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«Dios no es argentino»: La notable columna en que Martín Caparrós desmenuza el estilo político de Jorge Bergoglio, el Papa peronista

Por: El Desconcierto | Publicado: 18.01.2018
«Dios no es argentino»: La notable columna en que Martín Caparrós desmenuza el estilo político de Jorge Bergoglio, el Papa peronista papa |
«Hablar, aprovechar la desmemoria; Bergoglio es un señor que entiende la razón demagógica, el arte de decir sin hacer», aseguró el destacado periodista argentino en una columna en el New York Times, donde recordó diversos episodios del Papa Francisco.

Elige dónde va con pinzas, al igual que sus palabras, sus gestos y su discurso lleno de contenido político.

Jorge Mario Bergoglio, de 80 años, mundialmente conocido como el Papa Francisco I, es uno de los personajes políticos de la década. Y es un personaje que merece la atención para analizarlo, tal como lo hizo el periodista Martín Caparrós en la edición de hoy en el New York Times.

El también trasandino cuenta que cuando salió el humo blanco y el «habemus papam» con el nombre de Bergoglio, tuvo miedo que los argentinos se volvieran «más papistas que el Papa». Antecedentes habían: «Para una sociedad que empezó a jugar al tenis porque Guillermo Vilas ganó Roland Garros, que empezó a mirar básquet cuando Manu Ginobili irrumpió en la NBA, que siempre dudó del verdadero valor de Borges porque nunca le dieron un Nobel y que ahora se entusiasma con las monarquías porque una argentina reina en Holanda, el hecho de que ‘uno de nosotros’ se vaya a sentar en el trono de Pedro puede tener un gran efecto multiplicador sobre el peso del catolicismo en nuestras vidas».

«Tuve razón y estaba equivocado», dice Caparrós.

El comunicador comenta que la Iglesia católica siempre fue influyente en la sociedad argentina y que ahora que Bergoglio es Papa, han visto «episodios picarescos de políticos que, so pretexto de visita pía, tratan de robarle una foto para usarla en sus campañas».

Pero lo concreto es que más que la sociedad, lo que ha cambiado es el propio Bergoglio. Como arzobispo de Buenos Aires, se peleó con la entonces presidenta, Cristina Fernández, la que incluso lo expulsó de algunos actos oficiales. Ahora son cercanos y se visitan a menudo, a diferencia de cómo Francisco se lleva con el actual mandatario, Mauricio Macri.

«Ahora, curiosamente, las clases medias antiperonistas que lo apoyaban —porque son la clientela natural de su iglesia y porque se peleaba con el kirchnerismo— le critican esas políticas», dice el columnista, para arrojar de inmediato una de las más notorias características de Bergoglio como Papa: «Está sufriendo los límites del populismo: por más que lo intentes, es difícil quedar bien con Dios y con el diablo».

Desde el trono de Pedro, Caparrós dice que Bergoglio parió con «sonrisa tímida, palabras precisas y gestos de humildad». Así, «recuperó el prestigio de una organización que lo tenía por los suelos, convertir lo que se veía como un nido de pedófilos y especuladores en una institución cuya opinión debe ser escuchada en los foros del mundo».

El Papa, afirma, «se aprovecha de que son muchos los que quieren creer: los que le escuchan lo que querrían escuchar». El periodista lo ejemplificó con la histórica frase de Bergoglio de «Si una persona que es gay busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”.

«Nadie le contestó que es el jefe de una organización que siempre los consideró pervertidos enfermos y los condenó a las llamas del infierno (…) Según su doctrina, ‘buscar a Dios y tener buena voluntad’ supone que dicho homosexual renuncie a sus ‘impulsos diabólicos’: hacer de su condición un enemigo», dice el autor argentino, y luego agrega: «Hablar, aprovechar la desmemoria; Bergoglio es un señor que entiende la razón demagógica, el arte de decir sin hacer».

Caparrós, como buen argentino, recuerda bien cuando Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires y en plena discusión del matrimonio igualitario, dijo que dicha ley era una «movida del demoninio» y que combatirla era «una guerra de Dios». El periodista también menciona el episodio en que mostró una ventana para evaluar si las mujeres pudieran llegar a ser diaconisas, pero donde inmediatamente cerró la puerta a que fueran sacerdotes.

«La Iglesia de Roma tiene bula para ser la institución más discriminatoria y reaccionaria sin que se lo reprochen. Todo gracias a un papa peronista, que no quiere o no se atreve a volver a su país. Dios, después, de todo, quizá no sea argentino», concluye.

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