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Opinión

Maldigo con Violeta

Por: Johan Mijail | Publicado: 18.09.2016
Maldigo con Violeta patria |
Maldigo al tren nocturno (un amante de un chat gay) porque después de unos años desapareció y nunca más quiso continuar la intensidad de nuestras conversaciones donde él me decía: eres muy raro y yo le decía que no, que no era rareza, que lo raro era que no se daba cuenta de cómo hasta cuándo respirábamos estábamos reproduciendo la idea moderna de instalar la heterosexualidad como un régimen político draconiano.

Estoy haciendo de mi inestabilidad biografía política. No puedo entenderme sino en un proceso simbiótico de lo que «produzco» creativamente y mi manera de vivir. La inestabilidad como proyecto de cambio, como proyecto de hacer un espacio y un tiempo donde los migrantes que están entrando por las fronteras del norte de Chile no sean recibidos por un campo minado. Que sus cuerpos que también es el mío no estalle más. Porque cuando supe que Daniel Soza estaba en riesgo de que le amputaran una pierna, me miré las mías y pensé qué estoy haciendo con mi vida, este texto es para ti. Maldigo mi escritura y mi manera de vivir. Maldigo no poder desvincularme, de amarte tanto, maldigo el temer que vincularme. Es grosera, política y trans esta maldición: una poética que no es sino una extensión que me conecta con los otros organismos oprimidos. Maldigo caminar por el centro de Santiago sin lavarme el pelo. Aquí niegan en sus ojos su negricia, la ñuke mapu, mientras sin una vela en mi altar precario invoco a La Mami Watta que pintó Charo Oquet en 1983 en Nueva Zelanda. No puedo hablar con la señora del almacén sin querer aprender de ella, sin querer que ella aprenda de mí. Maldigo esta cultura que me trata como hombre por tener un pene que ni siquiera funciona, un pene al cual le quité toda su virilidad simbólica, maldigo estas piernas yoruba que me sostienen.

Maldigo a los que me gritaban en la isla dominicana “dale vida a los barberos”, diciéndome que ocultara la puesta en evidencia de una ascendencia afrocaribeña que se nos nota. Maldigo al tren nocturno (un amante de un chat gay) porque después de unos años desapareció y nunca más quiso continuar la intensidad de nuestras conversaciones donde él me decía: eres muy raro y yo le decía que no, que no era rareza, que lo raro era que no se daba cuenta de cómo hasta cuándo respirábamos estábamos reproduciendo la idea moderna de instalar la heterosexualidad como un régimen político draconiano, que si estábamos en ese espectro de red global, deviniendo activo-pasivo, con ansias de escritura, era porque ambos habíamos perdido por no querer reproducir ese régimen normativo.

Maldigo con Violeta Parra, porque estoy llena de rabia, porque mi alma también está de luto. Maldigo los estatutos. Maldigo las palabras que no puedo pronunciar correctamente porque decir: inclusión e integración da ganas de estarse muda y disimular estas ganas donde no podemos parar de hablar. Porque, ¿dónde nos quieren incluir? ¿dónde quieren integrarnos? Sus aparatos de reproducción de verdad no funcionan. El capitalismo aunque esté en todos lados no funciona. Maldigo la reproducción del conocimiento científico y del orden demográfico. Maldigo cuando no entendías que quería sentir el frío. Maldigo las banderas porque implantan fronteras: porque no unen sino que separan. Maldigo la patria, los estados-nación. Maldigo el Aeropuerto Internacional de Las Américas, José Francisco Peña Gómez de Santo Domingo porque al llegar o al salir del país donde nací los policías con dos tremendos deutscher schäferhund me encierran en un cuarto para revisar mi maleta buscando droga y lo único que, siempre encuentran es ropa sucia, libros, condones, vinos y un dildo.. Maldigo los supermercados y el mall. Maldigo al  Reggaetón Boy.

“Maldigo la primavera
Con sus jardines en flor
Y del otoño el color
Yo lo maldigo de veras
A la nube pasajera
La maldigo tanto y tanto
Porque me asiste un quebranto
Maldigo el invierno entero
Con el verano embustero
Maldigo profano y santo
Cuánto será mi dolor”.

Johan Mijail