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Nadie de la comunidad LGBTI es un escupo en la cara para sus padres o madres

Por: Javiera Court Arrau | Publicado: 03.12.2017
Nadie de la comunidad LGBTI es un escupo en la cara para sus padres o madres aranda | Foto: Agencia Uno
Un amigo – a propósito del tema -, me decía: ¿Y mi mamá que hizo para merecerme? ¿cuál es el karma que ella esta pagando? Cuanta razón tiene. Nadie de la comunidad LGBTI es un escupo en la cara para sus padres o madres. Más que ofender a la señora del bus, esos comentarios refuerzan la idea de que su hija trans es una especie de castigo. Y no lo es. Claro que no.

Soy cisgénero. Básicamente significa que mi sexo biológico y psicológico (género), coinciden; en el caso de una persona trans su género no coincide con su sexo biológico. No es algo que uno decida, ni que cambie de opinión con el tiempo. Como creen algunos políticos que discuten la ley de identidad de género.

El excelente documental de National Geographic “La revolución del género”, demuestra con estudios científicos que el cerebro de una persona trans tiene el mismo hipotálamo que una persona cisgénero con el mismo sexo psicológico. La explicación desde el minuto 32, por si quieren entrar en detalles.

Mi género, que es mi sexo psicológico; no tiene nada que ver con quien me gusta, esa sensación de atracción, vendría siendo mi orientación sexual. Pero la contingencia nacional no me permite dejar pasar la oportunidad, de ahondar en otra arista de la diversidad sexual.

Las mujeres del bus

Marcela Aranda se hizo famosa en Chile por ser la voz oficial del bus transfóbico que llegó a nuestro país. El autodenominado bus de la libertad. Bus que, al final, llegó a poner sobre la mesa la realidad y los derechos de las personas trans. Hoy ella vuelve a ser noticia tras la revelación de que tiene una hija trans. Hija señora. Su hija.

Carla González Aranda es una joven valiente. Llena de coraje. Envió un mensaje único y sin dobles intenciones: “se puede salir adelante”. Lo dijo frente a muchísimos medios de comunicación – que demostraron su ignorancia y la del país, frente al tema – el mensaje llegó a millones. Más de un chico o una chica trans que está viviendo una situación similar la escuchó y llenó su corazón de esperanza.

Éso es lo relevante de su declaración. Éso y no la discusión que se ha generado en torno al tema. Las cosas como son: se aprovechó de la situación, se publicitó días antes, generó expectativas y alimento el morbo. Como estrategia de marketing fue increíble, pero no hay que perder del foco el mensaje. Es potente. Es válido para toda la comunidad LGBTI. Se puede salir adelante. De vedad se puede.

No somos un karma

Sin justificar, sino tratando de entender; podríamos suponer que no es casualidad que esta madre tomara la bandera del bus transfóbico. Cuando Carla hizo un acto aún más valiente que el de esta semana y confesó a su madre lo que estaba viviendo, ésta tuvo una reacción “muy peculiar” que perfectamente puede haber gatillado el odio que – frente a los medios de comunicación – expresa esta señora, en su lucha contra nuestra “ideología de género”.

“Escupir al cielo y que te caiga en la cara”, “eso es karma”, “se lo merece”; son sólo algunas de las cosas que se pueden leer en redes sociales respecto a este caso. El yin-yang de esta historia y todo el morbo que lo envuelve hace que la masa critique a la vocera del bus. Su ignorancia violenta a muchos otros.

Un amigo – a propósito del tema -, me decía: ¿Y mi mamá que hizo para merecerme? ¿cuál es el karma que ella esta pagando? Cuanta razón tiene. Nadie de la comunidad LGBTI es un escupo en la cara para sus padres o madres. Más que ofender a la señora del bus, esos comentarios refuerzan la idea de que su hija trans es una especie de castigo. Y no lo es. Claro que no.

La visibilidad de Carla es un paso gigante para la comunidad trans en Chile. La agresividad de su progenitora es un reflejo de lo importante que es educar a la población completa respecto al tema.

Rescatemos lo que es realmente importante. No dejemos pasar la oportunidad de centrarnos en el mensaje. Porque cada historia es diferente, cada experiencia es única, pero el mensaje nos sirve a todas y todos. Se puede salir adelante.

Javiera Court Arrau