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Opinión

2013: El año que no acabó en Brasil

Por: Larissa Saud | Publicado: 07.09.2016
2013: El año que no acabó en Brasil |
En 2013 las protestas por el baja de tarifas del transporte público se tomaron Brasil. Los medios tradicionales empezaron criticando a los manifestantes, pero entendieron cómo transformar el descontento contra la presidenta Dilma Rousseff. Concretado ya el impeachment y con Michel Temer en el poder, pareciera que ese junio de 2013 nunca acabó.

Era junio de 2013. Millares de personas tomaban las calles de varias ciudades de Brasil pidiendo la reducción en la tarifa del transporte publico. Empresarios del sector habían pedido el aumento para seguir prestando los servicios. El costo, como ya era costumbre de años anteriores, lo pagaba directamente la población de su bolsillo.

En Sao Paulo, era anunciado reajuste de casi 7% en los billetes de trenes y autobuses, aumentando de 3 a 3,20 reales. Un valor correspondiente al 22,6 % del salario mínimo vigente en la época, considerando apenas trayectos de ida y vuelta al trabajo.

Contrarios al aumento, colectivos independientes basados en la horizontalidad, apartidismo y consenso convocaban actos públicos para el 7 de junio de 2013. No tardó mucho para que las manifestaciones se extendieran por todo Brasil. Fueron innumerables solamente al inicio de junio, todas marcadas por la truculencia de la policía.

La represión llegó a tanto que personas eran detenidas por portar vinagre, usado para disminuir el efecto del gas lacrimógeno. Un caso inolvidable es el de Rafael Braga: vivía en la calle y cuando se disponía a salir, fue abordado por dos policías. Braga trabajaba limpiando cristales de coches y llevaba consigo lejía y desinfectante, motivo suficiente para ir a la cárcel, según la policía. De ahí no salió más. Fue condenado a 5 años de reclusión porque según la policía los botes iban a ser empleados en la fabricación de cóctel molotov. Negro, pobre y sin ninguna relación con movimientos sociales, fue el único condenado entre centenares de detenidos, la mayoría blancos y de clase media.

A pesar de casos y relatos que demostraban los excesos de la policía militar, los  periódicos llenaban sus portadas con “vandalismo”, “líos” y “disturbios”. Arnaldo Jabor, comentarista político del medio más influyente de Brasil, la Red Globo, atacaba a los integrantes llamándolos de ‘tontos’ y ‘analfabetos políticos’.

Siete días después de la primera declaración, Jabor abría su columna de opinión diciendo que se equivocó. En una clara tentativa de ignorar las reivindicaciones por el transporte publico y hacer surgir una revuelta contra el gobierno, decía: “Quedó claro que el Movimiento Passe Livre mostró una inquietud que faltaba hace mucho en el país, pues desde el 92 faltaba el retorno de algo como los caras pintadas, los jóvenes que derrumbaron al presidente”.

Jabor se refería al movimiento que puso fin al mandato de Fernando Collor de Melo en 1992. Collor utilizó cuentas fantasma para recibir dinero para la campaña electoral, además de congelar de manera arbitraria los ahorros de personas físicas. La referencia a los cara pintadas no fue en vano.

En el mismo día, el periódico ‘Folha de Sao Paulo’ hacía destacaba lo siguiente en su editorial: «cambia el clima político en el país; el gobierno de Dilma no tiene respuestas para la inflación ni para salud, educación, seguridad y transportes». Con el mismo tono de Jabor, decía que «el pueblo no aguanta más este gobierno federal ineficiente».

Lo que antes pedía por el pase libre, a partir de 20 de junio de 2013, pasa a ser como la final de un mundial. Personas de ‘verde y amarillo’ eran escoltadas por la policía y salían a las calles con reivindicaciones generales, como el fin de la corrupción. La onda nacionalista siguió hasta la aprobación del impeachment de Dilma, el pasado 31/08, cada vez con un carácter más racista, misógino y reaccionario. Incluso algunas manifestaciones llegaban a pedir la vuelta de la dictadura militar.

La falta de credibilidad del PT tanto para la izquierda como para la derecha puede ser una de las claves que favoreció este escenario: la izquierda sentía que el PT le dio la espalda al aliarse con terratenientes, banqueros y grandes constructoras, frenando 14 años de reivindicaciones históricas, como la reforma agraria. Y la derecha jamás lo vio como verdadero aliado y aprovechó la baja popularidad y apoyo político para dar un ‘golpe parlamentario’.

Poco después del anuncio de impeachment de Dilma, miles de personas salieron a las calles. Las protestas siguen al grito de ‘Fora Temer’, pidiendo la salida del recién nombrado presidente Michel Temer del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Grupos como ‘mujeres contra Temer’ encabezan las convocatorias en el país. La policía, como en junio de 2013, también vuelve con su política de represión.

Varias dudas surgen en este escenario. ¿Volverá el PT a sus orígenes de carácter combativo y revolucionario?, ¿Volverá a sus bases o seguirá aliándose con los mismos partidos que lo traicionaron?, ¿Cómo será la respuesta de la extrema derecha ante las manifestaciones anti-Temer? ¿Conseguirá la izquierda la articulación necesaria para hacer crecer las manifestaciones sin una despolitización del debate?, ¿Aguantará Michel Temer el peso de las calles sobre su gabinete?

En el libro ‘1968: El año que no terminó’ el escritor y periodista Zuenir Ventura habla sobre los momentos convulsos que marcaron  el 68, año que entró para la historia como un momento de  intensas manifestaciones contra los regímenes autoritarios, principalmente en América Latina.

Ante el crecimiento de la derecha y extrema derecha y la vuelta de la represión a las calles,  nos queda preguntar ¿estará junio de 2013 volviendo o será que nunca acabó en Brasil?

¿Es golpe o no es golpe?

El pedido de destituición de Dilma Rousseff fue aceptado en 02 de diciembre de 2015 por el ex-presidente de la cámara de los diputados, Eduardo Cunha (PMDB). Curiosamente en el mismo día que el Consejo de Ética decidió continuar con las investigaciones de corrupción que caían sobre Cunha.

El impeachment fue justificado en nombre de ‘Dios’, la ‘familia brasileña’ y en los ‘hijos’.  Todo, menos el crimen de ‘responsabilidad fiscal’ del que era acusada. Los diputados dieron continuidad al proceso, dejando la decisión final al Senado.  En el último 31, fue confirmada la salida de Rousseff de la presidencia.

Vestida de rojo, al lado de ministros, senadores y simpatizantes, Dilma afirmó una vez más su inocencia: «el Senado Federal tomó una decisión que entra para la historia de las grandes injusticias. Los senadores que votaron por el impeachment, escogieron rasgar la Constitución Federal», acusa en su discurso de despedida.

También resaltó el fuerte carácter parcial de los senadores y la intención de trabar a la mayor investigación de corrupción de la historia de Brasil, la «Lava Jato». Según el sitio Excelencia, de los 81 senadores, más de la mitad (55,6%) tienen que presentarse a tribunales. De los 61 que votaron a favor de la destituición,  41 están siendo citados en tribunales por crímenes variados, como de responsabilidad fiscal, falsedad documental, crimen electoral y organización criminal.

La salida de Dilma beneficia directamente a su sucesor, Michel Temer. Aunque citado como beneficiario en la trama Lava Jato, el actual presidente no podrá ser penalizado por delitos anteriores a su mandato actual.

Al contrario de lo que mucha gente piensa, Dilma no fue citada por la operación. Lo que puso fin a su gestión fue el supuesto crimen de responsabilidad fiscal. Era acusada de  ‘pedaladas’, ‘drible’ económico que retrasa el pago del Tesoro Nacional a los bancos, con intento de engañar al mercado financiero. Otra acusación era alterar presupuestos sin autorización del Congreso.

Apenas dos días después del impeachment, fue aprobada la ley Nº 13.332  que legitima la practica por la cual Dilma fue condenada.

Larissa Saud