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El diseño, su valoración y las convenciones sociales

Por: Mariana Muñoz | Publicado: 21.09.2017
El diseño, su valoración y las convenciones sociales Enedi 2017 | Facebook ENEDI
Desde la aparición de las tecnologías de la información y la comunicación se ha desviado el foco de acción de nuestro quehacer como diseñadores. Pasamos de dar respuestas a problemas concretos y realizar un aporte al país, a ser los “manejadores” de las tecnologías. El medio se puso por sobre el mensaje.

La contingencia a propósito de la educación gratuita y de calidad ha provocado un movimiento social histórico. Esta situación también pone en tela de juicio a la instrucción técnica como una alternativa de educación superior, que gracias a sus bajos aranceles y poca exigencia de ingreso, convoca a una alta cantidad de jóvenes.

El diseño es una disciplina nueva académicamente hablando. La primera Escuela de Diseño nació en la segunda mitad de la década de 1960 en la Universidad de Chile. Actualmente son aproximadamente 80 las escuelas técnicas, profesionales y universitarias donde se forman los diseñadores. El problema de esta gran cantidad de centros educativos es que a ojos de la sociedad el diseño es uno solo, se enseñe en la universidad, un CFT o un IP y, por lo tanto, la valoración económica del trabajo o la expectativa acerca de lo que el diseñador puede hacer, también.

Es este aspecto sobre el cual quisiera reflexionar: independiente de lo que se necesita a nivel público y general en torno a la educación superior, como diseñadores necesitamos que las escuelas universitarias y las de formación técnica y profesional definan sus ámbitos de acción, para que el paso por cada una de ellas permita una adecuada valoración del trabajo de acuerdo a sus ámbitos de intervención y aporte cultural.

El título de diseñador predispone a la sociedad y sus convenciones a considerarnos como aquellos que “hacen monos”, independiente de la especialidad que hayamos escogido y cuál haya sido nuestra formación.

Si bien la técnica es muy importante, pues es la que nos permite llevar a cabo y desarrollar nuestros proyectos, desde la aparición de las tecnologías de la información y la comunicación se ha desviado el foco de acción de nuestro quehacer: pasamos de dar respuestas a problemas concretos y realizar un aporte al país, a ser los “manejadores” de las tecnologías. El medio se puso por sobre el mensaje.

No hay que desmerecer que la educación técnica es una importante herramienta para el progreso personal y profesional de muchas personas. Sin embargo, es posible afirmar que este enfoque técnico de nuestro oficio es dañino para quienes hemos tenido o tienen la posibilidad de formarse universitariamente. La línea que divide lo universitario de lo técnico-­profesional es tan delgada que socialmente no se discrimina entre uno y otro diseñador, y por lo mismo, en sus posibilidades futuras. A diferencia de otras profesiones universitarias, quien estudie diseño debe estar dispuesto a demostrar constantemente su formación universitaria en la capacidad para proponer, gestionar y desarrollar proyectos. Esto ha llevado a escoger como camino de desarrollo el emprendimiento, el ámbito académico, alejarse de las grandes empresas y optar por la autogestión. Finalmente, es la cantidad y la calidad del trabajo lo que hace que ciertos diseñadores destaquen por sobre otros.

Ahora, quienes estudiamos diseño en la universidad o lo cursan hoy en día, podríamos llamarlo “ciencias de las experiencias mediadas”. ¿Sería más valorado el diseño en la sociedad si deja de llamarse “diseño”?

Mariana Muñoz