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Imágenes paganas (16): A cinco años de la muerte de Tonino Guerra

Por: David Bustos | Publicado: 19.03.2017
Imágenes paganas (16): A cinco años de la muerte de Tonino Guerra tonino |
Este 21 de marzo se conmemoran 5 años de la muerte del gran Antonio Guerra, “Tonino”. El poeta y guionista afirmaba: “Para mí no existe una diferencia profunda entre escribir poesía y escribir guiones, ambas conducen a lo mismo: la creación de imágenes. Un guionista debe tener mil imágenes en su cabeza para conquistar a hombres como Fellini o como Antonioni”.

Cuando Tonino Guerra (1920) se casó con la rusa Eleonora Yablochkina, en la ceremonia habían dos prestigiosos testigos, sus dos amigos Antonioni y Tarkovski. Con ambos directores había trabajado en varias de sus películas: La Aventura (1960), La Noche (1961), El Eclipse (1962), El Desierto Rojo (1964), Blow-Up (1966), con Michelangelo Antonioni; y el documental Viaje en el Tiempo (1983) y la película Nostalgia (1983) con Andrei Tarkovski. Con Blow Up, recibiría una de sus primeras nominaciones al mejor guión a los Premios Oscar.

Tonino, guionista y poeta, comenzó a escribir poesía en plena Segunda Guerra Mundial. Fue detenido en agosto de 1944, cuando le encontraron entre sus ropas unos folletos antifascistas. Capturado y destinado al campo de concentración Alemán de Troissdorf, Tonino por las noches, tras sortear la muerte cotidiana, tendido en una litera atestada de pulgas y de fondo el quejido adolorido de sus compañeros en la barraca, escribía, apenas alumbrado por una vela, poemas y canciones. La mayoría de sus compañeros de cautiverio eran romañolos, al igual que él, y esperaban con ansias sus composiciones. En la oscuridad en que sólo se podía oír afuera a los solados alemanes reír o conversar un cigarrillo que aspiraban por turno, en una barranca atestada de prisioneros (romañolos), tenue se oía la voz de Tonino que leía pausadamente sus textos en su dialecto natal. Desde entonces, toda su poesía sólo pretende eso: hacer compañía; ser un punto de luz que logra tocar el silencio oscuro del otro. Tras salir con vida del campo de concentración, Tonino escribió: contento, lo que se dice contento,/he estado muchas veces en la vida/pero más que ninguna cuando/ me liberaron en Alemania/que me quedé mirando una mariposa/ sin ganas de comérmela.

El dialecto Romagnolo es hablado en Romagna, la lengua de su infancia. De su infancia en Santarcangelo. Pueblo pequeño ubicado sobre una colina baja, a pocos kilómetros de la costa adriática. Italo Calvino decía que lo admiraba como poeta, asegurando con entusiasmo que en cien años más la gente sólo aprendería romañolo para poder leer los poemas de Tonino Guerra. Escribía poesía en dialecto tal como lo hiciera Pier Paolo Passolini, como un acto verbal de resistencia, como una necesidad de recuperar lo que la modernidad nos ha quitado.

 Tras sobrevivir la Segunda Guerra, estudia pedagogía en la Universidad de Urbino, ciudad que está a 110 km al este de Florencia, luego se iría a probar suerte a Roma, donde logra escribir sus primeros textos como guionista. Las grandes amistades surgen a partir del Centro Sperimentale di Cinematografia. Y eso se prolonga en jornadas maratónicas en los estudios de Cinecittà, lugar que Tonino reconoce como el origen de todo. Su debut fue en 1956, con Hombres y lobos, que dirigió uno de los grandes directores del neorrealismo italiano, Giuseppe De Santis. Acerca del período del neorrealismo, Tonino dice: “el neorrealismo no lo hicieron sólo los directores de cine, lo hicimos todos, toda la gente, lo hizo la historia de ese momento, lo hizo el sufrimiento de entonces”. Es cierto, lo hicieron todos, pero dentro de esos estaban los guionistas, entre los que se destacan nombres como Suso Cecchi d ‘Amico (conocida como La Reina de cine Città) y Cesare Zavattini (poeta y guionista).

De ahí hacia delante Guerra no se detendría en su trabajo para el cine, llegando a ser el guionista de grandes directores.

Con Federico Fellini tuvo una relación especial, ambos escribieron Amarcord (1973), donde se dedicaron a recordar (Amarcord/Mi recuerdo) su infancia en medio de la vida de un pueblo, en pleno período fascista. Las grabaciones fueron, en su lugar de origen, en la costa adriática, la localidad de Rimini. Fellini define esa experiencia como un recuerdo crepuscular, que es imposible apagar pese a la velocidad de los años. Tonino diría de Amarcord: “hemos alcanzado a regalarle una infancia al mundo”. La película le significaría ser nominado a los Premios Oscar por mejor guión. Guerra también participó en otras producciones de Fellini como La Nave Va (1983)y Ginger y Fred (1986), incluso llegando a ser el guionista, mucho más adelante, de Miguel Littin en la película Tierra del Fuego (2000). Cuestión que parece pasó totalmente desapercibida en Chile.

Con otro de los grandes directores de la época dorada del cine italiano que trabajó Guerra, fue Michelangelo Antonioni. Cuenta que ambos emprendieron un viaje por medio oriente. Se divertían sacando fotos en una pequeña polaroid, que con entusiasmo llevaban a todos lados. En una oportunidad fotografiaron a tres musulmanes. Orgulloso Antonioni, les mostró la foto a los musulmanes, y el más viejo de los tres le dijo: “¿Para qué detener el tiempo?” Pregunta que para Guerra no fue irrelevante, y que después recordaría especialmente en una de sus presentaciones de un libro de poesía publicado en Madrid. Escribir es también detener el tiempo, y añadió: “tengo la esperanza de que mis palabras ayuden a vivir de manera vertical, siempre en ascenso”.

Para Tonino, la experiencia de trabajar con Antonioni fue definitiva. Lo describe como un tipo de una inteligencia superior, con un gran dolor dentro, sin duda un gran hombre del que pudo extraer muchas enseñanzas.

La dualidad poeta-guionista parece algo bastante inusual, aunque en ese período en Italia no lo era realmente. La combinación director de cine-poeta quizás es aún más difícil de conjugar; es el caso del amigo y compañero de trabajo de Guerra, el director griego Theo Angelopoulos, quién comenzó a publicar poesía a la temprana edad de 16 años. Tonino Guerra dice: “Para mí no existe una diferencia profunda entre escribir poesía y escribir guiones, ambas conducen a lo mismo: la creación de imágenes. Un guionista debe tener mil imágenes en su cabeza para conquistar a hombres como Fellini o como Antonioni”.

Pero Tonino Guerra no se acaba sólo con sus guiones y libros de poesía, también tiene una obra pictórica relevante. La mayoría de sus libros fueron publicados con una ilustración de su autoría en la portada. También elabora objetos artísticos, como floreros y cajas, estas últimas llamadas “scatole”.  Las “scatole” consisten en unas cajas bellamente decoradas, que sirven para guardar piezas de obras de arte, fotografías y postales.

La etapa más plástica se da cuando Guerra, a mediado de los ochenta, vuelve a la Romagna. Se estableció en un pequeño poblado, Pennabilli. Un lugar alto desde donde contemplar “la infancia del mundo”, aseguraba. Ahí no sólo se dedicó a escribir poesía, sino que además creó un espacio, un lugar en el que paisaje e imaginación se fundieron, como en sus películas. Lo llamó: “Los lugares del alma”. También hay que pensar que más o menos en esa época (1984) Tonino sobrevive a una riesgosa operación de tumor cerebral. Escribió este poema en ese período:

Yo abandono Roma./ Los campesinos abandonan la tierra./Las golondrinas abandonan mi pueblo./ Los fieles abandonan las iglesias./Los molineros abandonan las aceñas./Los montañeses abandonan los montes./La gracia abandona a los hombres./Alguien lo abandona todo.

Quizás esa sea una de las preocupaciones que puedan resumir la obra de Tonino Guerra, la búsqueda de un lugar, el viaje hacia un espacio crepuscular que brilla con ternura en nuestra memoria.

Dos años antes de morir, Tonino recibe, en mayo del 2010, el premio cinematográfico más importante de Italia, el David Donatello, por toda su carrera como escritor.

Este 21 de marzo se conmemoran 5 años de la muerte del gran Antonio Guerra, “Tonino” para los amigos, y lo menos que podemos hacer, los que nos dedicamos a las imágenes, al guión, al lenguaje poético, a la escritura, es hacer un guiño, un pequeño viaje de gratitud por su importante y bello anudamiento entre guión y poesía.

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