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Palestina: El Muro del Apartheid

Por: Javier Pineda Olcay | Publicado: 30.09.2016
Palestina: El Muro del Apartheid muro palestina |
Segunda entrega de la serie de crónicas desde el territorio ocupado de Palestina. El otro Muro de la Vergüenza, el que separa el «nosotros» de «ellos», el de los civilizados versus los bárbaros. Un Muro que alimenta la colonización pero que también es un lienzo de rebeldía y resistencia.

La Guerra Fría tuvo como símbolo el Muro de Berlín, que marcaba la línea divisoria entre el Primer y el Segundo Mundo. A pesar que la Unión Soviética se disolvería finalmente en diciembre de 1991, la historia asocia el fin de la Guerra Fría con la caída del Muro en 1989. El Muro de la Vergüenza, como sería llamado en Occidente, medía 155 kilómetros de largo. Se proclamaba el “fin de la historia” y el “nunca más”.

No obstante, comenzando el siglo XXI se construiría otro Muro de la Vergüenza: el Muro construido por Israel en Territorio Palestino Ocupado. Israel construyó un “nosotros” y un “ellos”. Civilizados versus bárbaros. El pueblo de Dios versus terroristas. La sola existencia del pueblo Palestino se transforma en una amenaza para la “seguridad” de Israel. Las discriminaciones legales e institucionales que son los pilares de un sistema de apartheid no eran suficientes. El apartheid debía ser más evidente y qué mejor que un Muro para lograr dicho objetivo.

Pero el Muro del Apartheid no es un muro que sólo divida la frontera entre Palestina ocupada e Israel, es un Muro que encierra a Palestina. Menos de un veinte por ciento del Muro está en la línea fronteriza (Green Line) establecida durante el armisticio de la Primera Guerra Árabe-Israelí en 1948 y más de un ochenta por ciento del Muro está en Territorio Palestino Ocupado. El Muro rodea las carreteras de uso exclusivo de los colonos israelíes, las cuales conectan los asentamientos ilegales en Cisjordania con Israel. El Muro rodea las grandes ciudades palestinas, debiendo contar con autorización del ejército Israelí para que los palestinos puedan moverse de una ciudad a otra. El Muro se apropia de más del ochenta por ciento de los recursos de agua disponibles en territorio palestino, incluyendo un control absoluto sobre el río Jordán y el Mar Muerto, lo cuáles son explotados por empresas israelitas.

El Muro transformó a Gaza en la prisión más grande del mundo y a Cisjordania en un queso roquefort donde comunidades y ciudades se encuentran aisladas unas de otras. Sólo bastan 15 minutos de trayecto desde el aeropuerto de Tel Aviv para tener a lo largo de todo el camino el Muro del Apartheid. La estructura de hormigón que supera los siete metros de altura, torres de vigilancias y alambrados copan el horizonte. Si el Muro estuviese en Chile, su extensión cubriría sin problemas la carretera 5 sur desde Santiago hasta Temuco: cerca de 700 kilómetros.

Mientras viajábamos camino a Ramala el Muro se desplegaba rodeando asentamientos ilegales y carreteras. Se comprobaba visualmente que el Muro no pretende mantener la seguridad de Israel, sino realizar una anexión de facto del Territorio Palestino. El Muro deliberadamente es un elemento fundamental de la colonización de Palestina, impidiendo toda posibilidad de construcción de un Estado Palestino soberano.

La construcción de este Muro, iniciada en el año 2002, se realizó mediante la expropiación de territorios palestinos. Con la privación de territorios fértiles, los olivos fueron reemplazados por hormigón y los cultivos fueron cubiertos de arena, la cual facilita descubrir los pasos de los palestinos que osan acercarse al Muro. Donde antes había casas pobladas por familias palestinas hoy hay puestos de vigilancia de soldados israelitas. De un día para otro, familias fueron despojadas de sus hogares y se sumaron a la millonaria lista de refugiados. Lamentablemente, esto es una “tradición” que se arrastra desde 1948.

Algunas familias no fueron expulsadas de sus casas, pero quedaron encerradas entre el Muro del Apartheid y la frontera con Israel, en lo que se ha denominado como Seam Zone. Estas familias deben tener permiso de Israel para vivir en sus hogares, deben pedir permiso cada vez que sus hijos van a las escuelas o los padres y madres van a sus trabajos. En algunos casos deben pedir permiso para moverse dentro de sus propios terrenos, pues quedan a un lado y otro del Muro. Ni los casos de urgencias médicas son una excepción al régimen del permiso. Aproximadamente 50.000 personas de 57 comunidades viven en esta situación.

Si bien el Muro se transformó en parte de la cotidianeidad durante nuestra estadía en Palestina, el lugar donde se haría más visible fue en Belén (Bethlehem). Desde las ventanas de nuestro alojamiento podemos ver los metros de hormigón y las torres de vigilancia que separan la ciudad de Belén de Jerusalén. Un trayecto que antes se realizaba en menos de 20 minutos hoy demora más de una hora, pues los autos y buses deben rodear el Muro del Apartheid para acceder al propio Territorio Palestino de Jerusalén Este. En la antigua carretera que conectaba Jerusalén con Belén, otrora llenas de comercio a sus costados, hoy se ven gasolineras vacías y locales comerciales abandonados. El Muro ha rodeado la ciudad construyendo diferentes guetos, desconectados entre sí.

Para atravesar el Muro la única opción es pasar por un checkpoint o punto de seguridad custodiados por soldados israelitas con rifles de asalto en sus manos. Estos son el lugar donde diariamente miles de palestinos son humillados e inclusive asesinados por cruzar a trabajar, estudiar o ver a sus familias al otro lado del Muro. En los checkpoints los palestinos son sometidos a una rigurosa revisión de vestimentas y equipaje, además de necesitar contar con permisos otorgados por el Estado de Israel. Sin permiso no hay ingreso y sólo el rechazo de la Autoridad Militar del checkpoint puede bastar para no permitir a un Palestino salir del Muro. Esto fue lo que sucedió cuando viajábamos a visitar a unas comunidades palestinas dentro de territorio israelita. El abogado palestino que encabezaba nuestro curso no se le permitió cruzar, sin razón alguna, a pesar de que contaba con todos sus “papeles al día”. Asimismo, la revisión en los checkpoints fue mucho más acuciosa a nuestros compañeros de nacionalidad turca y a aquellos de rasgos o apellidos árabes.

Foto: Javier Pineda

Foto: Javier Pineda

Las ejecuciones extrajudiciales en estos puntos no son extrañas. En junio de este año Ansar Hussam Harasha, joven de 25 años y madre de dos hijos sería asesinada a tiros por los soldados israelís que controlaban un checkpoint cercano a la ciudad de Tulkarem. Las razones siempre son las mismas: intento de asesinato, aún cuando las víctimas vayan desarmadas y no se registre ninguna lesión a los soldados israelitas. En este aspecto, el racismo de Estados Unidos donde policías blancos asesinan a afroamericanos desarmados se replica en Israel, donde soldados israelíes asesinan a palestinos. El sólo hecho de ser palestinos los convierte en una amenaza y sus vidas valen menos que las balas que los matan.

Diversas organizaciones de derechos humanos y la Corte Internacional de Justicia (CIJ) han declarado ilegal la construcción del Muro del Apartheid. La CIJ en su opinión consultiva sobre el Muro solicitada por la Asamblea General de Naciones Unidas en el año 2004 declaró que el Muro “menoscaba gravemente el ejercicio por el pueblo palestino de su derecho a la libre determinación”. A pesar de eso, hasta el día de hoy se sigue construyendo el Muro y la “Comunidad Internacional” sigue financiando y apoyando a Israel. Son cómplices y en algunos casos coautores de las atrocidades que cometen en contra del Pueblo Palestino.

Pero incluso en lugares como el Muro se ven luces de humanidad. El Muro del Apartheid ha sido utilizado como un lienzo gigante donde se pueden leer mensajes de solidaridad en decenas de idiomas. Un lienzo que muestra la rebeldía del pueblo Palestino que lo utiliza como un espacio de memoria y lucha. Desde murales de Bansky a murales de jóvenes palestinos y palestinas reivindicando el derecho a una Palestina Libre y su derecho a vivir en paz. Frente a la opresión, existir también es resistir.

Foto: Javier Pineda

Foto: Javier Pineda

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