Avisos Legales
Opinión

Marcha clasista y combativa: La victoria entre los gases lacrimógenos

Por: Jorge Verdugo | Publicado: 05.05.2017
Marcha clasista y combativa: La victoria entre los gases lacrimógenos 1demao2017 |
Pude ser testigo de un triunfo, cada uno de esos corazones que marchó ese primero de mayo con nosotros, aunque nos acorralaron, gasearon, mojaron con aguas tóxicas y nos echaron, quedó con el alma llena y tranquila. No pueden con nosotros, ni siquiera cuando somos sumisos.

Nuevamente este año 2017 se llevó a cabo la marcha Clasista y Combativa del 1° de mayo en Santiago. Es la que la prensa oficialista llama «Los Disidentes» -que yo llamaría sencillamente “La Marcha de los Trabajadores”- y la que todo el mundo sabe, en un acto cotidiano de nuestro realismo mágico, que será brutalmente reprimida e intervenida con sospechosos encapuchados.

Pero ahí vamos todos, ejerciendo nuestro derecho e intentando, a lo menos, homenajear y conmemorar a quienes muchos años atrás fueron masacrados hasta la muerte por exigir un derecho que hoy vuelve a perderse entre reformas y términos modernos como «flexibilidad», «libertad individual», » adecuaciones necesarias», «servicios mínimos», entre otros.

Esta vez, era una multitud de sindicatos, movimientos sociales, territoriales, políticos y familias que poco a poco fueron encaminándose hasta las puertas de la Universidad de Santiago.

Cada ciertos tramos venían batucadas o comparsas que, con su ritmo y colorido, le imprimían una energía especial a la conmemoración del Día del Trabajador.

La presencia policial represiva era descomunal, un gran trayecto estaba cercado con firmes y altas vallas de seguridad, en una clara intención de atosigar y controlar a esa masa desde la Av. Brasil misma, hasta el escenario en las puertas de la Usach.  Es un gran trayecto, que en cada esquina por lado y lado tenía dispuestos amenazantes carros policiales y tropas temibles que podrían inspirar, estoy seguro, varias tesis respecto a los motivos que un gobierno «democrático» decida desplegar tamaña fuerza en contra de sus trabajadores un 1° de mayo.

Como en un acto trágico, nos encaminamos no más a nuestro destino. A pesar de esta sensación, todos generaban una alegría potente de estar formando una multitud, que año tras año aumenta considerablemente, que nos alienta a seguir creyendo que nuestros actos, estrategias y esfuerzos son compartidos cada vez por más trabajadores, dirigentes, activistas, políticos e intelectuales.

Muchos de los que el año pasado estaban en el «oficialismo» y sus manifestaciones festivaleras, ahora estaban con nosotros, despertando y engrosando nuestras filas.

Como veníamos tarde, ya estaban en el lugar de encuentro los pobladores que venían desde Velásquez y, en el mismo instante en que los líderes convocantes llegaron al escenario, una tropa de guanacos, zorrillos y Fuerzas Especiales irrumpieron por Chacabuco cortando la columna y reprimiendo hacia el oriente y poniente. Dispersando también a toda la gente que venía llegando y presionando al resto contra el escenario, que comenzó a buscar escape hacia el sur.

Una vez más estaba hecha la trampa. Frente a tamaña provocación, obviamente hubo una reacción violenta. En cosa de segundos, estallaron sendas fogatas que fueron alimentadas con maderas y plásticos de una constructora que tenía una reparación al parecer, ahí mismo, en las puertas de la Estación Central.

A la distancia se pudo observar un grupo de encapuchados que arremetían contra los piquetes y unos locales comerciales, mientras todo era captado por un grupo de camarógrafos sin identificación, pero cuyas imágenes pudimos apreciar más tarde en todos los medios oficialistas.

En el escenario los dirigentes seguían adelante con sus discursos y veían impotentes cómo esa fuerza descomunal, financiada por todos nosotros y pertenecientes a la misma institución que se permite desfalcar al Estado en cifras millonarias impunemente, irrumpía en nuestro acto de forma cobarde, arremetiendo contra indefensos trabajadores, trabajadoras, ancianos y niños, que rápidamente intentaban escapar saltando vallas y ponerse a salvo.

En todos los rostros había indignación, frustración, rabia y resignación. Los que se enfrentaban no podía verlos porque iban encapuchados, pero llevaban a cabo su ritual catártico sin temer las consecuencias.

Pero viene el acto final, y anuncian a la Banda Itinerante, que sencillamente ignorando las condiciones -que estoy seguro cualquier músico de otra estirpe no aceptaría., comenzó con su cumbia combativa. Nos quedamos ahí, atrapados entre los carros lanza tóxicos y el verso revolucionario de unos jóvenes salidos de lo más profundo de nuestra cultura oprimida.

Esos minutos de cumbia estridente, en que los carros de FFEE nos rodeaban, la gente gritaba consignas, caminábamos de aquí para allá en el espacio que nos quedaba y por un instante no comprendía por qué seguíamos allí.

Sentí mucha tristeza, porque una vez más habíamos sido derrotados. Mucha rabia porque nos tratan injustamente. Y luego comencé a poner atención a los que seguían bailando. Pasó por mi lado un tipo de baja estatura y fornido, que no pude ver su rostro porque estaba totalmente protegido por una máscara antigases portando una cámara fotográfica. Se contorsionaba rítmica y, verdaderamente, disfrutando enormemente la música y ese acto de indiferencia hacia los mercenarios enajenados.

Pude ser testigo de un triunfo, cada uno de esos corazones que marchó ese primero de mayo con nosotros, aunque nos acorralaron, gasearon, mojaron con aguas tóxicas y nos echaron, quedó con el alma llena y tranquila. No pueden con nosotros, ni siquiera cuando somos sumisos.

Las aguas contaminadas de gas lacrimógeno llegaron hasta el mismo escenario. ¿Quién ordena tamaña acción? ¿Quién nos teme tanto?

Jorge Verdugo