresadas por Olivares.

La historia militante de Valentina Olivares Gray (28) muestra parte de las trayectorias gestacionales de la izquierda emergente. Fue parte de las Juventudes Comunistas, donde se desempeñó como dirigente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. En 2009 abandonó esa organización y participó de la constitución del colectivo Corriente Praxis, para avanzar luego en un intento por converger con otros segmentos en el partido Igualdad. En 2011 junto a otros compañeros participó de la construcción de la Unión Nacional Estudiantil, de cuya primera mesa nacional fue parte. Desde mediados de 2014 forma parte de la Fundación Crea, y en marzo de este año, habiendo retornado a Cristian Cuevas a Chile tras renunciar al Partido Comunista, se involucra en la formación de la plataforma política Nueva Democracia.

Olivares habla rápido, con precisión, no duda. Con ella uno tiene la misma impresión que con otros militantes de su generación, de cabezas eficaces, colmadas de ideas y filos creativos. El Desconcierto conversó con ella sobre la política de alianzas de la izquierda y la posibilidad de la emergencia de nuevas fuerzas políticas ante la crisis de representación.

¿Cuál es tu mirada sobre el escenario político actual?

El modelo tiene resquebrajada su capacidad hegemónica, pero no está agotado. Aunque mantiene una capacidad importante de legitimarse a través de un conjunto de prácticas e ideas que están en disputa en el conjunto de la población, es un hecho que su capacidad de producir una hegemonía de manera robusta está en duda.

¿En qué áreas crees que se identifica esa pérdida de hegemonía del modelo?

En Fundación Crea hemos trabajado en varias líneas de análisis. Una de ellas es la crisis de representación, donde hay algunas dimensiones importantes: por un lado se derrumba la ficción democrática, la idea de que el Estado y las instituciones del pacto de la transición son representativos de la mayoría de la población, lo que se agota muy rápido con los casos de corrupción. Luego hay una incapacidad muy grande para tramitar el malestar social, hay un agotamiento límite. Hoy se hace mucho más evidente el fracaso de las políticas sociales del Estado subsidiario. En tercer lugar, hay una pérdida de credibilidad del mercado para gestionar la vida en común, como rector de la vida privada y colectiva.

Su lectura es, entonces, que el panorama permite construir alternativas políticas.

Nosotros nos acogemos a la tesis de que estamos en un proceso de politización en disputa, que es heterogéneo, donde una gran parte de la población aboga por cambios sustantivos al modelo, en lo que se refiere a derechos sociales, soberanía económica, incluso al carácter de la democracia, pero de un modo que está en tensión con elementos que son muy propios del proyecto de la transición, como es el rechazo a la conflictividad social y por tanto la dificultad para traducir ese malestar, ya politizado, en niveles de organización que hagan factible un robustecimiento fácil de la fuerza social que se ha venido acumulando en el último tiempo.

Eso supone desafíos para las fuerzas emergentes.

Lo que marca la necesidad de emerger hoy, en mi juicio, es que el capitalismo neoliberal, a diferencia de su versión keynesiana y de compromiso, tiene una capacidad abarcativa de la vida social mucho mayor. Eso implica una capacidad para incorporar contenidos críticos no solo a través de lo que hemos visto en los gobiernos de la Concertación, sino como un modelo radicalmente totalizante. Por tanto, pensar o trabajar en base a diseños por etapas, de construcción de fuerzas sociales que se esperan que maduren políticamente para entrar luego a la disputa institucional, no es viable. Se hace imprescindible la articulación del malestar politizado en un proyecto igualmente totalizante que el capitalismo neoliberal. Ese es un elemento estructural.

Articular un proyecto de esa envergadura no es tarea fácil.

En términos coyunturales, la crisis de representación y sobre todo los casos de corrupción, de tráfico de influencias, son la amenaza de que se moralice -una vez más- el conflicto social y aumente la brecha entre la política institucional y la ciudadanía. Entonces todo el proceso de desciudadanización que impulsó la transición democrática y que encontró un vuelco con los movimientos sociales, puede volver a girar hacia un proceso de desafección radical con la política a partir de esta crisis del pacto elitario.

¿La crisis de esta coyuntura es el momento para sumar apoyos?

Lo que marca esta coyuntura es menos la agenda electoral que la necesidad de aprovecharla para presentar una alternativa que pueda instalar clivajes. Porque hay crisis, hay conciencia en la mayoría de la población de que hay elementos que deben cambiar sustantivamente, que no ha existido voluntad política para cambiarlo, pero el clivaje no está ordenado.

Apuestas electorales

En ese sentido, ¿el rendimiento electoral no es relevante?

Sí lo es, pero es necesario dar cuenta del fracaso de los esfuerzos de restauración novomayoristas tanto en su intento de cambiar las prácticas políticas partidarias como en las elecciones municipales. Por lo tanto, hay una oportunidad para golpear no solo ese fracaso de la agenda de restauración, sino a quienes están tratando de conducirla a un espíritu más conservador.

¿En las elecciones municipales?

Sí,  pero sobre todo las elecciones parlamentarias del próximo año. Ahí hay una oportunidad para instalar de forma definitiva el clivaje entre restauración neoliberal -ya sea en su versión progresista o en la concertacionista clásica-versus un proyecto refundacional.

¿Te parece entonces que la izquierda tiene que ingresar a esta coyuntura con fuerza?

Creo que en las municipales, como izquierda, como bloques emergentes, ya no fue. De todos modos va a ser una oportunidad para probar el rendimiento político de procesos de construcción social que están muy bien enraizados. Creo que los candidatos independientes que van tanto a alcaldías como a concejalías, son liderazgos sociales muy legitimados, con un trabajo de inserción social y construcción con otros actores muy fuertes, y probablemente nos encontraremos con sorpresas positivas en esos casos particulares como Valparaíso, Magallanes, el caso de la Doris (González), el caso de nosotros en La Reina y otras localidades.

¿Y qué visualizas que puede ocurrir en las parlamentarias del próximo año?

Las parlamentarias nos van a permitir marcar, al menos, la irrupción de un actor en construcción. No nos imaginamos la emergencia política como una irrupción violenta que puede dar vuelta el tablero político a lo Podemos, por así decir, pero si empezar a construir un escenario de antagonismos políticos más claro, que para la construcción de una tercera fuerza recupere la construcción de la agenda política, como la tuvo el movimiento social en 2011-2012 y que hoy, pese a toda la crisis, la tienen los actores del pacto transicional.

¿Cuánto depende la izquierda del proceso electoral de 2017 para realizar ese cambio de agenda?

No es la centralidad para la construcción de un proyecto alternativo, pero sí es importante para la posibilidad de ordenar la agenda política señalando la emergencia de un Frente Amplio anti neoliberal con el mayor protagonismo posible en su interior de las fuerzas con voluntad de profundizar la construcción social y la politización ciudadana. Además de eso aprovechar las ventanas, mínimas, del cambio en la ley electoral, para que ese proyecto en construcción se visibilice en el parlamento y en los espacios institucionales y pueda viabilizar algunos cambios urgentes en lo económico, en lo social, en lo político y lo cultural, que tienen que ponerse en marcha pronto y que requieren articulación de la fuerza social organizada, de la ciudadanía que es crítica pero que no está en disposición de organizarse en lo inmediato, así como de actores emergentes que dentro de la institucionalidad puedan aportar en la construcción de un proyecto de largo plazo.

Eso habla de una construcción diferente.

Sí. Sabemos que tenemos que construir condiciones para la emergencia política y que esas condiciones se juegan en alguna medida en la capacidad de ordenar la agenda política, sabemos también que para ello las elecciones que vienen son importantes. Pero todavía las formas de construcción que estamos teniendo están dirigidas a los sectores que ya están organizados. Es muy importante poder convocar a más sectores de la ciudadanía que se identifican con la necesidad de cambios, a lo mejor todavía más económicos que políticos, y construir herramientas que permitan mayores niveles de involucramiento al mismo tiempo que construir franjas militantes activas para el levantamiento de este proyecto, que permitan dar fuerza y renovar el impulso de los movimientos sociales y que permitan incorporar, digamos, a un tercer actor que es la ciudadanía que está saliendo de su malestar privatizado y en la que conviven las ganas de cambiar las cosas con el temor al conflicto. Ese es un desafío importante: cómo construimos una nueva ética y una nueva forma de organización en estas herramientas políticas que sean lo suficientemente convocantes.

¿Ustedes van a tener apuestas electorales importantes en las parlamentarias entonces? ¿Está definido, está en discusión?

Está en discusión, y hablando a título personal, está claro que es una apuesta que no nos corresponde solo a nosotros, sino también al Movimiento Autonomista, a Izquierda Libertaria, a Revolución Democrática, que estamos en este impulso.

¿Y cuáles son las candidaturas más importantes que tienen en las municipales?

Hay dos compañeros que van de candidatos a concejal. Fernando Encina en la comuna de La Reina y Matías Fernández en Valdivia, que son compañeros que vienen construyendo hace tiempo con nosotros. Además de eso en los encuentros territoriales de Nueva Democracia se han ido incorporando compañeros que ya habían definido disputar concejalías en La Pintana, Santiago Centro, Valparaíso y otros.

Foto: Rodrigo Ruiz

Foto: Rodrigo Ruiz

La clave de “lo inédito”

Circula la idea de avanzar a una articulación de fuerzas, que se ha nombrado como Frente Amplio y de otras formas. ¿Qué importancia le das?

Partamos por algo que viene de preguntas anteriores. Es necesario poner como telón de fondo algo que se nos va a menudo a la hora de pensar la política inmediata, y es que estamos atravesando por una crisis estratégica en la izquierda. No lo digo en un sentido negativo, sino en términos de un proceso de aprendizaje y de ruptura respecto de las primeras oleadas antineoliberales, con el retroceso de los procesos reformistas en América Latina y el surgimiento de alternativas nuevas en Europa del sur, a lo que en Chile se suma que los troncos históricos del siglo XX, con el PC y el PS como las fuerzas más importantes en la construcción de movimiento popular, hoy son parte del pacto elitario.

Por tanto hay un espacio para pensar la construcción de un proyecto inédito. Eso refiere a la construcción de una identidad política nueva, refiere a la construcción de sujeto político distinto al que se pensó durante el siglo XX, refiere a cómo se configuran los conflictos a nivel espacial y qué pasa con el territorio como un espacio de construcción de conflictividad y de politización del malestar, qué pasa también con los pueblos originarios.

Hay desafíos teóricos y estratégicos nuevos para todos y hay que pensar esta emergencia en la clave de lo inédito, por eso no me gusta tanto la clave del “Frente Amplio”. Hay que pensar la construcción partidaria en la clave de lo inédito, en lo inédito del sujeto, dejando las concepciones apriorísticas de lado, poniendo los pies muy bien en la realidad material de la población chilena, la que se moviliza, la que está en condiciones de hacerlo, y aquella que tiene la posibilidad más clara de dibujar el antagonismo de clases en Chile.

Sigo con tu idea de lo inédito. ¿Esa clave se expresa más en unas organizaciones que en otras?

Esto se ha leído de manera errada en clave generacional. Yo creo que no, lo que pasa es que como generación del 2011 no tuvimos compromiso ni participación en el acuerdo que viene del plebiscito del ’88 y eso nos dio mayor libertad para desplegarnos y construir nuevas formas de participación social y cuestionamientos más abiertos al modelo. Pero están llegando compañeros que lucharon contra la dictadura, gente que se organizó en los ’90, gente que nunca participó, está el apoyo de las familias. Todo ello tira por la borda la idea de que esto es una cosa de la generación del 2011.

Otra cosa son las expectativas de la ciudadanía. Creo que la gente tiene los ojos bien puestos en esta generación, más que por una cuestión etaria como decía, porque no se hace parte de las prácticas ni de los intereses del pacto transicional. Eso se aprecia en las encuestas con el apoyo a las figuras de Giorgio (Jackson) y Gabriel (Boric).

Esa distinción es la que nos permite hablar de la construcción de un proyecto inédito. Es decir, esfuerzos de construcción social que no hayan tenido participación, ni pasiva ni activa, en el pacto transicional, que logren mantener y profundizar los niveles de organización a través de la movilización social. Creo que en ese marco Nueva Democracia, el Movimiento Autonomista, Izquierda Libertaria, Revolución Democrática, Izquierda Autónoma, son actores clave.

¿Tu verías allí el foco de lo inédito?

Si. Existen muchos otros actores que tienen que ser parte de esta incipiente alianza antineoliberal donde el límite es el involucramiento en casos de corrupción. Es decir, cualquier outsider que pueda compartir el programa, o que pueda compartir un ideario, pero esté involucrado en casos de financiamiento irregular, debe queda fuera. El clivaje restauración-refundación es al mismo tiempo el clivaje SQM-Penta y los que no están en eso.

Hablabas también de un sujeto inédito.

Es una cuestión relativa a los nudos críticos de los que tiene que hacerse cargo cualquier fuerza que apueste a construir un proyecto inédito. La construcción de un sujeto político, que es básicamente la articulación de un poder constituyente, requiere entender que cuando hablamos de una nueva alternativa hablamos de la construcción de un nuevo sujeto político en Chile. Para eso hay que hacerse cargo de problemáticas que se han ido incorporando pero tienen que hacerlo aun de manera mucho más potente. La problemática de género es una, hoy la reemergencia del movimiento feminista está muy asentada en una militancia juvenil universitaria, pero es necesario ver cómo pasamos a la construcción de perspectivas sobre género y diversidad sexual en ruptura con las que articuló la transición. Otro elemento interesante tiene que ver con la cuestión del territorio, allí hay dos conflictos del año pasado que funcionan por contraste. El conflicto de Atacama, que fue muy intenso en términos de la paralización y la interpelación al Estado, pero no estuvo ni cerca de generar el impacto político del conflicto en Chiloé, porque se parecía más a una suma de las partes. En Chiloé lo que sucede es que se construye un conflicto político nuevo, con características distintas. Creo que los conflictos regionales son hoy los que se acercan más, cuando son así de agudos, a la crisis de legitimidad, asumiendo que están en una crisis de representatividad y no de legitimidad. Son esos conflictos los que, aunque sea circunstancialmente, logran poner en entredicho la dominación en su conjunto.

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