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Aguas: Indicadores del año

Por: Fernando Balcells | Publicado: 05.03.2017
Aguas: Indicadores del año aguas |
Un millón ochocientos nueve mil, son los hogares que dependen de Aguas Andinas y los clientes califican a la empresa con nota 5,6. Esta última cifra, además de incomprensible, es irrelevante y descubre una forma de manipulación estadística que es popular en estos días; las encuestas de percepción.La autoridad provee números que no indican nada y le saca el bulto a investigaciones críticas de eficiencia que podrían explicar los dramas que ha vivido la población de Santiago.

Entre los misterios cuantitativos del ejercicio del Gobierno se contabilizan una serie de fenómenos incongruentes. Por una parte, los números son el territorio privilegiado de fe. La Presidenta misma ha declarado alguna vez, satisfecha, que ‘los números no mienten’. Si esa afirmación tiene ocasiones de verdad es porque en algunos casos los números no representan nada por sí mismos (1809000) y en otras son irrelevantes. Un millón ochocientos nueve mil, son los hogares que dependen de Aguas Andinas y los clientes califican a la empresa con nota 5,6. Esta última cifra, además de incomprensible, es irrelevante y descubre una forma de manipulación estadística que es popular en estos días; las encuestas de percepción.

La autoridad provee números que no indican nada y le saca el bulto a investigaciones críticas de eficiencia que podrían explicar los dramas que ha vivido la población de Santiago.

Indicadores de ineficiencia

Los eventos de corte de agua en Santiago se han multiplicado y su ritmo se ha acelerado  gracias a la desidia de Aguas Andinas y a la negligencia de su Contraloría que es la Superintendencia de Servicios Sanitarios (SISS). Se nos ha dicho que estos son eventos sobrenaturales y que solo ocurren en verano y se nos miente. Llevamos tres cortes generales de agua en Santiago en los últimos diez meses. El próximo, con toda probabilidad va a ser en este mismo año.

Desidia y negligencia son calificaciones que dicen poco si no se describen. Inventemos un indicador basado en días-por-persona-sin-agua potable. Los cinco eventos acumulados desde 2013 suman. Son diez días en cuatro años para cinco millones de personas.  Cincuenta millones de días/hombre perdidos en el suministro de agua. Por mes, un millón de días hombre de agua perdidos y no contabilizados.

Existe un indicador de eficiencia de las empresas sanitarias que considera la cantidad de rupturas de cañería por kilómetro lineal. Este indicador no se publicita y, por lo tanto, no genera compromisos, no genera compensaciones, no mide los caudales de agua perdida ni los daños causados a los vecinos.

Hay otros indicadores sobre antigüedad y vida útil de las cañerías y ductos, que permiten prever la respuesta que los materiales van a tener si son sometidos a presiones inhabituales. Hay también estimaciones sobre la vida útil de las redes y posibilidades técnicas de anticipar su recambio.

Desidia es el desinterés que lleva no tomar en cuenta indicadores de buen servicio y negligencia es no exigirlos.

Indicadores públicos pero privados

Algunos indicadores se publican en la red con la seguridad d que nadie los va a ver o que si son vistos no serán comprendidos ni menos correlacionados.

Analizando cifras destiladas a cuenta gotas por la Superintendencia de Servicios Sanitarios, uno se puede formar una idea de lo que ha sido la administración de la empresa en los últimos años. Desde 2009 y hasta el año 2012 -último en que se considera esa variable en los informes de la SISS-, la rentabilidad sobre patrimonio (ROE) era de 19% anual. Las inversiones en reposición de las redes de agua potable a su cargo (12000 kilómetros de ductos) fueron de 0,18 % en 2015. La inversión en reposición de redes de alcantarillado (9550 kilómetros), fue de cero.

Estos son indicadores de un buen negocio y de un pésimo servicio. Gracias a este mecanismo curioso de ocultar las cosas en la sobre iluminación de la web, permanecen en la sabiduría secreta de los cómplices.

Indicadores por inventar

Las mediciones que está dispuesta a hacer la institucionalidad tienen que ver con la confirmación del statu quo y con el fomento de un ‘progreso’ que se define como un incremento en las relaciones establecidas. Se mide buscando lo mismo y sus variaciones ornamentales (R. Kay). ¿Qué pasa si intentamos medir el daño? No la percepción del dolor sino el daño objetivo.

Pasa, que las instituciones nos proveen de encuestas que hablan de un 90% de satisfacción con la calidad del agua potable y, en el rincón de las telarañas, encontramos mediciones polvorientas que revelanh que el 35% de la ciudadanía no consume agua de la llave porque desconfía de su sanidad.

Una compensación justa

Venimos saliendo de dos días de falta de suministro regular de agua potable y de servicios sanitarios. Se nos quiere apaciguar con el discurso de que la autoridad estudiará las multas que corresponden. Eso es burlarse de la gente. A las familias no les sirve de nada una multa fiscal ridícula. Esas multas son un verdadero incentivo positivo al incumplimiento de los compromisos de servicio. Pago una multa, digamos diez Ave María, y mi deuda con la ley, con la sociedad y con las personas queda saldada, anulada.

Indemnizar a la gente es reparar y compensar. Devolver lo restado, el servicio no prestado, no se reduce a pagar por las horas sin suministro. A eso se deben agregar los daños psicológicos, las horas de lucro cesante y los gastos directos e indirectos incurridos. La gente y la sociedad deben ser además compensadas de una manera que inhiba futuras fallas de esta envergadura.

Cálculo del daño. Agua, aire y comida

(Esta es una invitación al viejo trabajo pro-bono en las universidades). Es necesario comparar el suministro de agua con otros abastecimientos directamente esenciales para la vida biológica y para la vida social; el aire y la comida.

Es posible hacer una escala que va desde el momento de la interrupción de un suministro vital hasta la muerte de un ser humano. Así, cortarle el aire a una persona provocará, presumiblemente la siguiente secuencia: – a los 3 segundos, Sorpresa; – los 4 seg. Pánico; – a los 10 seg. Mareos;  – a los 20 seg. Arritmias cardíacas; – los 60 seg. Inconsciencia; – a los 90 seg. convulsiones; – a los 120-240 seg. paro respiratorio.

El tiempo promedio de sobrevida de una persona sin beber agua es de 5 días. El tiempo de sobrevida sin comer se estima en sesenta días. Un día sin agua equivale, biológicamente, a 24 segundos sin respirar y a doce días sin comida.

Compensaciones; ingreso al área de la fantasía cuantitativa

Es verdad que hay soluciones de emergencia y también es cierto que no estamos contabilizando la paralización del alcantarillado y de las plantas de saneamiento. En la escala de una ciudad, a partir del tercer día de corte de agua, la destrucción de la convivencia se acelera y amplifica hasta los niveles de un terremoto.

¿Cómo compensar esta privación, sus efectos y sus riesgos de manera de despertar a la autoridad y de incentivar a las empresas?

La compensación racional, mínima por persona, debería basarse en la equivalencia de un día sin agua con 12 días sin abastecimiento de comida. Por un día sin agua, las empresas deberían devolver, como base, un tercio del gasto mensual en alimentación por persona.

Adicionalmente, la empresa debería arriesgar su concesión y los ejecutivos su libertad.

Comparada con la compensación de tres pasajes de Transantiago que se otorgó en 2013, esta propuesta tiene una racionalidad mayor y más explícita. Se podrá alegar que las cifras deben ser precisadas, que la biología no está en cuestión o que no se dice nada respecto a la legislación sobre ‘daño moral’ que nos rige, pero no se puede discutir que la comparación es legítima. Sobre todo, se debe aceptar que toda otra propuesta de cálculo debe ser racional, transparente y medida desde la situación de las personas y no desde parámetros empresariales o institucionales.

Ninguna crítica se elude más radicalmente que la que cobra deudas cuantitativas. El digno silencio de los aludidos impide que una propuesta de este tipo ingrese siquiera a la calificación de fantasía. Y sin embargo, nada menos que esto es aceptable en los tiempos que corren aguas arriba.

Fernando Balcells