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Neoliberalismo en Chile: Nace, se profundiza y se retira

Por: Felipe Gajardo | Publicado: 02.11.2016
Neoliberalismo en Chile: Nace, se profundiza y se retira marcha |
El neoliberalismo se impuso en Chile hace cuatro décadas y desde entonces se ha posicionado en todos los ámbitos de nuestras vidas. No obstante, desde el auge de las movilizaciones sociales en los últimos años, se ha generado una oposición importante a esta arraigada ideología.

Chile fue el primer caso donde se introdujo el paquete de medidas neoliberales. No hubo restricción alguna: se introdujo la lógica de mercado no sólo en lo económico, sino que también en lo laboral, educacional, en materia de salud, de pensiones, entre otros. Fue Chile porque se gestó un momento único para hacerlo: una dictadura que permitiría introducir sus políticas, y un grupo de economistas formados en Estados Unidos por Milton Friedman, ideólogo del libre mercado, que ocuparían los cargos técnicos para posibilitar su ejecución.

Probablemente ningún país democrático permitiría introducir todas estas medidas completamente, por eso hablamos de un momento único para hacerlo. Las ideas de libre mercado, vale decir, los agentes privados son quienes toman las decisiones eficientes para asignar los recursos, y por tanto, el Estado o los sindicatos, deben reducirse a su máxima expresión, puesto que son ineficientes o interrumpen esa asignación eficiente, se volvieron hegemónicas en el debate de las ideas. Al no existir oposición, pues fueron oprimidos, el neoliberalismo logró capturar el sentido común.

Por eso no es de extrañar que, con la vuelta a la democracia, el neoliberalismo siguiera siendo hegemónico, e inclusive se profundizara, a pesar de que económicamente sólo logró un crecimiento promedio anual del 2,9% del PIB en 16 años, con caídas del orden de 17% y 14% del PIB en 1974 y 1982, alcanzando los peaks históricos que se tenga registro en desempleo en 1982 y de desigualdad económica en 1987 (Ffrench-Davis, 2014). Sólo una ideología plenamente arraigada en nuestras conciencias podría sobrevivir a aquello.

Esta lógica neoliberal resulta sumamente perjudicial para la ciudadanía tanto en planos micro como macro. Al respecto, a nivel micro, es posible verificarlo en el sistema educativo, donde un porcentaje importante de la población recibe una educación con rendimientos académicos deficientes consecuencia, por un lado, del abandono del Estado con sus establecimientos públicos por motivos de su minimización, y por otro, de establecimientos particulares subvencionados que, al funcionar con lógicas empresariales, minimizan costos que se requieren para mejorar la calidad educativa. Mientras, una proporción muy minoritaria (que totaliza un 7% de la matrícula), accede a una educación con buenos desempeños académicos ya que puede pagar por ella.

En salud ocurre lo mismo, donde también se diseñó institucionalmente que quienes pudiesen pagar por salud pudiesen ser atendidos en clínicas, y quienes no, entonces deben ser atendidos en hospitales públicos. Las diferencias entre ambas atenciones son igual de significativas que la diferencia entre el desempeño de establecimientos educacionales particulares pagados y los liceos públicos.

En el sistema de pensiones la lógica individualista también resulta ser perjudicial para aquel porcentaje mayoritario de la población que, por razones socioeconómicas, no ha podido cotizar uniformemente por 30 años, ni acumular grandes sumas de ahorro, ya que reciben remuneraciones que bordean la mediana de Chile, la cual oscila en torno a los $340 mil pesos.

En lo macro, la lógica neoliberal también resulta ser perjudicial para nuestro modelo de desarrollo económico. La minimización Estatal, además de pauperizar sus servicios en lo educacional y en la salud, ha hecho que carezca de estrategia para desarrollar económicamente al país. Este desafío se ha dejado en manos de privados que sólo velan por sus propios beneficios, funcionando de manera desarticulada y sin un propósito común. Evidencia de ello es que sigamos teniendo una estrategia de exportación mayoritariamente de recursos naturales de bajo valor agregado. Esta estrategia la hemos tenido durante gran parte de nuestra historia económica, y ha registrado fracasos económicos dolorosos para nuestro pueblo.

Vale la pena recordar la crisis internacional de 1875, que hizo caer los precios de nuestras materias primas estrella, el cobre, el trigo y la plata, en cerca del 50%, pudiendo provocar un colapso económico, el cual sólo fue evitado con la incorporación de territorio salitrero a nuestro país, recurso que pasó a ser nuestro nuevo producto estrella de exportación. Sin embargo, nuevamente en 1929 se produjo una crisis internacional de proporciones que hizo que nuestra economía fuera la más golpeada del mundo según la World Economic Survey, con caídas del PIB que demoraron 20 años en recobrar los mismos niveles.

Hoy seguimos con la misma estrategia. Cerca del 50% de nuestras exportaciones dependen del cobre, similar al 68% que ponderaba el salitre en nuestras exportaciones de 1920 (McQueen, 1924). El resto se trata mayoritariamente de recursos naturales con bajo valor agregado. El peligro de esta baja diversificación productiva es la enorme vulnerabilidad a la que nos expone. Crisis como las pasadas podrían volver a ocurrir, como nos recordó la crisis de 1998 y la del 2008.

Ya que el sector privado se encuentra cómodo con este modelo, el Estado debe jugar un rol importante en la diversificación de nuestra matriz productiva. Asumiendo roles tanto de fomento como productivo, debe potenciar industrias estratégicas que alimenten el dinamismo económico. Existen muchos mitos de que esta estrategia fue un fracaso en nuestra historia, ya que después de la crisis del 29 se optó por una estrategia de desarrollo distinta: industrialización dirigida por el Estado. No obstante, entre 1950 y 1970 el crecimiento anual del PIB alcanzó un 4%, superior a lo que registró el neoliberalismo de la dictadura, y equivalente a lo registrado en los últimos veinte años de neoliberalismo reformado.

Por último, nuestro modelo de recursos naturales de bajo valor agregado ha hecho que requiramos de pocas habilidades productivas. Esto nos limita y nos hace incapaces de innovar y generar conocimiento colectivo para la transformación de nuestra economía. Así también, limita en términos de calificación y desarrollo humano a nuestros trabajadores. Por tanto, transformar nuestro modelo de desarrollo económico a uno que produzca mayor valor agregado implica también transformar la situación de los trabajadores a una de mayor desarrollo humano. Para ello, se debe necesariamente enfrentar las posturas limitantes que impone la ideología del neoliberalismo.

El neoliberalismo se impuso en Chile hace cuatro décadas y desde entonces se ha posicionado en todos los ámbitos de nuestras vidas. No obstante, desde el auge de las movilizaciones sociales en los últimos años, se ha generado una oposición importante a esta arraigada ideología. La propuesta de derechos sociales en la educación, salud y pensiones, enfrenta radicalmente las lógicas de mercado. Se requiere disputar también los espacios en lo económico. Puede ocurrir que, así como el neoliberalismo fue impuesto de manera pionera en nuestro país, este sea también el escenario pionero de cómo es socavado.

 

 

 

Felipe Gajardo