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Opinión

El problema del sujeto en el frente amplio: ¿Política institucional para quién?

Por: Benjamín Infante | Publicado: 25.12.2016
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¡Que no nos pongan las claves del debate! Si debemos pensar un nuevo Chile lo hemos de hacer desde quiénes no han tenido voz en la esfera pública, no desde la simulación política que goza en crear nuestra clase dominante en sus debates. De lo contrario, corremos el gravísimo riesgo de olvidar los profundos pendientes que tenemos como proyecto refundacional de Chile, donde uno de los más evidentes por desdeño de la administración transicional, es el relativo a las diversidades regionales y étnicas de nuestro país.

En estos días la prensa ha festinado con la idea de un Frente Amplio. Los intelectuales orgánicos del Bloque en el Poder han escrito varias páginas tratando de dar con las claves de nuestra composición, parecen muy afanosos a esa tarea con tal de entendernos y poner con anticipación las reglas del juego para que no seamos peligrosos a su estilo de vida y modelo de desarrollo que se sustenta en la expoliación vergonzosa de nuestra población. E incluso columnistas como Héctor Soto plantean que la formación de este Frente Amplio conlleva oportunidades para un fortalecimiento de la derecha .

Ese fenómeno debe ser una alerta para nosotros ¡Que no nos pongan las claves del debate! Si debemos pensar un nuevo Chile lo hemos de hacer desde quiénes no han tenido voz en la esfera pública, no desde la simulación política que goza en crear nuestra clase dominante en sus debates. De lo contrario, corremos el gravísimo riesgo de olvidar los profundos pendientes que tenemos como proyecto refundacional de Chile, donde uno de los más evidentes por desdeño de la administración transicional, es el relativo a las diversidades regionales y étnicas de nuestro país. Y es que nuestro proyecto tiene que comenzar a tocar las fibras que estimulen el sustrato identitario de pertenecer a esta comunidad imaginada llamada Chile, primero para desarmarla, luego para refundarla. La tarea es enorme y debemos abrazarla o sencillamente perderemos el momento histórico de realizarla.

En la intentona de dar respuesta a esta contingencia de emergencia en nuestra izquierda se han abierto preguntas sobre las creencias que teníamos por certezas. Muchas fuerzas políticas en la vocación de construir un Frente Amplio, nos hemos preguntado, ¿en qué podemos aportar al proceso de construcción de una fuerza social con expresión político electoral capaz de interpretar a las mayorías del país? Y en eso alguno han concluido que nuestras lecturas de la sociedad de clases es desactualizada, que dada la situación de organización actual de la clase trabajadora, debemos re-plantearnos el sujeto y dar con definiciones más precisas para la contingencia. Básicamente la idea de que el modelo neoliberal ha modificado de tal manera nuestra sociedad que sus clases han variado significativamente ¿Qué duda cabe que las transformaciones neoliberales desalojaron a los trabajadores de la esfera política e inclusive progresivamente de la económica?

Es curioso porque esta idea esconde el supuesto de que las lecturas de clases que hemos realizado son del pasado, y que por lo mismo “las condiciones han cambiado”. Más allá de lo ingenuo o no que pueda parecer esa apreciación, contiene una advertencia muy atingente a los proyectos de apuesta clasista: los trabajadores en el contexto neoliberal no poseen las herramientas suficientes para organizarse como clase y desarrollar consciencia ‘para sí’, viabilizando una transformación socialista de la sociedad. Ahora, todo militante de Izquierda Libertaria sabe que eso ya está contenido en la estrategia de Ruptura Democrática, sin embargo el llamado de atención es igualmente oportuno. Y es que ¿alguna de las fuerzas emergentes podría precisar con claridad quién es el sujeto que conduce las transformaciones que necesitamos?

Claro que el sujeto de un determinado momento no necesariamente es el mismo sujeto que comprendemos como clave para la transformación radical de la sociedad, a saber, la clase trabajadora. Hay contradicciones superpuestas que lo determinan. Una fundamental, el conflicto entre el capital y el trabajo, que hace de la clase trabajadora la transformadora de la sociedad capitalista, y otra secundaria o del período entre el reacomodo del neoliberalismo chileno y una creciente movilización de las capas medias y franjas del proletariado por soberanía . Ese sujeto permanece indeterminado y creo que para ayudar a dilucidarlo es útil comprender que debe estar formado sobre relaciones de conflicto latentes en la sociedad, que es otra forma de decir relativo a «lo político».

En las actuales condiciones de escasa organización social, nuestra labor institucional, debe apuntar ante todo a visibilizar las relaciones de conflicto para estructurar sobre ellas y su radical oposición, el tablero de ‘lo político’ actualmente estructurado por el clivaje de “la medida de lo posible” ¿Por qué? porque de nada sirve nuestra inserción institucional si no es para aportar a la acumulación de fuerzas de cara a una irrupción popular que posibilite un cambio social e institucional que redefina lo legítimo, y valore la acción colectiva, el desarrollo y la producción. Vuelve la pregunta del inicio ¿A quién estamos formando? Y, ¿cuáles son las claves del antagonismo en esta contingencia?

Saliendo del período de rearme de nuestro tejido social, del miedo a la muerte que nos heredó la dictadura. Recién hace 10 años, desde el 2006, nos empezamos a defender como sociedad ante el abuso y el robo institucional. Pero aún en una fase defensiva, el gobierno de Michelle Bachelet pasa leyes que merman las posibilidades de la organización social. Si hay alguien que cree que con las reglas del juego democrático transicional el pueblo se puede ver beneficiado, está muy equivocado. La lista de cerrojos institucionales es bastante larga y basta revisar el fallo del Tribunal Constitucional contra la titularidad sindical del proyecto de Reforma Laboral para convencerse . Y lamentablemente poco depende de lo que puedan hacer las fuerzas emergentes con presencia institucional.
Frente a la imposibilidad estructural actual de constituir a la clase trabajadora ‘para sí’, nuestro tramado táctico estratégico identifica a las capas medias ; ese conjunto indeterminado del pueblo chileno que condujo las movilizaciones mapuche (96 a la fecha), Aysén (2012), Freirina (2012), pobladores (2006 a la fecha), estudiantiles (2006-2014), profesionales docentes (2015-2016), trabajadoras del hogar, sectores rurales o marginados del desarrollo o victimas del antidesarrollo social, feministas e indígenas (en Rapa Nui, en Chilwe, etc.); las que expresaran esta primera fase de conflicto, dado que nuestras demandas son por dignidad y otro modelo de desarrollo coherente con la sociedad. Entonces ¿cómo esos sectores son compatibles con nuestro sujeto de transformación, la clase trabajadora? ¿Ellos son parte de la clase trabajadora?

Sí y no. Si consideramos la clase trabajadora como un proyecto histórico que divide la sociedad en dos partidos: “el del trabajo” y “el del capital”, es difícil delimitar aquello socioeconómicamente. Entonces ¿cómo cimentamos la aparición de la clase trabajadora como sujeto de transformación? Un ejemplo cercano para muchos, puede ser el proyecto educativo del movimiento estudiantil. Esa idea que nosotros impulsamos al interior del movimiento estudiantil tenía por intención marcar una diferencia de concepción educativa con el bloque dominante, toda reivindicación esconde una postura política en una contingencia y la contingencia, como la política, depende del conflicto.

Era evidente que si estabas a favor de la educación como bien de consumo estabas favoreciendo el negociado de empresarios inescrupulosos y/o el estatus quo que es lo mismo. Si estabas a favor de la educación como derecho social en cambio, era porque estabas a favor de los estudiantes hijos de trabajadores que no podían pagar una educación privada y porque querías una educación distinta a la actual: democrática, pública, etc. Lo contrario a lo que hay. Podemos pensar lo mismo con el tema previsional con la demanda de No más AFP. Hay una lógica en las demandas populares de esta fase defensiva de reivindicaciones por dignidad, una expresión de esa coherencia está dada por una imagen negativa: la firma de la Ley General de Educación (2007) con el que Bachelet en su primer gobierno intentó cerrar el episodio de la Revolución Pingüina, según algunos, “el último contentamiento… paradigma de la concordia universal” , que planto una semilla de desconfianza con los políticos del modelo que se tradujo, por la acción política de los mismos militantes de los movimientos sociales, en un principio táctico de no colaboración con la oxigenación del modelo dado que hemos diagnosticado que sus sucesivas administraciones se han demostrado fraudulentas en sus intentos por cambiarlo.

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Firma de la LGE noviembre 2007

 

Las demandas son muchas, pero ¿qué hay detrás del descontento que hace estallar reivindicaciones donde no las hay? Al igual que en varias de las cosas de la vida, el descontento que moviliza es una sensación – anclada en la necesidad y contradicción material -, un sentir que hemos de canalizar de forma concéntrica (como un cono) hacia una identidad que sea expresión de las partes en conflicto y sea alternativa de sociedad. La respuesta a la pregunta ¿quién va a hacer la ruptura democrática? Está detrás de esa construcción. No puede ser un agregado de particulares sino que ha de ser un particular susceptible de ser universal.

En ese sentido, en esta fase originaria del Frente Amplio, como una coalición de multitudes; diversa como el descontento de la gente con el modelo, debemos desarrollar las cadenas de equivalencias efectivas para que “los descontentos” que se sienten en un mismo núcleo territorial logren reconocerse a pesar de sus diferencias (etarias, sociales, laborales), en un particular lo suficientemente líquido para no dejar a nadie fuera, ni por abajo: indígenas o marginales; ni por arriba: profesionales o empresarios productivistaS.

Para esa construcción de sujeto, hay que pensar los principios éticos que proponemos, pero no sólo pensándonos en positivo. El ejercicio que debemos hacer no es del tipo: “soy pobre, vivan los pobres”. Sino pensar en cómo la emoción que niega lo existente puede interpretarse en positivo y a la vez prefigurar el proyecto que impulsamos como desarrollo de nuestro acumulado de fuerzas hacia el estallido y posterior reacomodo democrático ¿Qué lecciones políticas podemos enseñar los movimientos sociales a nuestra sociedad? No hay que pensar la estrategia electoral o institucional así no más. Si llegamos pronto al gobierno no vamos a tener el poder. Entonces hay que pensar cómo nos diferenciamos sustancialmente de lo que negamos y por reflejo: quienes somos y contra quienes estamos.

Pero no todo es discurso. Este proceso requiere al menos de un par de sujetos constituidos para sostener el proceso de construcción de alternativa. Ello implica que esos sectores diagnostiquen la situación en la que se encuentran y que por reflejo abran el abanico de posibilidades que la mayoría de las veces -por la mala economía que nos somete- está reducida a una. Sólo si logramos eso seremos capaces de intervenir el escenario con una propuesta viable. Por muy programático que sea el énfasis, los sujetos no atacarán la contradicción de período sólo por afirmarse a sí mismos. La disputa se constituye de fuerzas reales capaces de sostener movilizaciones que delimiten el contorno del conflicto.

Necesitamos de un núcleo central; un grupo organizado que practique la radicalidad democrática, la no colaboración con el Bloque Dominante y que tenga demandas de un futuro post neoliberal; uno que sea ejemplo vivo del proyecto de refundación de Chile, y que indique también una eventual transformación estructural de la sociedad. Las cadenas de acumulación de capital en nuestro modelo primario exportador son bastante claras y los sectores estratégicos de la producción son los únicos que pueden hacer tambalear el modelo neoliberal. Necesitamos una base que aporte dinamismo programático, masividad y pueda servir de altavoz de las demandas post neoliberales: los trabajadores del área de servicio y públicos que han convocado movilizaciones recientemente, están donde el modelo se realiza cobijando sus expresiones más contradictorias, las más deshumanizantes de la fuerza de trabajo y donde más le falla a la ciudadanía. Por último, necesitamos de un particular susceptible de ser universal, un sector dirigente a nombre de quién las transformaciones se han de impulsar suficientemente amplio. Dado el incremento creciente del auto empleo precario, el trabajo parcial involuntario y el desempleo formal, el desempleo escondido podría alcanzar fácilmente las dos cifras en el 2017 . Haciendo un símil a lo que ha ocurrido en otras latitudes, creo que ese sector está signado por lo que algunos llaman “el precariato” , léase el conjunto de capas medias precarizadas por el modelo de anti desarrollo que son convocadas a la acción política por el proyecto refundacional en sí mismo más que por su posición en la producción.

La izquierda emergente envuelta en esta discusión ha deslizado hasta ahora tres alternativas. La primera, construir un sujeto ‘clasemediero’ anclado en el clivaje de la transición fracasada con demandas democratizantes y redistributivas. La segunda, construir un sujeto diverso con múltiples identidades y dirigidas todas espontáneamente hacia el problema estructural; y los que creemos en la centralidad del trabajo como conducto para la construcción de este nuevo “nosotros” que anticipe la construcción de la “clase trabajadora” en tanto sujeto que viabilice las transformaciones del presente pero sobre todo las de mañana, cuando la cancha de la lucha de clases presente mejores condiciones para la contienda.

¿Qué condiciones políticas son las que debemos articular para aportar a esa construcción? Como lo señala nuestra estrategia de ‘ruptura popular y cambio democrático’, será el programa lo determinante de las partes en conflicto. Nuestros adversarios ya hicieron este ejercicio el 2014: en los primeros 100 días de gobierno el programa de la Nueva Mayoría prometía con la reforma tributaria, el proceso constituyente y la reforma educacional taponear los tres puntos de fuga que se habían abierto a la legitimidad neoliberal: la extrema desigualdad, la constitución pinochetista y el sistema educacional. Esos tres puntos, dentro de otros que debemos agregar como la demanda por una previsión social, o el carácter político del conflicto indígena, siguen estando vigentes y carentes de interpretación popular. Sobre todo el trabajo debería ser una de las centralidades programáticas de este proceso de construcción llamado a generar la ruptura popular y el cambio democrático en el país ¡La mayoría de los trabajadores del país trabajan de forma ilegal! En definitiva, los factores que posibilitan esa construcción son aquellas cadenas de equivalencia que hace que la diversidad de gente de un mismo comunal o núcleo territorial del Frente Amplio se sienta parte de la misma identidad, del mismo ‘pueblo’. Si bien en esta primera fase nos sostendremos sobre un concepto de multitud que dialoga las diferencias, el proyecto debe ir tocando las fibras del sustrato que nos define como comunidad nacional con tal de proponer un claro antagonismo expresado en “nosotros en contra de” y desde ese punto de partida, realizar la tarea que nuestra belicosa élite ha sido incapaz de cumplir. Responder sencillas preguntas sobre Chile y su futuro ¿Hacia dónde proponemos ir? Y lo más importante ¿por qué hace sentido que tomemos ese curso?

Referencias
Chomsky, N. (23 de agosto de 2011). Chomsky.info. Obtenido de chomsky.info: https://chomsky.info/20110823/

Benjamín Infante