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Opinión

Inútiles de Teatro Sur: Pesadilla real

Por: Jorge Díaz | Publicado: 24.01.2017
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Entre el 23 al 28 de enero se presenta la segunda temporada de “Inútiles” en el Teatro Sidarte. El montaje es una sátira política que revisa y desenmascara la existencia histórica del racismo en Chile, a partir de la construcción autoritaria de la patria, la república y sus instituciones.

La machi Francisca Linconao, principal líder espiritual del mundo mapuche, agonizó por catorce largos días en un hospital del sur luego de declararse en huelga de hambre como medida extrema ante el acoso judicial y mediático que quiere declararla culpable de la muerte del matrimonio Luchsinger Mackay. La justicia y los medios de prensa, sin pruebas contundentes, hostigaron a la machi con el peso de una acusación injusta y su detención forzosa hasta debilitar su salud a niveles dramáticos y absolutamente innecesarios. Durante los días que transcurría esto, leí que el hecho de estar alejada de su territorio, sin la posibilidad de estar presente en sus rituales y ceremonias, lejos de su entorno, produjo en ella—una mujer de 60 años—una fatiga vital que la llevó a un debilitamiento extremo. Ante estos hechos la presidenta de la república Michelle Bachelet solo se atrevió a declarar por la prensa la siguiente expresión: “No me pronuncio”.

En diciembre de 2016, Brandon Hernández Huentecol, adolescente mapuche de 17 años del sector de Curaco en la región de La Araucanía, recibió más de 140 proyectiles en su espalda por parte del sargento segundo Cristián Rivera de fuerzas especiales de Carabineros durante un operativo policial de control de identidad. Los proyectiles impactaron en la mayoría de sus órganos vitales, destrozando completamente su hígado, situación que aún lo mantiene entre la vida y la muerte. Ante estos hechos el jefe de la novena zona policial solo se atrevió a declarar por la prensa que este hecho “fue un accidente”. La presidenta Michelle Bachelet y la máxima autoridad de carabineros podrían ser considerados como unos “inútiles”, es decir, sujetos que por sus expresiones vuelven inservibles sus cargos.

Es bajo este cruel contexto que la compañía Teatro Sur y su director, el activista feminista Ernesto Orellana ponen en escena “Inútiles” una sátira política que se ambienta en los inicios de la República (Siglo XVIII) en una localidad al sur de Chile llamada “La Frontera”. El montaje ironiza con una familia aristocrática y colonialista que a punta de sangre y asesinato contra mapuches  ha construido su fortuna y se reúne para compartir la cena de “acción de gracias”, celebración foránea vuelta metáfora de un país que niega su propia historia haciéndose de la cultura colonizadora como propia. Durante el transcurso de la sátira, mientras están todos reunidos en la hacienda esperando el deleite de la comida, los trabajadores han decido escaparse del fundo y alzarse contra las históricas vejaciones de la familia. Así entonces, mientras la élite está reunida, presa de un contexto desconocido, sin empleados que vigilen su sed y hambre, se expone toda la base del pensamiento jerárquico, machista y colonizador de los diferentes grupos de poder que hasta hoy en su disfraz de neoliberalismo y pluralidad sigue mordiéndonos con su realidad devastadora.

Como en un auto sacramental, género dramático muy difundido en el siglo “de oro” español donde los personajes representan el conjunto dogmático cristiano y sus representantes (“el rey”, “el mundo”, “el sol”) evidenciando las condiciones del poder de su tiempo, en “Inútiles” es posible observar la junta de los poderes políticos, económicos y religiosos en los personajes de “la doña”, “el obispo” y “el hacendado” como alegoría de la construcción de una nación donde iglesia, Estado y empresarios siguen conformando el núcleo central de la vida ciudadana. Prueba de esto son los actuales escándalos que cubren a la política nacional donde un empresario involucrado en los crímenes de la dictadura y yerno del sangriento dictador Pinochet puede financiar la campaña presidencial del hijo de un militante de izquierda, asesinado y cruelmente torturado.

Una de las maneras de mirar la historia es como un línea de tiempo circular donde los procesos tienden a repetirse una y otra vez sin escapatoria posible, o dicho de otro modo, que esas escapatorias construyen los momentos de este tiempo circular predestinado. Es habitual que el teatro político se enfrente a exponernos este dilema como una alerta pero también como una intervención de la realidad. De esta forma el montaje quiere ir a un tiempo anterior, a los inicios de la vida republicana para hacer patente lo que el mismo obispo dice: “Esta guerra no se acabará hoy, ni mañana. ¡Ellos marcharán durante siglos!”

Con una investigación que deviene dramaturgia, Ernesto Orellana anudó gran parte de las frases de personajes masculinos, héroes y “padres” de la patria hasta construir un mosaico político y textual que se adapta a nuestro contextos, frases que aunque antiguas hacen mucho sentido en las declaraciones de los “Inútiles” actuales. Una dramaturgia que a la manera de un patchwork trans-temporal nos recuerda el proyecto colonizado que llamamos historia de Chile.

Las  actuaciones, arte y diseño teatral se mueven entre un grotesco ostentoso, un oscuro realismo y una arquitectura barroca que emula la España del SXVIII, además de una especial atención por las mediaciones sonoras y textuales. La compañía se distingue una vez mas por su cuidado trabajo escénico y su compromiso con una estética simbólica y desbordada.

En estos seis años de existencia, la compañía Teatro Sur ha decidido interrogar la memoria política y social de nuestro país, enfocando su ojo escénico en aquellas narraciones que ponen en duda nuestra actual distribución del poder. Desde la evidencia del fracaso de la familia heterosexual y su egoísta integración en “Inquieto” pasando por el relato subjetivo de un hijo que entrena la memoria como entrena para un partido de boxeo, a 40 años del golpe militar en “Ensayo General” a una revolución que con o sin niños no tiene tiempo que esperar en la adaptación del clásico de Albert Camus “Los justos” hasta “Inútiles” montaje que hoy mas que nunca sabe advertirnos lo fundamental que es volver siempre a preguntarse por los orígenes y conformación de una nación excluyente y racista como la nuestra. Es imperioso celebrar y destacar esta prolífica trayectoria mas aún en un contexto que no da la suficiente importancia que debería tener el trabajo escénico en nuestro país.

Para confirmarnos que la sociedad de castas que instauró el colonialismo español sigue vigente en esta democracia elitista, Ernesto Orellana ha insistido en los medios de prensa y en presentaciones que el autor ideológico de esta montaje es Gabriel Salazar, padre de la construcción de una importante y valiosa historiografía social que pone su ojo y su acento en los desplazados y excluidos como el obrero o los niños huachos.

Sin embargo, en sus últimas declaraciones donde aminora los abusos sexuales de académicos a alumnas justificándolos como un delito menor debido a las condiciones históricas de las mujeres, ha dicho que “como trasfondo tenía la memoria de lo vivido en los años 1950 y 1960 (….) Y esa memoria indicó claramente que, en ese tiempo, ninguna mujer joven de 25 años o más, universitaria, moderna, fue sicológicamente destruida tras ser acosada por un hombre de 64 o 63 años”. Es fundamental en un contexto de una ciudadanía cada vez mas empoderada con respecto a los derechos de las mujeres y el feminismo rechazar este tipo de declaraciones que mantienen la carga histórica de opresión que ha signado a las mujeres por siempre.

Debemos continuamente re-pensar a nuestros intelectuales sin una visión melancólica del pasado, porque como sabemos la memoria es un sitio de agitación constante que está alerta a las omisiones y tomas de posición que irrumpan en esta visión lineal del tiempo. La interrupción de esta cadena está claramente expuesta en esta versión de “Inútiles” donde se pone el acento en la presencia de la mujer mapuche, encarnada por “la hija”: personaje silencioso, mestiza mapuche producto de la relación de violencia del padre de la familia con alguna de sus empleadas y que la doña mantiene en entre el anonimato y el desprecio. Hacia el final de la obra “la hija” adquiere un protagonismo inusual, es quien predice el fin de las elites como castigo histórico con un fuego purificador, es la presencia de un femenino atento, rebelde y revelador de las injusticias que aún aquejan a las comunidades mapuches del sur de Chile.

He escuchado decir que se escribe para consignar el desierto que ha quedado de lo que ha sido vivido, para dejar huella del cuerpo muerto del mundo, de los cuerpos que nos persiguen por justicia, pienso algo similar con el teatro. Confío en las resistencias escénicas del teatro político y en la posibilidad que tiene para enfrentarnos a ficciones insolentes que nos alerten de las injusticias de nuestro tiempo y darnos la posibilidad de enfrentarnos a nuevas fisuras de la historia, aunque éstas sean como me dijo la antropóloga feminista Eliana Largo cuando salimos de ver la obra, una pesadilla real.

AFICHE

Ficha Técnica:

Dramaturgia y Dirección: Ernesto Orellana G.

Elenco: Tito Bustamante, Nicolás Pavez, Guilherme Sepúlveda, Tamara Ferreira, Orlando Alfaro, Tomás Henríquez

Diseño Escénico Integral y Gráfica: Jorge Zambrano

Vestuario: Muriel Parra y Felipe Criado

Maquillaje: Camilo Saavedra

Composición Musical: Marcello Martínez

Asistente de Dirección: Tomás Henríquez

Realización de escenografía: Ingrid Hernández

Edición audiovisual: Andrés Urrutia, Oscar Yauquén.

Diagramación gráfica: Eduardo Filla.

Del 23 al 28 de enero de 2017 – 20:30 hrs.

Teatro Sidarte. Sala 1 – Ernesto Pinto Lagarrigue 131, Barrio Bellavista – Santiago, Chile

Fono reservas: +56 2 27771036

$6.000 público general y $4.000 estudiantes y tercera edad

Entradas – www.daleticket.cl

Info – www.teatrosur.cl

Jorge Díaz