Avisos Legales
Tendencias & redes

“El pacto de Adriana” y el nuevo cine político chileno

Por: El Desconcierto | Publicado: 10.10.2017
“El pacto de Adriana” y el nuevo cine político chileno El pacto de Adriana imagen 1 |
“El pacto de Adriana” viene a sumarse a otros documentales testimoniales como “Allende mi abuelo Allende” de Marcia Tambutti o “Genoveva” de Paola Castillo, que a partir de sus historias familiares tratan temas que nos competen a todos, como la figura de Salvador Allende o la identidad mapuche en el segundo caso. Se puede así avistar un cambio en el cine político chileno, ya que se dio paso a historias íntimas contadas en primera persona que pasan a ser colectivas cuando se ponen en la pantalla.

Para Lissette Orozco, su tía “Chany” pasó a ser la tía de Australia que traía regalos y que todos abrazaban en el aeropuerto cuando venía de visita, a ser la tía acusada de tortura y asesinato que trabajó para la DINA en la dictadura. Tras ver cómo tomaban detenida a quien fue el reemplazo de su madre y su ídola, Lissette –con un poco más de veinte años– conoce este secreto familiar que se le ocultó durante toda su vida y comienza a filmar por intuición su ópera prima.

Adriana Rivas Gonzáles, “la Chany”, fue secretaria personal de Manuel Contreras, parte de la Brigada Lautaro y participó en la detención y desaparición de Víctor Díaz, ex dirigente nacional de la CUT. En el documental, la directora reconstruye la imagen de su tía, pero a la vez reconstruye una parte de la historia del pasado reciente de Chile. “El pacto de Adriana” se configura como un relato íntimo de confesiones y enfrentamientos.

Lissette tuvo acceso privilegiado a conversaciones con mujeres agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional acusadas de desaparición, ya que “la Chany” le pedía que hablara con ellas para que le limpiaran su imagen mientras se encontraba escondida en Australia huyendo de la justicia chilena, negando todo lo que se le acusaba con mucha convicción.

En el proceso de filmación del documental, la directora descubre poco a poco que su tía estaba mintiendo y que efectivamente, era culpable de haber torturado a personas en el cuartel Simón Bolívar. No pudiendo soportar mantener una relación con una posible torturadora, Lissette decide quebrar el lazo familiar muy fuerte que la unía con Adriana, apareciendo así un tema que atraviesa toda la película: los valores de las personas como resguardo de la unión familiar.

En varias ocasiones, una de las hermanas de “la Chany” se refiere a los valores familiares y dice que es imposible que su hermana fuese culpable de tantos horrores, ya que habían sido criadas de la misma forma. Así, en la última conversación que mantuvo Lissette con su tía antes de perder el contacto, Adriana intenta convencerla de que ella dice la verdad argumentando que “es sangre de su sangre” y también le dice: “Yo tenía menos edad que tú cuando esto pasó, ¿tú lo harías?”, intentando así resguardarse bajo los valores que supuestamente compartían. Finaliza con una frase que resume este argumento: “¿No me creí? Tú no erís periodista, erís mi sobrina”.

Otro asunto que se desprende del documental es la importancia de preservar la memoria familiar y por ende la colectiva. Una situación que se mostraba reiteradamente era la pérdida de la memoria de la abuela de Lissette, que apenas podía recordar los nombres de sus hijas y debido a este olvido y a la negación de su otra tía de ver la verdad, es Lissette quién debe reconstruir la imagen de su tía “Chany” y mostrársela a todo el país dejando –sin querer– un registro histórico. De esta forma, se construye una metáfora que compara la pérdida de la memoria de la abuela de Lissette con la pérdida de la memoria de un país que prefiere olvidar antes que hacer justicia en los casos de violación de los derechos humanos, lo que permite que hoy personas acusadas de tortura sigan prófugas, como en el caso de “la Chany”.

En cuanto al tratamiento audiovisual, es interesante el uso del material de archivo cuando se intercalan fotografías de la infancia de Lissette en las que aparece con su tía, con imágenes de Adriana posando con personas de la DINA. Esto nos muestra el dilema que vivió la directora, ya que en su mente por momentos hubo dos tías “Chany” distintas: la tía que le enseñó a ser valiente cuando era una niña y la tía que sirvió a la dictadura chilena.

Otro recurso audiovisual atrayente es la visibilización de los equipos de filmación en las entrevistas que Lissette le hizo a Javier Rebolledo y a Jorgelina Vergara, “el Mocito”. En ellas vemos los planos abiertos en que se ve el micrófono y la cámara a propósito. Esta decisión se puede deber a que el documental es un registro de la investigación y descubrimiento de Lissette, con todos los procesos que esto implica, ya que desde el comienzo podemos verla a ella frente a su computador hablando espontáneamente por Skype con su tía, y también la vemos conversando por teléfono con las otras integrantes de la DINA, por lo que la decisión se puede deber al interés de seguir la misma línea hasta el final.

“El pacto de Adriana” viene a sumarse a otros documentales testimoniales como “Allende mi abuelo Allende” de Marcia Tambutti o “Genoveva” de Paola Castillo, que a partir de sus historias familiares tratan temas que nos competen a todos, como la figura de Salvador Allende o la identidad mapuche en el segundo caso. Se puede así avistar un cambio en el cine político chileno, ya que se dio paso a historias íntimas contadas en primera persona que pasan a ser colectivas cuando se ponen en la pantalla.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.