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Director de la microserie que retrata los horrores de la dictadura: «Nuestras historias están hechas desde los sobrevivientes»

Por: El Desconcierto | Publicado: 03.10.2017
Director de la microserie que retrata los horrores de la dictadura: «Nuestras historias están hechas desde los sobrevivientes» |
Hernán Caffiero, director de «Una historia necesaria», la serie con 16 microcapítulos que retratan algunas de las más terribles historias de violaciones a los Derechos Humanos en dictadura, repasa los ejes que dan vida a su aclamada producción.

Cuando la banalidad mediática todo lo inunda, Hernán Caffiero se atreve con una serie televisiva con microcapítulos intensos, de factura precisa y compacta. La serie muestra 16 casos de detenidos desaparecidos en Chile, con nombres y apellidos, el de ellos y el de sus victimarios. Es, en ese sentido, una singularización y condensación detallista del horror con escasas concesiones a lo política y visualmente correcto.

Hernán busca adecuarse a las características del tipo de consumo mediático actual. Para ello, utiliza, quizás paradójicamente, una retórica visual extraída del código publicitario: brevedad narrativa, primeros planos intensos, rostros dolientes, cámaras lentas, iluminación y cromatismo contrastado.

A través de este lenguaje, enriquecido con una notable ejecución actoral y una brillante banda sonora -intensa pero al mismo tiempo discreta-, Hernán y su equipo buscan incidir en los dos niveles tradicionales de la crítica política a través del arte: mostrar “lo que no se sabe ver” y mostrar lo “que no se quiere ver”. Conversamos con el director para abordar cuestiones de intenciones, concepto y producción de la serie.

-Desde hace algún tiempo estoy interesado en la cuestión de lo “insoportable” en la realidad social como condición de la práctica política. Es decir, en qué circunstancias algo es tan insoportable que lleva a cambiar las condiciones que lo producen. Porque parece que, en la actualidad, ya nada es tan insoportable como para generar iniciativas colectivas y profundas de cambio. Los escándalos y las injusticias se mantienen, pero la producción social de indignación parece agotada y los malos siguen ganando el partido. Mi pregunta es: ¿qué se puede decir, en este contexto donde la crítica agoniza, donde la propia perplejidad social está cansada? ¿Puede tener efectos transformadores en estos tiempos, mostrar algo que en principio es tan insoportable como la tortura y la desaparición de personas?
-¿Te refieres a lo insoportable en el sentido de lo inaceptable?

-Sí. Aunque deberíamos, en su momento, ver las semejanzas y posibles diferencias entre ambas palabras. No sé si todo lo insoportable es inaceptable y viceversa. Te preciso la pregunta: ¿cuál es la eficacia buscada en tu trabajo a partir de mostrar estas escenas, singularizadas y detallistas de estos compendios del horror? ¿Qué efectos quieres producir y entre quiénes?
-Directamente lo que busco es generar impacto y generar conciencia, a través de la emoción, en piezas cortas que tomen en cuenta el contexto actual de las formas de consumo audiovisual. El desafío era cómo contar historias reales, verdaderas, que hablen de nuestra historia política y de lo que tú acabas de decir, de lo inaceptable, pero no través del discurso literal. La serie está pensada para un público objetivo entre 15 y 30 años que no vivieron esto, que no sintieron esto porque ni siquiera habían nacido. Ahora, evidentemente, mucha gente lo vivió, pero se hicieron los locos. Gran parte de la sociedad chilena lo que hizo fue bajar la mirada o mirar para el lado y después de 20 años levantar la cabeza, pero seguir haciéndose los hueones, mirando de ladito, nunca enfrentándose y mirando a la cara para asumirlo.

-¿Qué entiendes por generar impacto?
-Es como dar una bofetada para decir «mira, esto es lo que hemos estamos ocultando, esto es lo que no queremos ver o esto es lo que nos tiene aburridos o esto es lo que jamás se solucionó. Esto es lo que te podría pasar a ti, a tu hijo, a tu mamá a tu esposo o a tu esposa». Entonces, para lograrlo, hay que partir por la emoción, partir por generar empatía porque ya sabemos que el discurso, el texto y la narración clásica están muy gastados. Nosotros queríamos lograr mostrar algo irrefutable, desde la emoción. Y creo que justamente por esto logramos detener la crítica desde sectores pinochetistas que inicialmente nos acusaban de revanchismo o de levantar odiosidades. El discurso típico de la derecha frente a este tema.

-¿Cuál es la diferencia de “Una Historia Necesaria” con otras experiencias similares que ha habido en la televisión chilena, por ejemplo, «Los Archivos del Cardenal”?
-Principalmente la diferencia está en el formato, estas son piezas cortas, adecuada al tipo de consumo audiovisual que se tiene hoy. Son fragmentos rápidos, de cinco minutos de duración, pero que te entregan una información directa y que te llega. Una serie como «Los Archivos del Cardenal” o “Ecos del Desierto” son series de 4 ó 5 horas que, quizás, para el tipo de audiencia actual difícilmente pueden llegar a impactar de la forma que nosotros queríamos y creemos haber logrado. Es como leer un libro; la gente no lee libros, la gente lee la sinopsis; nosotros de, una u otra forma, estamos entregando una sinopsis potente al espectador, para poder generar esa sensación.

-Entonces desde el punto del lenguaje audiovisual tenemos reducción de tiempos, búsqueda de intensificación de la emoción, pero también la apelación a la “realidad”, o verdad, de lo mostrado. Esto ocurrió, no es ficción, aunque es una realidad recreada y “ficcionalizada”.
-El hecho de que al final aparezcan las fotos de las víctimas y de los victimarios hace que el relato se haga más real y más cercano. Lo otro es que teníamos mil trescientas historias que contar. Nosotros fuimos investigando y buscando historias que fuesen únicas, que no se parecieran unas a las otras y que nos pudiesen entregar hebras para desarrollar algo interesante desde el punto de vista de la narración. Y, dadas las condiciones de bajo presupuesto en las que estábamos trabajando, que exigieran poco elenco y espacios reducidos. Además, que fuesen casos de detenidos-desaparecidos porque eso nos permitía trabajar no solamente con las víctimas directas, sino trabajar también con sus familias y trabajar lo que se llama el “duelo suspendido” o la culpa de los supervivientes que son elementos que fuimos entendiendo a través de psicólogos que nos fueron explicando lo que sucede con los familiares cuando las pérdidas no logran cerrarse. Y veíamos que esto iba a potenciar a lo que mueve la serie que es la tragedia: esta es una serie de tragedias. Tragedias que trabajamos desde diferentes puntos de vista en cada capítulo. En el primero, a partir de la carta de Silvia trata de centrarse en la tristeza…

-Pero casi con esperanza o, por lo menos, con resiliencia.
-Sí, lo que potencia aún más el relato. En otros está la angustia, en otros la ira. Es decir, hemos probado diferentes formas de tratar la tragedia a partir de cada uno de los casos. La idea es que no todos fuesen de pena, sino que te ayudaran a entender lo que pasó desde diferentes puntos de vista. Por ejemplo, está la traición, como en el caso de Alan Bruce. Marcelo Morén Brito, el conocido torturador y jefe de un par de centros de tortura, era un tipo del campo que había llegado a la casa de Alan Bruce que eran sus familiares y vivió 7 años con ellos compartiendo habitación con él. Morén Brito estudiaba en la Escuela Militar y Alan Bruce era militante del MIR. No hay evidencia explícita de que Morén Brito lo mató, pero en el año 2007 y, eso sale al final del episodio, Maximiliano Ferrer, que era otro agente de la DINA, en una disputa en el Penal Cordillera acusa a viva voz a Morén Brito de haber matado a su primo ahogándolo con una bolsa plástica. Y eso queda refrendado por un informe de Gendarmería que se le envía al Poder Judicial pero que no se resuelve. Entonces, cada uno de los cortos evoca el concepto de la tragedia, pero cada uno de ellos tiene una identidad propia.

-En los cortos se muestra mucho, bastante, a través de la recreación de las situaciones vividas por las víctimas. ¿Pero qué es lo no mostrable? ¿Cuál es la frontera? Porque la crueldad de la tortura es infinita y siempre se puede ser más explícito.
-El corto más fuerte es el del sacerdote Llidó. No quisimos ahondar más. De hecho, es un tema relevante. La gente no quiso hablar de la tortura, no quiso hablar de lo que pasaron ellos y de lo que pasaron sus familiares. Nos decían: háblenlo ustedes, muéstrenlo, pero no nos hagan recordar a nosotros lo que vivimos. Entonces si bien hablamos de un tema que es muy fuerte tratamos de evitar el morbo. Ya hay suficiente morbo con la temática misma del tema. Nosotros no mostramos nada de violencia extrema.

-Pero sí la aluden y muestran los efectos de la violencia.
-Violencia explícita me refiero, porque la violencia está implícita en toda la serie.

-Hay muchas estrategias para mostrar el horror. En algunos casos la cámara no muestra, pero la voz sí muestra. La cámara no muestra, pero la música sí muestra. La cámara no muestra, pero sí muestran los ojos del que mira la escena. Alfredo Jaar propone otra manera: viaja a Ruanda y graba imágenes y testimonios del genocidio, pero monta una exposición donde las imágenes están guardada en una caja cerrada. Para él, no hace falta mostrarlas y prefiere mostrar las imágenes, banales todas ellas, que los medios de comunicación publicaban mientras ocurría el genocidio. Es decir, muestra el silencio de las imágenes.
-A nosotros nos parece mucho más interesante trabajar más allá de la detención o de la violencia misma sobre el detenido desaparecido. Tratamos de mostrar los efectos sobre las otras víctimas que son los familiares, los que quedan. Y eso también es muy violento, pero no es explícito o literal. No son relatos de las torturas. Nuestras historias, aunque aluden a ella, no están armadas desde la tortura particularmente. Están hechas desde los sobrevivientes. En el caso de Alfonso Chanfreaud y Erika Hennings, por ejemplo, lo que nos interesaba era mostrar la historia de compromiso entre ellos a través del relato directo de Erika. En el caso del cura Llidó más que mostrar su sufrimiento lo que nos interesaba era mostrar lo que significó para los otros detenidos en el centro de tortura, la convicción que mostró y la fuerza que entregó a los demás.

-Hay otros temas que aparecen, como la delación.
-Sí. El de Luz Arce. Y aquí igual. Lo que nos interesaba era ver a hasta qué punto la delación puede ser justificada o no. Luz Arce siguió delatando incluso a gente que no estaba en las listas de la DINA para luego transformarse en un agente oficial de Pinochet. Aquí hay que hacer una distinción con otros que también delataron al ser torturados. Ella andaba con pistola en la calle, pasó a ser parte de las Fuerzas Armadas y hoy es afiliada a Capredena. Escribió libros y se casó con torturadores.

-Las discusiones acerca de estos temas, tienen que ver con qué hacer con el horror. El horror que significa que alguien le cause tanto daño a otro. Sabiendo que ese daño va a ser siempre intransferible, que nunca voy a poder sentir como tú, tu tortura. Y ahí está la diferencia entre los que de alguna manera sabemos o hemos estado informados de las desapariciones y las torturas y aquellos que, en principio, no. ¿Tú crees que hay gente que descubre cosas, que no sabía esto? ¿O gente que lo sabía, pero no sabía la intensidad o el sadismo con el que ocurrieron los hechos?
-Yo creo que la gente sabe, todo Chile sabe lo que sucedió. En este sentido, nuestro ejercicio es complejo porque tratamos de que la gente empatice con lo que sucedió y logre hacer carne, en parte, los sucesos de ese período. Efectivamente, difícilmente vamos a entregar nueva información a la gente de forma literal, pero sí entregar una nueva óptica. Y aquí tenemos dos situaciones distintas. Para los familiares ha sido como una especie de ejercicio de sanación. Primero porque estamos dando un nuevo rostro a las imágenes en blanco y negro de los detenidos desaparecidos que, pasado el tiempo, se han ido desgastando. Para ellos, la realidad de los detenidos desparecidos se modifica, según ellos, a partir de la aparición de nuevas imágenes que aportan vida nueva a sus familiares. Porque ellos estiman que si se llegan a morir van a pasar al olvido definitivo, por lo que esto les ayuda a perpetuar su memoria. Por otro lado, cuando lanzamos la serie con un público de familiares de detenidos desaparecidos se me acercó muy emocionado el hijo de uno de ellos que tenía un año y medio en esa época, por lo tanto, no tiene recuerdo de él, me abraza emocionado y me pide que llame al actor para agradecer su trabajo y le dice: “tú le estás dando un rostro de mi padre para mi hijo, de ahora en adelante mi hijo va a tener un rostro a quien recordar con la imagen tuya”.

-¿Sanación en el sentido de catártico?
-Absolutamente. Entonces, más allá de esta primera función de generar este impacto, a través de la emoción, entre personas que, si bien saben, no asimilan las consecuencias de la dictadura, por otro lado, también ha generado una especie de sanación, catártica, para los familiares que es lo que a nosotros nos ha hecho sentirnos más realizados. El hecho de que vean a cabros jóvenes, como lo son la mayoría de los miembros de nuestro equipo, interesados en sus familiares y en darle una imagen y trabajar una parte de su vida y traerlo a la luz pública en comparación a lo que hasta ahora han sido principalmente carpetas, sumarios en oficinas de los tribunales, ministros de la Corte Suprema etcétera, para ellos es muy valioso. Aunque este no era el efecto que buscábamos sino lo primero, producir un impacto en el público general, esto nos ha llenado de satisfacción. Los familiares nos han agradecido tremendamente haber hecho esta serie de relatos porque entrega un nuevo aire a la pérdida casi definitiva a la historia de sus familiares. Este proyecto dejó de ser mío hace mucho rato, se transformó en una bandera de lucha de los propios familiares.

-¿Yo creo que la propuesta está bien ajustada conceptual, narrativa y estéticamente. Siempre está jugando con los límites. Se muestra, pero no todo y cada capítulo tiene su propia estrategia dentro de un concepto general.
-Sí. Por ejemplo, el capítulo del conscripto tiene recursos del cine negro. Pero todo dentro de una identidad común lo que me ha significado estar muy presente en todas las etapas, desde el guion hasta la edición final.

-¿Cómo ha sido hasta ahora la recepción de la serie aparte de los familiares?
-Hemos tenido feedback de cineastas, de dramaturgos, y personas de todo tipo. Pero aquí es importante señalar la diferencia entre ver un solo capítulo a ver varios juntos. Nosotros hicimos una presentación de siete capítulos y generó mucho impacto. Algunos nos han dicho que es la primera vez que ven una serie sobre estos temas que hable desde la verdad. Aparte del formato, nos han valorado el hecho de atrevernos a contar historias de derechos humanos. Nosotros creemos que pueden transformase en recursos documentales para abordar temas de violación de derechos humanos y las consecuencias que acarrea.

-¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje?
-Aunque suene cliché: que la realización cinematográfica no se reduce a la fama o al dinero, que puede aportar a la vida de otras personas, como en el caso de los familiares de desaparecidos y torturados. Entender como una obra personal puede incidir y ayudar a los demás.

-¿Cuáles eran tus temores al realizar la serie?
-No estar a la altura. Ha sido una experiencia muy arriesgada. Siempre ha existido el peligro de no estar a la altura de unas historias que son todas verdaderas. Haber hecho un anecdotario, una serie de relatos insípidos que no dijeran nada. Si no lo hubiésemos hecho bien, no habríamos revivido sino sepultado definitivamente esas realidades.

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