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Terremoto en México y tres años de Ayotzinapa: la solidaridad de los pueblos frente al terror de Estado

Por: El Desconcierto | Publicado: 26.09.2017
Terremoto en México y tres años de Ayotzinapa: la solidaridad de los pueblos frente al terror de Estado terremoto puebla | Wikimedia
Así como hace exactamente tres años en Ayotzinapa el Estado mexicano fue responsable por la desaparición forzada de los estudiantes normalistas, lo es también por todas aquellas vidas y aquellos cuerpos desde los escombros no rescatados hoy tras los terremotos en México.

«Que quede bien claro que no fue un problema sísmico sino un problema de asesinos que están en el poder {…}.
No podemos permitir en ninguna forma que nuestro dolor sea burlado.
No podemos permitir por dignidad que nuestros muertos se olviden.
La sociedad no puede permanecer impávida ante esta situación de podredumbre»

Elena Poniatowska, “Nada, nadie. Las voces del temblor”.

 

«La tierra que destruimos se hizo presente.
Nadie puede afirmar: ‘Fue venganza’.
La tierra es muda: habla por ella el desastre.
La tierra es sorda: nunca escucha los gritos.
La tierra es ciega: no observa la muerte»

José Emilio Pacheco, “Elegía del retorno

En el sur la primavera llega arrastrando injusticias de siglos y junto a los ciruelos florece el dolor y la rabia por el negligente actuar del Estado chileno ante el derecho a la vida de los cuatro comuneros mapuche, Benito, Pablo y Ariel Trangol y el lonko Alfredo Tralcal, encarcelados sin que existan pruebas suficientes sobre su culpabilidad (como lo ha demostrado Renato González, defensor regional de La Araucanía y abogado de los imputados). Llevan más de 108 días en huelga de hambre con indicios físicos de alto riesgo vital y sus justas demandas (no aplicación de la Ley Antiterrorista en rechazo a la utilización de testigos sin rostro y un juicio justo en plazo razonable, considerando que ya llevan un año y cuatro meses en prisión preventiva) chocan contra un torcido sentido común del poder político-judicial.

En tanto, en el otro hemisferio de América Latina, con la llegada del otoño de cempasúchil, esa misma rabia y ese mismo dolor crecen por los avatares de los pueblos ante las catástrofes generadas por los recientes terremotos y el nefasto actuar del Estado mexicano, del ejército y los medios masivos de comunicación. La tierra que destruimos se hizo presente y, con ella, esas autoridades elegidas por nuestras corruptas democracias colonizadas, junto a todo su aparataje salvaje.

En 1985, la gente en Ciudad de México se organizó frente a la destrucción provocada por el devastador sismo, mientras el poder político-militar puso en marcha el infame Plan DN-III, acordonando las construcciones derrumbadas, desmovilizando a las brigadas solidarias que trabajaban en los distintos barrios y expulsándolas, con el objetivo de intervenir con maquinaria pesada sin importar las cantidad de corazones luchando por sobrevivir bajo las ruinas. Así como en 1985, 32 años después las brigadas autónomas formadas por las y los vecinos y distintas organizaciones barriales, han tenido que generar planes de resguardo ante el mismo actuar negligente que viola el derecho a la vida. Ejemplo de esto es lo sucedido ante el derrumbe de la fábrica textil “Línea Moda Joven”, muy cerca del centro histórico de la capital (Colonia Obrera, esquina de las calles Bolívar y Chimalpopoca), donde quedaron enterrados muchas y muchos de sus trabajadores, en su mayoría mujeres costureras indocumentadas de Centroamérica, China y Taiwán. Como dan cuenta medios de comunicación confiables,

“Se estima que alrededor de cien personas quedaron atrapadas en el inmueble, pero desde ayer los voluntarios reportaron que ya ingresó la maquinaria pesada para retirar los escombros, lo que dejaría a las víctimas sin posibilidad de ser rescatadas. Los dueños de la fábrica no cuentan con ningún registro de las personas que trabajaban en el lugar, por lo que los voluntarios y brigadistas exigieron la nómina completa, así como la lista de las personas que fueron rescatadas con vida y su ubicación hospitalaria, y los nombres de los trabajadores que aún no han aparecido”, informaron.

Este es sólo un ejemplo, pero son innumerables los testimonios que se encuentran en los medios libres, autónomos o “como se llamen”, sobre cómo en las distintas zonas de derrumbe, las y los familiares claman por el respeto a la vida. Para enfrentar tan canalla actuar se ha recurrido a diversas estrategias, desde vallas humanas impidiendo el paso, hasta la creación a nivel legal de un formato de amparo para impedir que las autoridades ingresen con maquinaria pesada a los edificios colapsados antes de verificar que ya no haya sobrevivientes.

Así como en 1985, tres décadas después son las mismas condiciones laborales tijereteadas y mal cocidas, el trabajo a destajo de mujeres costureras, donde cada aguja clavada, cada espalda desecha y cada año de vida que les es robado, cuesta incansables veces menos que la plusvalía generada por ese tiempo sin tiempo.

Así como en 1985, en la actualidad  son las grandes inmobiliarias las que sacan cuentas alegres mientras negocian la reconstrucción con el dinero del pueblo mexicano.

Así como en 1985, la Televisa del “Chavo del ocho”, empresa de comunicación más importante del país, hace circular historias de princesas y príncipes perdidos, creando falsas esperanzas pero alto rating, afectando el derecho a la información. Desde “Monchito”, el niño fantasma bajo los escombros del ’85, a Frida Sofía, el invento reciente para lucrar con el dolor.

Así como en 1985, tres décadas después la gente le sigue preguntando a los militares: “¿Por qué vienen con ametralladoras y no con palas?”. El ejército se toma las calles del país amparado en el danzar de esa tierra muda y sorda, amparado en el poder político empresarial que, mediante la burocratización de la solidaridad, busca desmovilizar los brotes de autonomía y autogestión. Que la gente se vaya a su hogar a seguir los acontecimientos en su pantalla plana.

Al cumplirse tres años de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, es importante señalar que ese mismo ejército es el que monitoreó y vigiló los ataques realizados por policías municipales, federales y hombres sin uniformes a los estudiantes normalistas, la madrugada del 26 de septiembre del año 2014, como da cuenta el riguroso proyecto investigativo realizado por la agencia Forensic Architecture con sede en la Universidad de Londres, en colaboración con el Centro de derechos humanos Miguel Agustín Prodh, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), investigación titulada “El caso Ayotzinapa: una cartografía de la violencia”. Mediante la elaboración de una plataforma cartográfica interactiva visual, recientemente presentada, se detallan los ataques que llevaron a la desaparición forzada de los estudiantes, demostrando que ésta fue ante la presencia de autoridades, donde se coludieron agencias de gobierno para perpetrar el acto y que, como se señala anteriormente, el Ejército monitoreó y vigiló estos ataques.

En medio de este desastre natural, donde la Ciudad de México es solo una pequeña parte del infierno global si miramos hacia las comunidades de Oaxaca, Morelos, Puebla y Chiapas (donde la destrucción, el desabastecimiento y corrupción del gobierno se multiplica), es imposible ser ciegos como la tierra, es imposible no escuchar los gritos que dan cuenta de que, así como en Ayotzinapa el Estado mexicano fue responsable por la desaparición forzada de los estudiantes normalistas, lo es también por todas aquellas vidas y aquellos cuerpos desde los escombros no rescatados.

Con el otoño llega la cempasúchil, Xóchitl tocada por un rayo de sol que detiene las lágrimas derramadas por su Huitzilin caído en la guerra,  la flor que dirige el camino de las y los muertos, con el otoño llegan las costureras del 85 y del 2017, llega Ayotzinapa, Tlateloco, Tlataya y de todas las muertes invisibilizadas.

Si bien la tierra nunca escucha los gritos, por ella habla el desastre.

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