Avisos Legales
Opinión

Bolaño, el monstruo

Por: Gonzalo Abrigo | Publicado: 17.08.2017
Bolaño, el monstruo El hijo de mister playa |
Curiosamente El hijo de Míster Playa jamás termina de retratar a un hijo. Lejos de aquello, la sensación que deja tras su lectura es que el escritor más bien cristaliza como padre. Ciertamente de sus hijos biológicos, a quienes adoraba, pero especialmente padre de toda una generación de escritores y lectores que, harta de enquistados exotismos y de una literatura desconectada de la experiencia, lo quiso adoptar como su sabio consejero.

Conocer la vida de un escritor puede aumentar la experiencia de lectura o gatillar una decepción irreversible. Cuando la vida no se asemeja en nada al arte, siempre cabe la posibilidad de que se pueda comenzar a leer con otros ojos, y llevar al lector progresivamente a considerar que los dedos que jalan de los hilos no merezcan el mismo aprecio que sus marionetas. Si la biografía en cambio diluye su frontera con la obra, la hace crecer, a veces a niveles incluso monstruosos, pues no solo la escritura sino también la vida emerge como relato, pudiendo ser capaz de desbordar la figura del escritor volviéndola chisme, leyenda, mito.

Poco importa que Roberto Bolaño se haya vuelto un mito. Si se ha vuelto eso es precisamente porque en su caso la pared entre vida y obra siempre se quiso derruida. En parte Los detectives salvajes es el gran fresco de esa ecuación: la vida se hace literatura y la literatura no puede ser otra cosa que experiencia vital. Esta apuesta, bien lo saben algunos escritores, ardua y radical (en la época del asegurado confort millennial, tal vez todavía más), se transparenta cuando se revisa el trabajo de la periodista argentina Mónica Maristain, El hijo de Míster Playa, la indagación biográfica más exhaustiva a la fecha sobre el narrador chileno, reeditada en Chile por Alquimia Ediciones.

El collage va de principio a fin. Desde el preinfante que aprende a leer a los tres años por los cerros de Valparaíso y el joven fundador del infrarrealismo en México, pasando por el discurso de discípulos, amigos y enemigos, vecinos y conocidos, hasta las pugnas que han involucrado a editores, sucesivas parejas sentimentales y albaceas nominales del legado póstumo de un escritor ya consagrado. Maristain echa mano a una profusa recolección de datos así como a buena parte de las fuentes disponibles que han dado cuenta de los diferentes episodios en la vida del cerebro de 2666.  Recordemos que la autora fue quien realizó la famosa última entrevista al escritor para la revista Playboy (a sugerencia del propio entrevistado), hecho clave para que cercanos a Bolaño decidieran confiar a la investigadora su visión.

Uno de estos cercanos es el novelista argentino Rodrigo Fresán. Su testimonio junto al relato que realiza Carmen Pérez de Vega, última pareja del autor chileno, constituyen dos de los momentos altos en este trabajo, debido a la narración íntima y conmovedora de los buenos y también malos días del escritor. Allí encontramos al Bolaño cotidiano, que cocina para sus amigos, asalta con visitas sorpresa, sostiene eternas llamadas telefónicas o maquina historias improbables. También al narrador enfermo y condenado que se posiciona tercero o segundo (y no primero como figurará años más tarde en algún ranking de novela) en la lista que tristemente jamás correrá lo suficiente para el trasplante de hígado.

La estela que fue dejando en sus diversos tránsitos y residencias —Chile, México, Cataluña— en la voz de quienes lo conocieron (y también de quienes le hicieron la desconocida como Carlos Fuentes y varios más), demuestra que Bolaño poseía el músculo de la polémica y por supuesto del humor considerablemente desarrollado, y que sin esos mordaces pliegues sus novelas difícilmente se podrían haber fraguado, mucho menos modulado aquella redomada capacidad para bucear en las laberínticas arquitecturas del mal, esa zona a menudo señalada por los expertos en su obra como una de sus preocupaciones cardinales.

Fuera de la indagación que remite a otros trabajos tanto escritos como audiovisuales, el libro de Maristain se robustece en la medida en que la vida del escritor avanza y la información proporcionada resulta fruto de una abundante y bien urdida averiguación original. Hay partes de esta investigación que, en la lógica de sacar partido a lo anecdótico, merecieron una dedicación mayor. Los diferentes encuentros y también encontrones que marcaron las visitas de Bolaño a Chile aparecen algo vagos o no del todo aprovechados. No obstante, se sabe que este puzzle es caleidoscópico y sus piezas aún se estén encajando, y en ese marco el trabajo de Maristain no posee, desde luego, aspiraciones de biografía oficial.

Curiosamente El hijo de Míster Playa jamás termina de retratar a un hijo. Lejos de aquello, la sensación que deja tras su lectura es que el escritor más bien cristaliza como padre. Ciertamente de sus hijos biológicos, a quienes adoraba, pero especialmente padre de toda una generación de escritores y lectores que, harta de enquistados exotismos y de una literatura desconectada de la experiencia, lo quiso adoptar como su sabio consejero, referente indiscutido y hermano mayor. Que el perro romántico haya devenido en patriarca es también parte del mito, pero el autor de Nocturno de Chile, demonio de la poesía y la antipoesía mediante, afortunadamente fue siempre consciente de la caducidad de los materiales de que está hecho cualquier clase de trono.

Roberto Bolaño parece haber bregado toda su vida para sostener la apuesta de una literatura que diera debida continuidad a la riquísima tradición latinoamericana más allá de sus estancamientos comerciales y formulaicos. En ese afán, da la impresión de que siempre pudo conseguir nuevos amigos. Cancelada la temprana y provocadora juerga infrarrealista y luego extintas las amistades peligrosas en la costa catalana, la siguiente pandilla en este viaje (en buena parte fruto de la exitosa publicación de su obra), aparece como fundamental. Sin esos pocos buenos amigos a quien gastar la broma inoxidable de la literatura, la obra de Bolaño (y probablemente su vida) jamás podría haber tomado su último, monstruoso e inspirado vuelo.

El hijo de Míster Playa contribuye consistentemente al mito a punta de altas dosis de documentada realidad que dejarán más que satisfechos a los devotos de ese escritor que alguna vez se definió no como chileno sino como latinoamericano. Y a las voces que hoy piden enfriar la leyenda para una mejor consideración de una obra que pasó de las pulidas portadas de Anagrama a la apertura del baúl y al diseño excesivo de las carátulas de Alfaguara, habría que recordar que el marketing no es ni de lejos responsable del fenómeno. La literatura y todo su sistema, incluidas aquellas voces, no hace otra cosa que deformar una y mil veces a sus más caros monstruos. Así ocurre con cualquier obra auténticamente viva: Frankenstein rompe los cables y se pone a deambular.

El hijo de Míster Playa

Mónica Maristain

Alquimia Ediciones

Precio Ref. $14000

Gonzalo Abrigo