Avisos Legales
Opinión

El problema de la concentración es obsceno

Por: Eddie Arias | Publicado: 18.01.2018
El problema de la concentración es obsceno | Foto: Agencia Uno
La condición de manejar los rankings del Banco Mundial supone la tectónica arquitectura de la jibarización mundial, mientras más concentrado el poder económico y político, menos democracia real posible.

La concentración nacional es obscena, lo económico y lo político, son ámbitos muy amplios, cuando se tiene el poder político y el poder económico se hace una vuelta larga a la postre totalitaria.

La tentación es grande, sobre todo cuando la costumbre, es la costumbre de la mercancía; la salud mercancía, la educación mercancía, la previsión mercancía, las carreteras mercancía, los seres humanos mercancía.

Ese código es un reflejo condicionado de un conductismo monetario espiritual, no hay forma de escapar a la red del crédito, por eso se gobierna a los endeudados, porque ahora se gobierna a través de la deuda, quién no está endeudado, la deuda es una forma de gobernar.

Una financiarización como un teatro ciudadano, esos intereses por todo, impuestos regresivos para proteger al rico, hablan de la clase media y nadie propone un impuesto favorable. Los intereses son una tecnología de la captura, el impuesto masivo es un caudal, y su captura está en un orden financiero, es la entrega de los intereses al gran capital. Esa palanca mueve el mundo.

Las Afps son la doble captura del salario de los trabajadores, el plusvalor natural, y el descuento Afp que genera un eje de acumulación administrado por el capital para el capital. El neoliberalismo se ha mostrado bajo ese carácter friedmaniano como una articulación de lo social bajo un orden de significaciones privadas, y financieras, centralmente se ha acentuado un proceso de individualización progresivo, destruyendo las bases colectivistas y de cooperación del Estado.

El marketing es una forma de entender el mundo, una imaginería del punto de venta y de su distribución, ojo con la batalla por la distribución, una Coca Cola en cada alma, en cada esquina, como una poesía cotidiana de la publicidad psicopolítica.

Las máquinas deseantes no son ciudadanos, son consumistas politeístas, son angustiosos, ansiosos, depresivos. Es una cultura de la vitrina, la imagen y su suspicacia, su emblema de marca, un posicionamiento en cada cerebelo.

Y que otra vida, más que pura mercancía, la vida social colonizada por el mercado, y por esa religión del crédito, con acólitos, y credos. Es lo que es, y esta debelada la teoría de la sospecha, todo lo que se sospechó, es aún más.

La totalitaria era la moneda, su posesión es una geopolítica globalizada, los grandes centros de acumulación definen los destinos, el resto resistimos, solo resistimos, globalizados, neoliberalizados, resistimos, es una manía humana.

Somos un musculo moral, no sabemos hasta donde, pero entendemos que la vida no es solo mercancía, es la vida y la dignidad. Los derechos tienen que ver con la dignidad, porque no todo es dinero, la salud y la educación son incalculables, es el respeto por la condición humana consagrada en la declaración universal de los derechos humanos.

La condición de manejar los rankings del Banco Mundial supone la tectónica arquitectura de la jibarización mundial, mientras más concentrado el poder económico y político, menos democracia real posible.

Esta idea de una “democracia líquida”, se plantea como una administración tecnocrática de los conflictos sociales, porque de frente tiene un límite a la gobernanza representado en las facultades de un estado subsidiario.

Aquellos molestos reconocimientos sociales que ciertos fascismos querrían borrar, porque todo reconocimiento les molesta, los reconocimientos de las llamadas minorías y de las mayorías, debe primar el estatus quo, la modernización es solo del capital y de las formas de producción social para obtenerlo.

Cuando el poder es una microfísica de la mercancía, un poder que está en todas partes como una somática o una psicosomática, la psicosomática de una psico política, de que nos tienen subjetivados, la cultura del mercado nos subjetiva, nos sujeta a una cultura, como a una matrix.

El espacio cultural es un espacio de predominio, la cultura del mercado se instala con una potencia simbólica, al final como un dispositivo de reproducción social. En este referente el poder dibuja sus contornos culturales, legales, y geopolíticos.

Tanto se concentra el poder, que la “ley de pesca” como regalo regulatorio se presenta como la cesión del mar nacional a siete familias, es posible presumir que un presidente de la república negocia mientras su país está en un conflicto sensible para la soberanía nacional, como en el caso Exalmar, se habla de uso de información privilegiada, sin embargo, no hay investigación.

La tecnología de los “regalos regulatorios” se ha ocupado como una forma de redefinir aspectos de la propiedad, para trasuntarlos a propiedad privada. Desde la dictadura esta ha sido la forma de generar mercados y adjudicárselos, son marcos regulatorios a la medida. Por otro lado, la justicia se jibariza porque deviene en una justicia que no siempre puede hacer justicia, el poder del 1% es muy grande:

“La desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cotas insoportables. Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres” (Oxfam, 2016).

Es una jibarización de la cultura mundial y nacional, es obsceno porque ocurre, nos acostumbramos condicionados sin asombro, salvo cada cierto tiempo que se muestra con signos grotescos.

Eddie Arias