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La venganza de los discriminados

Por: Gino Stock | Publicado: 21.03.2017
La venganza de los discriminados |
Esto no es generalizado aún, pero particularmente en círculos más progresistas, jóvenes y en un espectro en amplio crecimiento, el ser parte de un sector en particular que es objeto de discriminación otorga cierta superioridad moral, cierta condición de privilegio, paradójicamente.

“La venganza de los nerds” fue una saga de películas que marcó un punto de inflexión social, un giro drástico en las percepciones sociales. Cristalizaba uno de los efectos humanos de la revolución tecnológica tras la que comenzábamos a ver cómo los “Freaks and Geeks” empezaban a darle la vuelta a la rueda, dejando atrás al clásico capitán de fútbol americano y a la líder de las porristas como el punto máximo del éxito en la hegemónica cultura estadounidense, algo que deriva en nuestro presente con el fenómeno hipster y series como The Big Bang Theory dónde finalmente lo que antes era un insulto, ya es la moda.

Ahora, así mismo como pasó en los ’80, hoy estamos viviendo otro giro de paradigmas con ciertas similitudes, es decir, algo que está transitando desde el fondo a la cima en los criterios sociales. El punto en sí es bastante complejo de elaborar ya que está en el centro del mundo de las susceptibilidades, por lo que trataré de ser lo más concreto y directo posible: básicamente, el ser víctima se ha convertido en un valor.

Insisto, y creo que no será suficiente, en que es un tema delicado y por ende requiere cierta altura de miras para tratarlo y conversarlo. Me refiero a que el ser víctima, y específico, el pertenecer a un sector o grupo discriminado, se ha convertido en una especie de carta comodín para situar un nuevo tipo de posición social, desde la cual se tiene mayor o menor validez para tratar diferentes temas.

Claro, esto no es generalizado aún, pero particularmente en círculos más progresistas, jóvenes y en un espectro en amplio crecimiento, el ser parte de un sector en particular que es objeto de discriminación otorga cierta superioridad moral, cierta condición de privilegio, paradójicamente.

Así como los nerds pasaron de ser los abusados y ahora coexisten ambigua y simbióticamente con los criterios antiguos de popularidad, habiendo ganado un espacio relevante en la sociedad, lenta pero firmemente, otros grupos discriminados están haciendo algo similar, es decir, posicionándose como algo deseable.

Evidentemente el reconocimiento de los grupos más vulnerables es profundamente positivo, el respaldo social que tienen movimientos como los feministas, los anti-racistas, los pro-derechos LGQTB y otros es fundamental y aún se necesita mucho más por avanzar en la búsqueda de una sociedad equitativa, respetuosa y diversa. Y dentro de todo, esto es una muestra de que hay una mentalidad cada vez más abierta y en expansión dentro de la sociedad, es decir, una señal de que se va por el ancho camino.

Ahora, por otro lado, cuando una condición o pertenencia a un grupo discriminado alcanza un nivel de argumento en sí mismo, se invalida a un otro por la no pertenencia a alguno de ellos, o se empieza una competencia para ver quién está en un peor estado de “vulneración”, buscando así alcanzar un mayor terreno desde el que “enfrentar” al otro. Ahí es cuando el asunto pasa a ser más complejo.

Esta observación es, en todo caso, sin desmerecer la experiencia personal como argumento, sino que me refiero más que nada a cuando el asunto en cuestión trasciende lo personal. Pero también guardando las proporciones de que si bien una experiencia personal siempre puede ser un buen elemento en una conversación, tampoco es naturalmente superior a una persona que ha estudiado un tema, o que ha desarrollado un criterio elaborado al respecto. Puede llegar a serlo, pero no como algo categórico y permanente, si no dependiendo de las condiciones particulares de lo discutido.

Así, y usando mi propia experiencia personal, me ha tocado ver cómo muchas personas idealizan ciertas condiciones y hasta las anhelan. Famoso es el caso del “abajismo” en varias universidades progres, así mismo esto se ha ido expandiendo a otros sectores avanzando hacia una verdadera competencia por la victimización.

¿Síntesis? Es necesario no perder el foco de lo racional en un mundo cada vez más pulsional, en el que muchas heridas están supurando al mismo tiempo, y si lo que queremos como sociedad es avanzar a un nuevo estadio, es fundamental usar la energía de lo emocional, pero las formas de la razón.

Defender la argumentación, el contraste de ideas, no de condiciones, es esencial. Evitar la discriminación, así como la meta-discriminación y no olvidar la intersectorialidad en vez de entramparse en la competencia por ver quien está peor.

Gino Stock