Capellán del Hogar de Cristo: «La narcocultura avanza cuando se pagan sueldos que no alcanzan»

«Es miope pensar que el avión no se caerá porque yo voy en primera clase. Eso es lo que pasa en Chile en relación con el narcotráfico en los barrios pobres, y me lo confirma el impacto que han tenido mis respuestas a este diario sobre la expansión de la narcocultura en las poblaciones», comienza la columna que este jueves publicó el capellán del Hogar de Cristo, Pablo Walker, en El Mercurio, donde abordó los efectos sociales del narcotráfico.

«Impresiona el desconocimiento de lo que ocurre en el Chile segregado que construimos. Esa parte del país abandonado por el Estado precario, por los privados distraídos y por la sociedad civil atemorizada, esa donde el narco llegó a hacerse cargo en nuestra ausencia», continuó Walker.

El sacerdote jesuita criticó que la situación haya salido a la luz debido a la tercera amenaza de muerte que recibió un sacerdote en San Joaquín, dado que en el país existen 426 barrios críticos, por lo que llamó a «deslegualizar» esta crisis y a que la población se incluya en la reparación de derechos de la personas que residen en dichas poblaciones.

«Si no lo hago, seguirá haciendo mi trabajo el «padrino» del lugar. Él dará un salario que alcance, él socorrerá al enfermo, él pagará los estudios y armará la fiesta de graduación», señaló, e hizo un llamado a recuperar el sentido de comunidad.

«Ya sabemos que la narcocultura avanza cuando se pagan sueldos que no alcanzan, cuando el Estado es precario y cuando los pastores se encierran en sus templos», explicó, y agregó que ella «avanza igualmente cuando se debilitan esos vínculos sagrados que no se pueden comprar con dinero: familia, juntas de vecinos, organizaciones de base», explicó

Finalmente, el jesuita realizó una crítica a la forma de abordar la problemática enfocada en la seguridad. «Algunos creen que la forma de salvarse implica encerrarse más, poner más luminarias y rejas, llenar todo de carabineros. Pero la represión del delito no desincentiva su reiteración si es que no hay un trabajo de justicia restaurativa, de reparación de vínculos para vivir juntos. No podemos ahorrarnos ese trabajo si queremos paz», ahondó.

Y llamó a «hacer las cosas de manera distinta», que estén «a la altura no del miedo, sino de la dignidad».