La dura columna de la periodista que Hugh Hefner amenazó con demandar por llamarlo proxeneta

En redes sociales ha sido homenajeado a través de memes y comentarios por una serie de usuarios, sobre todo hombres. La muerte del fundador de Playboy Hugh Hefner a sus 91 años marcó el fin de una época de excesos.

Para algunos son excesos positivos, pero otras personas han salido a criticar la vida que llevó Hefner en su icónica mansión. Tal es el caso de la periodista inglesa Suzanne Moore, que una vez fue amenazada por Hefner de que la demandaría por llamarlo un «proxeneta».

La periodista pone en duda la imagen que se ha construido de Hefner como una suerte de ícono de la liberación sexual: «La fantasía que vendía Hefner no era una fantasía de libertad para las mujeres, sino para los hombres. Las mujeres tenían que ser extrañamente castas pero constantemente disponibles por el precio justo».

«En el zoológico / harén / burdel de Hefner, estas rubias intercambiables fueron colocadas en un toque de queda. No se les permitió tener amigos para visitar. Y ciertamente no novios. Se les dio un «subsidio». Las grandes puertas de metal de la mansión que todos decían eran para mantener a la gente fuera de este «nirvana» fueron descritas por la ex novia número 1 de Hefner, Holly Madison, de esta manera en su autobiografía: ‘Crecí para sentir que estaban destinadas a bloquearme'», sigue diciendo Moore.

Luego agrega: «Parte de la perspicacia empresarial de Hefner era hacer que la venta de la carne femenina fuera respetable y elegante, para hacer aceptable el porno suave. El sueño de cada hombre era tener el estilo de vida de Hefner. (…) Si alguna de ellas dejaba la mansión y no estaban disponibles para las noches del club donde desfilaban, no obtenían su mesada. Las sábanas de la mansión estaban manchadas. No podía haber peleas entre novias. No se podían usar condones».

Moore también describe situaciones a la interna según relatos de algunas ex «conejitas» Playboy: «La novia principal era llamada para darle el sexo oral (a Hefner). No había protección ni pruebas. No le importaba, escribió Jill Ann Spaulding. Entonces las otras mujeres se turnaban para ponerse encima de él durante dos minutos, mientras que las niñas en el fondo promulgó escenarios de lesbianas para mantener «papá» exitado. ¿No hay fin a este glamour?».

Finalmente, la periodista de The Guardian remata: «Se puede vestir con hablar de glamour y orejas de conejo y redes de pesca, se puede hablar de su contribución al periodismo gonzo, puede contextualizar su impulso para liberar el sexo como parte de la revolución sexual. Pero despójalo de todo y fue un hombre que compró y vendió mujeres a otros hombres. ¿No es esa la definición de un proxeneta?».