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Barrio Bravo y el fútbol: «El lugar que durante tanto se pensó como un club de Toby ahora es compartido»

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 24.06.2017
Barrio Bravo y el fútbol: «El lugar que durante tanto se pensó como un club de Toby ahora es compartido» |
Ha sido apuntado como el fenómeno futbolístico de Internet, pero el éxito de su pluma va más allá. Roberto Meléndez, el creador de Barrio Bravo, debutó con éxito en las ligas literarias a punta de pasión y dominio sobre el lenguaje universal del fútbol: la emoción.

Desde que irrumpió en librerías, el primer libro de Roberto Meléndez -creador de la página de literatura futbolística Barrio Bravo– demostró que el romance de los hinchas con la pasión derrochada por su pluma no es solo cosa de redes sociales. Si bien es cierto que el fenómeno explotó en Facebook, se fue expandiendo sin necesidad de publicidad, ni grandes sponsors, solo con las palabras precisas para tocar el corazón de los fanáticos.

«Barrio Bravo: ¿Por qué amamos la pelota?» (Sudamericana, 2017) sumó más de dos semanas como líder indiscutido de las ventas literarias de ficción. Un éxito rotundo que el propio Meléndez, en entrevista con El Desconcierto, apunta como el resultado del entendimiento de un lenguaje universal, que no requiere de grandes análisis históricos ni de una retórica rebuscada.

El creador del «Barrio», como le llaman sus seguidores, lo explica sencillo: «El lenguaje donde el fútbol encuentra un idioma es con los hinchas, desde ahí nace el relato de este juego. Que hoy sea una industria y un abanico mediático permanente responde a que el público está integrado vivamente a lo que pasa en una cancha, e incluso más allá de ella».

Alrededor del fútbol, sentencia, ocurren muchas cosas cotidianas, emociones e historias que no se olvidan. En sus páginas, esto se revela en una combinación de fantasía y nostalgia que atrapa y conduce a otros terrenos, que además de la pelota hablan también de las tristezas y alegrías de los pueblos.

Para Meléndez, buena parte de la idiosincrasia y recuerdos de Chile están atados a una pelota, pero no opta por el relato político: «Creo que el fútbol puede responder con sus propios argumentos y analogías al sustrato político o social de una comunidad, y al grano y de forma inteligente. El fútbol es, en sí mismo, expresión», apunta.

De todos modos, la gracia de Barrio Bravo es que la realidad -emocionante, dolorosa y a veces injusta- del fútbol se mezcla con la ficción de un modo imperceptible, llevando sus relatos y añoranza mucho más allá.

-¿Cuáles son los referentes de la pluma de Barrio Bravo? Y, ¿qué rol juega la fantasía en la construcción de los relatos?
-Referente no tengo ninguno. Desde los 14, cuando me volví un lector empedernido, he visto y admirado tantos estilos narrativos diferentes que no me apego a uno en particular. Pero claro, la novela y el cuento son mis lugares favoritos. Me resulta extremadamente natural incorporar fantasía y ficción a los relatos que hago. A veces es imposible o no necesario, pero cada vez que la ocasión se presenta, la realidad pasa a un segundo plano y la difusa verdad se descubre en una interpretación literaria.

Meléndez no conoce a Marcelo Bielsa, pero lo investiga, observa, respira con él e interpreta. En sus crónicas, Bielsa es resucitado con la misma impronta de genialidad, locura y pasión que uno recuerda, como si se tratara de una descripción indiscutible de la figura del rosarino: «Eso hace un escritor», resume, agregando que la aparición del Guatón Nelson, el reconocido personaje que se cuela en sus relatos -en medio de la fatalidad y el festejo- es parte de una de las tantas comedias que se le ocurren en cualquier momento del día.

«Cuentos como el del Guatón son elaboraciones que me salen caminando por la calle o hueveando con mis amigos en un asado. Claro que el Guatón Nelson ya es una celebridad que escapó de la ficción y ahora es tan real que tiene su propia página, más de 10 mil seguidores, e incluso algunas chiquillas incautas le han ofrecido citas», señala.

«El resultado va y viene…»

El primer ejemplar de Barrio Bravo explora algunas de las fascinaciones por los ídolos internacionales de la infancia. En ellas se evoca el amor a primera vista que todo niña o niño experimenta alguna vez por sus ídolos sobre la cancha. Sin embargo, lejos detenerse en las hazañas futbolísticas y el talento desbordante de figuras como Garrincha, Jamie Vardy o George Best, el autor examina sus caídas y defectos, profundiza en sus miserias.

-Ese es un tono que pareciera extenderse a todo Barrio Bravo, una pasión por la belleza también en el fracaso. ¿Hay alguna inspiración bielsista en todo ello?
-No, ahí hay una inspiración e ideología personal que se expone. Me gusta la figura del antihéroe, me resulta mucho más cercana, y explorarlo es fascinante. Odio el colectivo moral con que tantas veces se pontifica, y estos personajes encarnan el vicio y el error.

-¿Por qué tanto acento en el fútbol más allá de los resultados, por ejemplo? Es algo que le has cuestionado al periodismo futbolero: el resultadismo.
-Probablemente hay ahí una nostalgia; tengo 32 y he visto el cambio de ciudad. Cuando chico al frente de mi casa habían vacas y caballos. Por supuesto ya no están. El barrio significa conversar en comunidad, pero los tiempos de hoy, siempre apremiantes, junto al celo competitivo de un modelo que ahoga, ha olvidado el saludo, la discusión sin ofender, y que el resultado va y viene…

-En la segunda parte del libro se recogen algunas victorias morales imborrables. Por ejemplo, ese penal que tapó Superman a Chilavert, que es más importante que no haberle ganado a Paraguay. ¿En qué lugares descansan hoy esos triunfos, luego de la dos primeras experiencias de Chile como campeón?
-Yo creo que esos recuerdos siempre van a ser valiosos. Perdemos más de lo que ganamos, y la conexión con alguna especie de espejo es un alivio cierto. Tenemos más historias como la del Superman, tanto en nuestro fútbol, como en nuestro propio diario vivir. Y al leerlas queda claro que son historias pulentas igual.

Meléndez recoge también las hazañas de Elías Figueroa, Marcelo Salas e Iván Zamorano desde la admiración que despertaron en el extranjero. A su juicio, es necesario que siempre exista un lugar de reconocimiento hacia uno de ellos en la historia el fútbol. La conclusión no deja duda alguna: fueron ídolos.

«Demostraron que desde este lado austral del mundo también podían destacarse plenamente en la pasión que abrazaron. Y los tres tienen algo en común: no le hicieron caso a los complejos del entorno, creyeron siempre en que podrían. Elías le ganó a todas sus enfermedades; Zamorano a sus propias limitaciones técnicas; Salas derrumbó la cordillera», sostiene.

«Me siento un evangelizado por la causa del fútbol femenino»

Para el autor de Barrio Bravo, la mayoría de los fanáticos del fútbol lo aman desde antes de recordar cualquier cosa. Los primeros sueños, los primeros amigos, las primeras sacadas de vuelta, todo fue junto a la pelota. «Acordarse del primer amor es nostálgico, por supuesto», admite Meléndez.

Aunque es una verdad que maneja con cuidado, Roberto no esconde su amor por la Universidad de Chile. Como seguidor del Romántico Viajero, sin embargo, nunca ha tenido límites para apreciar la belleza en el juego de embajadores de otros equipos, como el mismísimo Matías Fernández, ni mezquindad a la hora de poner en su lugar la historia de otros grandes clubes. Barrio Bravo está por sobre todo, menos el fútbol.

-¿Has confesado cuál es el equipo de tus amores? En tus textos se advierte cariño y respeto transversal a figuras de equipos diversos, incluso archirrivales, un ejercicio que la prensa muchas veces no logra.
-Me da risa ese tabú. Soy de la U. Sé que genera susceptibilidades y creo que he censurado parte de mis mejores relatos en la página por ese hecho. Igualmente, sé que algún día lo haré. Pero ser azul no me hace ciego y puedo reconocer en Matías Fernández no solo a un buen jugador, también a alguien que me hizo soñar. Una vez recordé que jugaba Colo Colo y me bajé del metro y busqué un bar, solo por ver jugar a Matías. Y me encanta Gary, Vidal, la causa del Conce, los huevos del Vial, el estilo de Wanderers, Dalsasso, la historia de Cobreloa…

Meléndez tampoco discrimina este deporte por el sexo de quienes lo practican. La intensidad del fútbol femenino, que ha mostrado un crecimiento importante durante los últimos años, ha inspirado más de alguna de sus crónicas. En el libro, por ejemplo, se recoge un relato que revive la participación de Iona Rothfeld, ex seleccionada nacional, en el Mundial Sub 17 de Trinidad y Tobago, quien anotó el único gol de Chile en la competencia.

«Yo me siento un evangelizado por la causa del fútbol femenino, que escapa al fútbol y entronca una idea de justicia potente. Que la Selección juegue tarde, mal y nunca, y la televisión no sea capaz de llevar una cámara me causa tristeza. Es un desprecio consciente», opina Roberto.

Sin embargo, advierte, la nueva camada de medios que se despliega por redes sociales comienza a prestarles la atención que se merecen: «Y me parece un paso hacia adelante enorme. Por lo demás, esos espacios son el futuro. Creo que la presencia de Iona Rothfeld en el libro fue una manera de rescatar la presencia de las mujeres en el juego. Lo mismo con Rosa, en la tercera parte», adelanta.

El futuro del fútbol femenino es prometedor, pese a la miopía nacional y la indiferencia. Y como escritor, Meléndez asume una tarea que define como «desafiante»: expresar la pasión desde el lenguaje femenino.

-¿Qué opina BB de quienes dicen que el fútbol femenino es aburrido, por ejemplo?
-Creo que es una excusa machista de sentir que el lugar que durante tanto se pensó como un club de Toby ahora es compartido. No los veo aburridos mirando sus pichangas de liga al pelotazo, la patada y el tiro 20 metros desviado.

-Chile se enfrenta a un momento de salto en su historia futbolística. Muchos no se resignan a que esta generación no lo gane todo, como si después viniera un abismo. ¿Crees que eso vaya a pasar?
-Es muy probable que en un par de años lo que ahora vemos ya no sea tal. Por eso cada vez que juega este equipo abro los ojos y disfruto muchísimo.

La última parte del libro acumula, quizás, sus relatos más entrañables. Las pichangas de la infancia, la rivalidad escolar del Torneo de los Recreos y una serie de recuerdos de pelota que parecen sacados de la memoria colectiva de muchos y muchas. También está una joya: la historia de El Quisco, el joven que estuvo a punto de convertirse en futbolista, pero falló en su única oportunidad.

«En el caso de El Quisco, el drama se convierte en comedia. Me gusta jugar con esos cambios, porque la experiencia de nuestras sensaciones son así: se pasa de estar insoportable y desesperanzado, a cagado de la risa e ilusionado en una misma tarde. Claro, en este caso el jugador pierde la aparente gran oportunidad de su vida, pero el tiempo pasó, y ya se vuelve la risa de todas las sobremesas, y aunque su mujer no sea una platinada modelo con miles de seguidores en Instagram, lo acompaña al estadio y se quieren. Fracasar no es tan terrible», resume.

-¿Cuáles son los próximos pasos de Barrio Bravo?
-Barrio Bravo como página tiene un proyecto prometedor que escapa a mi figura. La idea es convertirlo en un polo de literatura futbolística importante de Latinoamérica. Armé un equipo y con el tiempo se va ir viendo todo eso. En materia audiovisual también sería interesante explorar, siempre realizando nosotros el contenido. Eso es clave. Y en lo personal, seguiré escribiendo, y eso naturalmente decantará en nuevos libros. Me falta mucho por mejorar, pero sé que partí bien. En mi caso, el segundo libro va a ser mejor que el primero.

Barrio Bravo: ¿Por qué amamos la pelota?
Roberto Meléndez
Editorial Sudamericana
157 páginas
Precio de referencia: $12.000

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