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Opinión

Colombia: La guerra que no acaba

Por: Cristian Cepeda | Publicado: 18.10.2017
Colombia: La guerra que no acaba tumaco | Siete campesinos murieron en la llamada «Masacre de Tumaco».
Durante mucho tiempo eran las FARC-EP quienes hacían de Estado otorgando seguridad, asistencia médica, construyeran caminos y puentes. Por eso la guerra no solo fue un negocio, sino una forma de organización socioterritorial.

Hace un año atrás, el 5 de octubre de 2016, Colombia votaba ‘No’ a los acuerdos de Paz de La Habana. Votaba ‘No’ a un acuerdo que buscaba luego de más de 50 años acabar una guerra entre el Estado Colombiano y las Guerrillas de las FARC-EP que habían dejado al menos 8.131.269 víctimas según el Registro Nacional de Víctimas de Colombia, es decir casi la mitad de la población de Chile. Una guerra que claro, tuvo como principales víctimas a la población civil: reclutamientos forzados, desapariciones, asesinatos, torturas, extorsiones, desplazamientos entre otros llevado a cabo por las guerrillas, bandas criminales, narcotraficantes y fuerzas armadas. Entonces, ¿por qué un pueblo que ha sufrido tanto la guerra le dijo ‘NO’ a la paz?

Una posible respuesta la podemos encontrar en la campaña de desinformación que desarrolló el ex presidente de Colombia –Álvaro Uribe– y su sector político –Centro Democrático- junto a los sectores más reaccionarios del país: iglesias evangélicas, empresas de seguridad y orden, latifundistas, que junto a la apatía nacional (votó menos del 50% de la población apta para sufragar) y el voto de ciudades capitales (lugar donde menos se siente la guerra) hicieron inclinar el plebiscito hacía el ‘No’ a los acuerdos.

Aquella era mi primera impresión cuando decidí irme a Colombia, específicamente a Tumaco (suroccidente del país, municipio de población campesina afrodescendiente e indígena) a trabajar de voluntario en un proyecto del ‘postconflicto’ que apoyaba el gobierno de Chile, pues a pesar del referéndum el gobierno de Manuel Santos –acertadamente- decidió seguir por los caminos de la Paz. Sin embargo una vez allí mi impresión cambió. Conversando con el campesinado, muchos de ellos cultivadores de coca, entendí que el ‘fin de la guerra’ era mucho más allá que el acuerdo con las FARC-EP, que si bien era un punto trascendental que el grupo guerrillero dejara las armas, Ba presencia de otras guerrillas (ELN, ELP), de bandas criminales (Guerrilas Unidas del Pacífico, Rastrojos, Nuevo Amanecer) asociadas a los carteles de droga (Cartel de Sinaloa) y grupos de paramilitares (Gaitinistas) encontraron la oportunidad de establecerse en los territorios y corredores que la ex guerrilla FARC-EP habían dejado.

¿Era entonces sólo la desinformación de los grupos de derecha latifundista lo que no permitió al pueblo colombiano alcanzar la paz? Claramente no. Entonces cabe preguntarse: ¿por qué la guerra aún se sostiene en los campos de Colombia? La respuesta, como todo en esta vida, es compleja y tiene varias explicaciones, sin embargo hay una que a mi parecer es trascendental y la podemos rastrear desde la realidad de Tumaco.  

Tumaco es uno de los municipios de mayor abandono estatal en Colombia, que a pesar de ser uno de los departamento con más lluvia de todo el país, contar con ríos y mar, toda su población vive sin agua potable, y gran parte de ella (la zona rural) debe ocupar agua del río que está contaminada con petróleo producto de las cientos de atentados llevados por los grupos armados a la planta de Ecopetrol que yace en sus territorios. Un servicio de electricidad que cuenta con más del 60% de fallas en su funcionamiento. Contar con un hospital sin especialistas, sin médicos ni planta remunerada (es constante el atraso de pagos a los y las trabajadoras) y claro sin agua potable en sus dependencias. Con un desempleo juvenil cercano al 70% y una economía monoproductiva basada en el cacao y el coco, además de la corrupción de sus políticos locales y literalmente la no presencia del Estado en gran parte de los territorios. Y claro, un municipio sin presencia estatal era caldo de cultivo para que para-Estados se construyeran.

Fue por ello que durante mucho tiempo eran las FARC-EP quienes hacían de Estado otorgando seguridad (orden), asistencia médica, construyeran caminos, puentes, cobraran impuestos, y claro está, favorecieran los negocios que a ellos les interesaban. Por eso la guerra no solo fue un negocio, sino una forma de organización socioterritorial. 

Es así que el vacío de poder, era quizás lo que más temían los campesinos sucediera con los acuerdos de paz, y su miedo se hizo real. Hoy en Tumaco muere más gente asociado al ‘postconflicto’ que antes de él, teniendo la triste estadística de estar entre los tres municipios que más muertes ha generado este nuevo momento para Colombia, un incremento del 19% en relación a años anteriores. Solo desde enero a agosto han muerto 111 personas, todos ellos campesinos.

Las ex guerrillas de las FARC-EP, hoy rebautizadas bajo el nombre de Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, aún mantiene una fuerte influencia entre los campesinos, en especial los movilizados agrupados en asociaciones de cocaleros, sin embargo las armas ya no las tiene ellos, ahora el campesinado afro e indígena depende de quien logre contralar el territorio o que el Estado una vez por todas se haga presente y ayude a la población. Sin embargo, a menos 24 horas de mi regreso a Chile, me enteré que el Estado, a través de la fuerza pública, masacró una protesta pacífica de los campesinos, dejando un saldo hasta ahora de 9 muertos y más de 150 heridos.

Así no se construye paz.

Cristian Cepeda