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Opinión

Black Mirror no se trata de tecnología

Por: Nicolás Ried | Publicado: 08.01.2018
Black Mirror no se trata de tecnología Black-Mirror-Serielizados-6-1024×576 | Black Mirror
La tecnología en Black Mirror es más bien un accesorio contextual para las historias, antes que un asunto central, porque la pregunta acerca del pesimismo o el optimismo no es sobre lo que la tecnología hará sobre los humanos, sino sobre las relaciones que forman las personas que participan de lo común.

El aclamado autor de ciencia-ficción, Arthur C. Clarke, tenía por lema que «cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia». Este emblema cobra fuerza cuando recordamos que antes de Black Mirror (Charlie Brooker, 2011 —) estaban los Cuentos de la cripta (Steven Dodd, 1989 — 1996). Cripty, el esquelético anfitrión de la serie norteamericana nos recibía cada semana en su mansión, entre tumbas abiertas y gárgolas que parpadeaban, a fin de contarnos un breve cuento sobre el destino de aquellos que pretendían jugarle una treta al destino. A lo largo de 93 capítulos desfila una multitud de personajes que intentan mejorar su suerte recurriendo al engaño y a la magia: una prostituta vende su belleza a un mago vudú a fin de enamorar a un multimillonario; un ladrón se hace de la preciada joya de un museo que resultó cargar con una antigua maldición; un despiadado asesino busca protección en una casa cuyas escaleras estaban embrujadas; una mujer que sufre la maldición de vivir por toda la eternidad el día de su ejecución; el muñeco maldito de un ventrílocuo que termina asesinando a la mujer de este.

Y así, Cripty, cuento tras cuento nos recordaba que el destino trágico se imponía sobre aquellos que intentaban saltarse las reglas de este mundo. En eso, Cuentos de la cripta se parece a Black Mirror.

La serie inglesa de Charlie Brooker nos presenta en cada capítulo el destino trágico de aquellos que recurren a la tecnología a fin de superar los obstáculos que les presenta su realidad: una madre que quiere controlar a su pequeña hija insertándole un mecanismo con el que puede controlar sus experiencias traumáticas; una sociedad en la que las relaciones sociales se miden por una calificación que se da mediante redes sociales; abejas cíborg diseñadas para polinizar artificialmente las flores se rebelan contra sus creadores; un mundo donde los perros robóticos asesinos se tomaron el mundo y a las personas sólo les queda escapar de ellos. Los relatos de Cuentos de la cripta y Black Mirror son similares en cuanto a que el que parecía ser el camino más fácil para mejorar la vida de las personas termina convirtiéndose en su sentencia de condena, en un caso por interactuar con la magia y en otro por la tecnología suficientemente avanzada.

Más allá de las similitudes, Black Mirror presenta una diferencia fundamental con Cuentos de la cripta: mientras los cuentos de magia y terror eran relatados por el irónico Cripty, un narrador macabro salido del mismísimo infierno, las historias de Black Mirror son contadas por nuestros propios dispositivos electrónicos. Las historias de Brooker tienen en común sociedades que dependen de esos “espejos negros”, de esas pantallas apagadas que una una vez finalizadas reflejan los rostros inquietos de sus espectadores. La intención de Cripty era asustarnos, mientras que la de Black Mirror es simplemente reflejarnos: Black Mirror es una serie que hace de espejo crítico de la interacción actual entre personas y tecnología. Y es en ese sentido que la pregunta interesante a la que asistimos es acerca del estatus de las moralejas que nos dejan estos cuentos: ¿Black Mirror nos habla del pesimismo u optimismo respecto de la tecnología?

Black Mirror – The National Anthem

Es frecuente leer que Black Mirror nos presenta una lectura fóbica de la tecnología, en la que el pesimismo reina y el futuro es un castigo. También hay quienes han sostenido que estas tecnologías que protagonizan las vidas del futuro no nos esclavizarán, sino que sólo modificarán nuestras vidas, pero nuestros problemas seguirán siendo los mismos de siempre: con toda la tecnología imaginable, los problemas que presenta Black Mirror son sobre adolescentes enamoradas, madres preocupadas, débiles de carácter que se vuelven tiranos con un poco de poder y peleas de pareja producto de infidelidades. Desde este último punto de vista pareciera que la tecnología en Black Mirror es más bien un accesorio contextual para las historias, antes que un asunto central, porque la pregunta acerca del pesimismo o el optimismo no es sobre lo que la tecnología hará sobre los humanos, sino sobre las relaciones que forman las personas que participan de lo común. Es recurrente que Charlie Brooker, creador de la serie, se refiera a esta como una que no se trata sobre el futuro sino sobre el presente y cómo podemos arruinarlo todo en el cercano futuro de los próximos 10 minutos. Lo que hace Black Mirror es presentar una pequeña exageración de las tecnologías actuales para mostrar cómo es que los humanos interactúan entre ellos, algo similar a lo que Cuentos de la cripta hacía cuando se preguntaba: ¿cómo se comportarían las personas en un mundo donde existiera la magia? No diríamos que Cuentos de la cripta se trata sobre magia, sino sobre las pasiones, deseos, ambiciones y rincones más oscuros que permiten pensar en las relaciones de unos con otros, tal como Black Mirror.

Entonces, si Black Mirror no nos habla de la tecnología ni del futuro, ¿de qué nos habla? Si es una serie que intenta retratar el presente, de reflejar nuestras prácticas actuales, debe hacer una selección de aquello que es importante para ese mundo en que describe. Y es así como Black Mirror nos presenta sociedades en que los individuos son oprimidos por el sistema: donde un político es obligado a sodomizar a un cerdo por el bien del gobierno; una mujer es sometida por las bajas calificaciones que le daban los demás; un joven trabajador es obligado a mirar cómo su talentosa enamorada se convierte en estrella porno; una criminal es condenada a sufrir una y otra vez su ejecución; un joven es chantajeado por unos hackers para que robe y mate a fin de mantener su secreto oculto. Al igual que en las novelas distópicas clásicas, como las de George Orwell, Anthony Burgess o el mismo Arthur C. Clarke, Black Mirror nos muestra la lucha de un individuo contra el sistema, y su consecuente derrota (por eso no nos debería asombrar que un director tan explícito en sus planteamientos, como M. Night Shyamalan tenga como proyecto rentable revivir los Cuentos de la cripta: lo importante no es la tecnología).

Black Mirror nos devuelve a la cuestión liberal del individuo contra el sistema, de la pesadilla en que la libertad individual es aplastada por la sociedad, y el hecho que el contexto sea la tecnología de más alta punta no cambia que el problema político central sea visto desde un punto de vista individual. Cabría imaginar en algún cuento que vaya más allá y nos presente a un individuo que no es sometido por la comunidad, sino que el que se haga parte de la ella sea el signo mismo de su libertad.

Black Mirror – «Nosedive»

Nicolás Ried